30.6.19

[Reflexiones] Sierra.


El cielo está azul, te decides. Hace dos meses que te rompiste, por tercera vez, algo en la pierna derecha... la moto se quedó sin batería y después de muchas largas, te dijiste que sí, que querías cargarla de nuevo y a salir, una vez más, sobre ella. 

Armas, pones la batería, pones los protectores, acomodas la bolsa de herramientas y colocas el asiento. Vas por tu casco. Dudas si ponerte o no el pantalón de motociclista para un viaje tan corto. Sacas el casco del closet, ligeramente polvoriento, los guantes viejos y rotos, la chamarra, siempre lista y marcada de mosquitos. Pones la moto fuera de la entrada de casa. Abres el switch...

Arranca a la primera. "¡Good Girl!" Te dices. Y de ahí tomas la carretera que sale prácticamente de tu casa hacia la sierra (¿podrías estar en un mejor lugar que Oaxaca para ser motociclista?) y enfilas al norte. 

Diez, veinte, treinta kilómetros.  Te das cuenta –una vez más y contra todas las opiniones que pudieran estar en contra– que lo tuyo, lo tuyo, es la moto, el viaje y escribir. ¿Cómo escribirías algo que no has vivido? ¿Cómo describirías un paisaje que no has visto? ¿De qué manera podrías hablar del viento en la cara, de la sensación de que una curva es demasiado fuerte, de lo que pasa cuando rebasas, cuando miras el paisaje, los precipicio, los árboles verdes, la tierra roja, a los ciclistas esforzándose en subir por la cuesta, o los olores de los camiones que pasas y de los autos que queman sus balatas al bajar? No. Esas cosas se viven o te pasan desapercibidas y te conviertes en uno más de esos seres fríos, inconscientes, que no saben lo que es el viaje y la naturaleza... 

Decides detenerte, admirar el paisaje. Sentarte un rato a meditar, a filosofar sobre la vida, los retos de la semana, la historia personal. Te quedas ahí un largo rato, a contemplar. A preguntarte por qué todos vemos el mundo tan distinto...

Y ya. Finalmente, viene la vuelta. El camino de retorno, con la cabeza más descansada, lista para lo que ha de venir.  Que vengan rojos, azules, verdes... todos. Tú, ya estás en paz. 

Gracias montaña. Gracias moto. Gracias terquedad. 

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