9.8.15

Los Razors [Cuento]


En las impertinencias del exceso de seguridad y después de un ataque de un grupo fundamentalista llamado los Razors –que no solo reivindicaban su derecho a rasurar América de todas las razas distintas a la anglosajona, sino que además usaban como arma rastrillos de hoja de acero desmontable- el gobierno federal estadounidense emitió la consigna de que no permitiría que los pasajeros en vuelos aéreos transportaran consigo rasuradoras de ningún tipo.

Pronto siguieron la disparatada regulación los países alineados, al poco rato los nacionalsocialistas y finalmente el restante 30% del planeta. Las rasuradoras desaparecieorn de las maletas de viaje y dieron por crecer las áreas capilares: barbas de más de tres días, axilas erizadas, tobillos oscurecidos y bigotillos masculinos y femeninos. 


Al principio fue temporal: la gente salía de viaje sin rastrillo, rasuradora o máquina eléctrica y eliminaba los excesos pilosos al volver a casa o llegar al destino, pero pronto  se hizo evidente la distinción entre quienes tomaban aviones y quienes no lo hacían: llevar el cabello o el pelo largo se convirtió en un símbolo de estatus para algunos, mientras otros lo emplearon como señal de desobediencia civil. 

Los aeropuertos se poblaron de barbas rojas, barbas hipster, barbas marxistas, castristas, zztopistas y se propagaron los seres yetiformes, cada vez más difíciles de reconocer en los documentos de identificación oficial: se alargaron las filas de espera y se exasperaron los nervios de los agentes migratorios y de seguridad. 

Meses después, los corbatudos secuestraron un avión ahorcando a la tripulación con sus peligrosas y elegantes corbatas de seda. 

El gobierno federal norteamericano actuó y sus aliados siguieron… Hoy los aeropuertos son zoológicos. 

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