Mostrando las entradas con la etiqueta Cuentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Cuentos. Mostrar todas las entradas

8.6.22

[Cuentos] Muñequeo, o el amor en tiempos pandémicos

Muñequeo, o el amor en tiempos pandémicos
Samuel Bedrich



"Nací en La Paz", leyó. Se apresuró a responder, cierto de que la idea le encantaba. "Cruzar de nuevo el Golfo de Cortés estaría bueno. Pasar unos días en la playa, con una chica linda, conociéndonos con fondo de mar azul..." 

"Yo en Guadalajara, pero me encanta la Baja. Hace como dos años estuve en Los Cabos, en Cabo Pulmo y en un pueblito de nombre raro que ni recuerdo: la Gloria, El Triunfo, algo así. Tenía una chimenea como de barco trasatlántico: alta, larga, casi que tocaba el cielo". 

31.5.22

[Cuentos] La ola y la arena


La Ola y la arena

Cuando le toqué el pie izquierdo no pude dejar de sentir esos minúsculos granos de arena pegados a la planta, como rebabas de color en una pared perfectamente lisa, o como la superficie de un vitral, con mínimas imperfecciones. Confieso que me agitaron, pero yo no estaba ahí por eso. Se quejaba amargamente y me miraba con angustia: "¡Ayúdame!" parecía decir.

Intentaba estirar la pierna, aunque algo le obligaba a retraerla. ¿El nervio, un calambre, la quemazón de una aguamala o una astilla de metal? Entre asustada y solícita, rogaba por ayuda. Coincidencia fortuita, que ambos nos encontrásemos ahí a las seis de la mañana, en pleno amanecer, justo al lado del banderín de "¡Peligro!" y el de "Mantarrayas", que colgaban de un poste de madera clavado en la playa, a unos pasos de un mar que, inagotable, deambulaba errático frente a nosotros: Should I stay or should I go?

30.1.22

[Historias sin categoría]. Semilla de viento / Biidxi ca bii

Biidxi ca bii* 
(Semilla de viento)

Te escribo desde un rincón. 

Guarda, que dije “un”, y no “El”. Esta casa olvidada tiene muchos. El abandono y la soledad hacen cada día más: en cada vuelta que doy encuentro otro, y otro. Jamás pensé que hubiese tantos recovecos acá. Seguro estaban, pero nunca los vi. Eran rincones que se ocultaban al ojo estructurado. Hoy, que lo perdí todo, los veo, los huelo, los siento…

La soledad te hace sensible. Ves más, oyes más: observas, escuchas. No haces todo al vuelo, como siempre, como el día que corrías detrás de alguien. El tiempo se elonga, el sol gira más lento, las hojas del árbol se mueven tan parsimoniosamente que ves los reflejos del sol en ellas. Las aves despliegan sus alas y las cierran descendiendo unos centímetros para luego planear y levantar de nuevo. ¿Eso pasaba antes? ¿Cómo es que nunca lo viste? Bendita soledad.

20.4.21

El día que murió el turismo [inspirado en "Le tourisme moderne est mort, vive le tourisme postmoderne!", de Michel Maffesoli]

Este texto proviene de una interpretación totalmente libre (pero inspirada en él) del texto del Dr. Michel Maffesoli "Le tourisme moderne est mort, vive le tourisme postmoderne", aparecido en el cahier "Le tourisme dans 'le monde d'après'", en julio de 2020. 


Antes

– ¿Te acuerdas, Morena mía, cuando viajábamos a plazos y nos dábamos esa vida cosmopolita que nos llevaba de las bolsas de Vuitton en Venecia, a la Quinta avenida por la ropa de Prada? ¿Te acuerdas que desdeñábamos la calandria de Guadalajara pero éramos felices en el Tuk tuk tailandés? 

4.4.20

[Reflexión] Me voy a morir.



Me voy a morir

Y no lo podemos negar: tú también.  Ésta es una de las pocas verdades 100% ciertas de la vida.  La pregunta, por supuesto, es "¿Cuándo y cómo?" En efecto, nadie queremos sufrir. Todos quisieran una muerte de antología: bonita, en cama, rodeados de gente querida, perfecta, pues. Pero... ¿Tu vida lo ha sido? Algunos también pensamos que sería más lindo morir haciendo lo que te gusta hacer y no de viejito, achacoso, sin memoria, dependiente... En fin, el hecho es uno: nos vamos a morir. Yo escribo con frecuencia de la muerte. Tal vez tanto que a veces pareciera que ya tengo como un volumen de epitafios preparado y al final, nada. Como dice mi padre: "¡Puras promesas!"

