5.5.19

[Reseñas] Lolita, de Vladimir Nabokov


Sí, debo reconocer que llegué con morbo. "Lolita" es un símbolo de la niña pervertida; "Lolita", como texto, siempre ha sido visto como un relato sobre la pedofilia. Quería leerlo, pero confieso que también tenía dudas. Ya leí a Bataille, a Miller, a Robbins y a varios escritores más que han aprovechado una mezcla de morbo con sexualidad y pornografía para mostrar su rechazo al status quo, para criticar la mojigatería de su época... y para vender muchos libros. Los años cincuenta fueron también un despertar sexual frente a las faldas largas y la presión religiosa contra la liberación de los sexos y su exhibición. Eran épocas de trajes de baños largos que peleaban contra los primeros bikinis. ¿Valía le pena leer algo así?

Lo abrí con calma y me encontré primero con una introducción de un tal John Ray, PhD, que decía que un amigo le había dado ese texto para que lo publicara. Él, el autor, habría muerto encerrado en una cárcel en 1952 y su última petición había sido que John decidiera si el texto podría sacarse a la luz. Lolita –dice el párrafo final de la introducción, y prometo no estalkear más, querido lector– "hará que todos nosotros –padres, trabajadores sociales, educadores– nos consagremos con interés y perspectiva mucho mayores a la tarea de lograr una generación mejor en un mundo más seguro."  "¿Cómo? –me pregunté. "¿Haciendo que haya menos Lolitas, o comprendiendo y aceptando que deben existir?"

Entonces comencé a navegar. Y como he prometido no contar la historia por adelantado, porque sé que muchos de ustedes no la han leído y están preguntándose si deberían hacerlo, me propongo reflexionar sobre algunos aspectos generales y no sobre detalles de la obra, a los que me referiré en un par de tímidos párrafos al final de este post. 

¿Debes leerla? Sí. Es un clásico de la literatura contemporánea y no debe escaparse de tus manos. Su desarrollo me pareció in crescendo, así que no considero que vayas a asustarte desde un principio. Si algo te puedo asegurar –para tu mojigatería, curiosidad, análisis psicológico o cualquier interés velado que te haya llevado al texto– es que no leerás pornografía. 

Tal vez sea también útil saber que Vladimir Nabokov, como muchos otros escritores, hizo muchos textos más. Recuerdo que Umberto Eco se quejó algún día de lo triste que es que tu gran esfuerzo de escritor sea recordado por un solo texto. ¿Te imaginas lo amargo que debe ser que el que consideras tu peor libro sea para otros el mejor de tus escritos?  Como dicen por ahí, una golondrina no hace verano, luego entonces, ningún libro representa a toda la historia de un escritor.  Confieso que éste es el primero de su autoría que tengo en mis manos, pero sí, hice una búsqueda sobre la red para saber quién era Vladimir.

Un ruso que hizo muchas novelas y textos serios en su país de origen, pero que tuvo que salir de Rusia cuando inició la segunda guerra mundial. Como muchos otros, fue acogido en Estados Unidos y ahí continuó su carrera. Durante muchos años, como el lector supondrá, sus textos estuvieron vetados en el bloque socialista, aunque en la actualidad se le ha reconocido el mérito. Todo indica, al leer su biografía, que Lolita más bien escapa a su tipo normal de escritura. Por supuesto, tengo ganas de ir en busca de más de sus textos. 

En trescientas ochenta y nueve páginas, Nabokov hace, sí, una crítica a la sociedad norteamericana de la época, pero también hace un viaje por el país. Aunque no hace grandes descripciones de los sitios que visita, es un gran detallista de los lugares por los que transita: restaurante, gasolineras, carreteras y moteles en pueblos perdidos de la ruralidad gringa. Las referencias y juegos de palabras sobre los nombres de los lugares y autores (algunos ficticios, otros reales) que cita, son extraordinarios. Gracias a Francesc Roca –el traductor– por llevar a un lector ignorante de esa época, por el camino de la explicación con pequeñas notas a pie de página de las minucias que uno no observa, pero sí siente en cada capítulo.

