27.1.19

[Crónica de viaje] #Baja2019 / El norte


Llegar a Ensenada marcó para mí el final de la Baja California mágica, la de los espacios vacíos, de los paisajes sublimes y del triunfo de la naturaleza sobre la condición conquistadora del hombre: desde La Paz hasta este punto -digamos el Observatorio de San Pedro Mártir- el balance entre humanos y paisaje era más suave: pequeños poblados, mucha naturaleza y espacios inabarcables. Fue como recorrer otro país. A veces me sentía en Irlanda y sus acantilados, otras en los fiordos de Noruega, en el desierto de la reserva de Tehuacan-Cuicatlán o en un lugar recóndito de Perú. Tesoro invaluable.


Con la excepción de Los Cabos, donde todo es turismo y negocios con venta de píldoras para norteamericanos sexagenarios en el retiro, el resto de la Baja fue un país aventurero con toda la buena onda y una sonrisa: amigos, solidaridad, entretenimiento.


Llegar a Ensenada fue como arribar a la gran ciudad de la frontera: polvo, gente, cantinas para gringos y sí, buena comida y buenas cervecerías. Un cambio completo de escenario y ambiente, pero también una ciudad que vibra al ritmo de sus centros de investigación y de sus grupos de jóvenes artistas que intervienen el espacio público en busca de su propia territorialidad. Ahí también fui recibido por mí primer Couch en la península, con quien descubrí la escena artístico-cultural y un par de buenos bares.

Después partí hacia el renombrado Valle de Guadalupe que no me resultó tan atractivo como pensé. Seguramente mi forma de viaje era otra, pero me pareció caro y algo inflado. Tuve el gusto de ser recibido en un RV (espacio para campers) de "Glamping", es decir "glamour + camping", donde me super echaron la mano dándome un precio especial para dormir y no tener que acampar, pues las temperaturas ya bordeaban los cero grados.

Me di cuenta que el negocio del vino está, a diferencia de lo que pasa en Oaxaca con el mezcal, o en Mendoza con el mismo vino, en manos de pequeños productores que hacen sus propios -y buenos vinos- como tiendas boutique: en pequeñas cantidades y con glamour. Me temo que diré algo que no les gustará, pero me parece que en el costo pagamos la casa linda, el branding, lo "fashion" y justo eso, el glamour de los pequeños productores y sus lujos. 

Digo que es diferente de Mendoza o Oaxaca porque ahí la producción siempre fue una actividad económica tendiente a la competencia, en la que el precio no incluye la moda: inicia como una producción de campesinos, y de subsistencia. En Guadalupe, en cambio, es una producción "fina", de sommeliers que pareciera ser más bien el "side business" de algunos ricachones.  Y sé que estoy siendo duro, pero quiero dejar en claro que esto no demerita su calidad o estilo, sólo marca una diferencia en la forma de producción. Estoy seguro que habrá, pero supuesto, las debidas excepciones, aunque debo decir que no noté la mejora sustancial de calidad de vida para los pobladores "de a pie": las vinícolas son lindas y arregladas, pero las calles de Guadalupe o Minas siguen siendo de tierra con una nula urbanización. Punto.

Posteriormente siguió Tijuana.  Vaya ciudad: internacional, empresarial, industrial, fronteriza, pues. Todo lo que me imaginé y contaron, lo vi ahí. Seguro es un semillero de ideas, seguro tiene una economía potente, no obstante, mis amigos dicen que lo lindo de la ciudad es San Diego. Usted, amable lector, tendrá la palabra final con su visita. Eso sí: comí delicioso y saludé a amigos muy queridos.


Y para avanzar, ya en "mood regreso al sur" vino La Rumorosa, con sus fuertes e interminables vientos, luego Puerto Peñasco, con lindos atardeceres, hoteles y casas perfectas en una costera perfecta, pero con un pueblo lleno de table dances, tierra y camionetas enormes. Impresionante modelo, el de Fonatur, que solo parece implementar enclaves turísticos de enorme negocio inmobiliario para los grandes inversionistas: del desarrollo local, que se encarguen otros con las migajas que queden. La cantidad de residenciales en manos de extranjeros -norteamericanos sexa y heptagenarios, es altísima: es claro que la economía la mueven ellos, y no los pescadores, ni los pequeños productores. Para mí, seguimos construyendo mundos cuya infraestructura tiene a la maximización de la desigualdad social.

Casi a punto de concluir este post, mi destino más reciente: Hermosillo. Llegué bien cobijado gracias a Fer, amiga que conocí en Buenos Aires y me puso en contacto con sus amigos. Gracias a Berna pude hospedarme y conocer un espacio de la ciudad. Visité el centro, hablamos de su vida, sus viajes... y quiso la casualidad que encontrase a un viejo amigo residiendo también acá. Con Julio y Berna hicimos un pequeño tour de bares por la ciudad: nada de peligro, un centro lleno de gente, de jóvenes y buena música. A veces el norte no es como lo pintan.





Próximamente, una vez recorrido Sinaloa y lo que resta de Sonora, vendrá el paso por Jalisco y Toluca para un par de presentaciones de libro. Después, regreso a casa.

No te pierdas, aún hay mucho que decir y ver!


No hay comentarios.:

Publicar un comentario