Son pocos los personajes y aunque existen –según wikipedia– dos películas, no sé si me atreveré a verlas. En un texto como éste, me parece que la lectura da mucho más pauta a la imaginación, a los formatos de pensamiento y a la subjetividad. Por supuesto, saber que la versión de 1962 es de Kubrick, es tentador. Tal vez ahora que lo he leído, le dé un segundo pensamiento, pero te sugeriría, querido(a) lector(a), que por principio de cuentas te dejes llevar por la deliciosa prosa de Nabokov: su nivel de detalle es altísimo y uno podría sentir prácticamente el lago, el agua fría, el sabor de una malteada o el rugir de un motor. 

Foto: https://lithub.com/the-60-best-and-worst-international-covers-of-lolita/

Tengo en la mente muchas de las situaciones del texto y estoy a punto de hacer un llamado a algunas. Trataré, en toda conciencia, de hacer solo tres, y tan deshilachadas que no te digan mucho: 

Road Trip. Toda la película es, salvo por la primera parte, en que el autor vive aún en Europa, una historia que sucede en el viaje: se habla de autos, de carreteras, de situaciones al volante y de etapas de cansancio y descanso que incluyen la persecución. Sin duda un elemento central es la mente de Humbert Humbert, el personaje masculino central que pasa de la clarividencia más grande al embotamiento más cerrado. La forma en que se describen cada uno de sus momentos me encantó. 

Amor. Todo el tiempo que leí la obra me pregunté –una y otra vez– qué es el amor. Me cuestioné si existen límites, si hay varias formas de él, si llega a terminarse, si se puede renovar, si es una realidad o una mera figuración de nuestra sociedad. ¿Cómo es el amor? ¿Es de una pieza, de carne y hueso, es un producto tangible, es un sentimiento, un texto o un roce de la piel? Cuando leas el libro, seré feliz de escuchar tus comentarios. 

Moteles. No concibo una película norteamericana gore, cincuentera, o que evoque la época, sin un motel. Abusaré del término acuñado por Augé, pero es una especie de "No lugar", aunque en lo personal siento que es un término falso e inexistente: no existe el espacio vacío ni el espacio no geográfico. Pensemos, siguiendo a Augé desde una optimista cercanía, que más bien se refiere a esos lugares despersonalizados, vacíos de identidad y de localidad. Sí, un motel puede ser algo de eso: desde los hoteles à la Tarantino, pasando por el de Leaving Las Vegas hasta la reciente Green Book en la que un blanco italiano (pobre y bandido, como debería de ser para la época) en los años sesenta debe llevar de gira por los Estados Unidos a un habilidoso músico negro que no puede quedarse en mejores hoteles por su color y debe pernoctar en espacios de pudrición social. No voy a meter la sociología en este debate, pero he de decir que mi Latour simplemente diría que no, ¡pamplinas! Los no lugares no existen: siempre se pueden encontrar a todos los actores en un simple espacio por más que estos intenten ser neutros.... en fin. Volvamos.

Prometí tres y tres han sido cumplidos. El resto es completamente tuyo, lector(a). Es completamente tu derecho correr (con todo cuidado) hasta tu distribuidor más cercano y pedirle, con voz tímida y esperando que no haya nadie más en la librería, la obra "Lolita (...shhh)", de Nabokov.  La nueva edición es de 2019 (y ahora entiendo porqué tiene un "revival": simplemente caí en los brazos de la mercadotecnia), está estupendamente pulida y rica. 

Por supuesto si te asustaste con los "Diecisiete años" de Los Ángeles Azules, tal vez sea mejor que busques otro libro. Si, en cambio, te emocionaste con León (o "el francotirador"), película en la que Matilda- Nathalie Portman es rescatada de malas manos de la mafia policiaca neoyorquina por un matón de la mafia italiana (Jean Reno) y te preguntaste si no hubo algo más que amor paterno y fraternal, entonces te la recomiendo altamente. 

Vladimir Nabokov (2019) [1955]. Lolita. Editorial Anagrama, México. 389pp.

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