26.1.20

[Cuentos] Don Rey León


Don Rey León 
(Cuento para niños no tan niños)

Ésta es la historia de un león del zoológico que vivía en su jaula, majestuosa y elegante. Tenía un gran terreno con una pequeña laguna artificial en la que podía bañarse cada vez que le placía. Sus lacayos venían una vez al mes a cambiarle el agua, a limpiarla de suciedad y del lodo que pudiera haberse colado en alguna lluvia pasajera...

Su casa era de madera, con pisos de cemento, muy bien iluminada y ventanas en lugar de barrotes. Tenía incluso un vitral desde el que podía ver a los muchos humanos que le llevaban a venerarlo. Algunos eran pequeños, otros barbudos, había mujeres altas y bajas, de pechos grandes y pequeños, señores septuagenarios empujando carriolas y jóvenes parejas con globos de corazón en una mano y bolsas de maníes en la otra, para sus vecinos, los monos. 

25.8.19

[Cuentos] Gabinete


Gabinete

Dos niños juegan en el alero de una vieja casa en Holanda. Hartos de las conversaciones entre adultos, piden permiso de salir al jardín del viejo Jenking III, a quien sus padres, Klaus y Wernalia entrevistan. 

–Con cuidado, niños, –advierte el anciano–  eviten sobre todo la casa en ruinas. Puede ser peligrosa: los techos están demasiado húmedos. 

–¡Atentos a las instrucciones del señor Jenking! –Reitera la madre sin siquiera voltear a verlos mientras prepara su libreta y la pluma, en tanto Klaus alista la cámara. 

10.3.19

[Cuentos] Yagul.


Yagul

No sé si lo viví o lo soñé, pero ayer que estuve en Yagul me di cuenta que pasó ahí. O que sucederá en ese lugar. El tiempo es incierto, irreal y hasta anacrónico. Si viviste un “déjà vu”, sabes a qué me refiero: comprendes que pudo haber pasado antes: en otra vida o ayer; que puede estar sucediendo en el futuro inmediato que tu mente aún no procesa.

Si te arriesgas a la ficción de los sueños premonitorios o a la utopía de los recuerdos ancestrales, coincidirás conmigo: el tiempo no es cosa lineal, Einstein tenía razón; los adivinos podrían existir y la reencarnación explicaría las complejidades del tiempo cíclico: Doce monos, El Relato más hermoso del mundo, Funes el memorioso... Todos ellos serían parte de la inescrutable irrealidad del oxímoron y de lo incomprensible: pasado del futuro, anacronía temporal, visión irreal.

28.2.16

[Cuento] Pasos perdidos.


En la calle Ayacucho, poco antes del 555, apenas unas cuadras después de Corrientes, hay un tipo parado frente a la vitrina. Le duele tanto el estómago que tiene que plegarse de vez en cuando. Por eso, cuando se da cuenta que lo que mira es el consultorio de un acupunturista chino, se dice que tal vez ahí esté la solución. 

Entra. Lo atiende una mujer argentina, unos cincuenta y cinco años, lentes setenteros, mallones y revista de vanidad en la mano (¿Hola, Vanidades, Glamour?). Lo mira por encima de los lentes, con la cabeza agachada sobre la revista y frunce la nariz. Él retrocede hacia la vitrina y constata que efectivamente está en un consultorio chino. Mira alrededor y le tranquiliza el gato dorado que nunca deja de mover la mano y el pequeño arreglo de bambúes. Se arma de valor y pregunta. 

9.8.15

Los Razors [Cuento]


En las impertinencias del exceso de seguridad y después de un ataque de un grupo fundamentalista llamado los Razors –que no solo reivindicaban su derecho a rasurar América de todas las razas distintas a la anglosajona, sino que además usaban como arma rastrillos de hoja de acero desmontable- el gobierno federal estadounidense emitió la consigna de que no permitiría que los pasajeros en vuelos aéreos transportaran consigo rasuradoras de ningún tipo.

Pronto siguieron la disparatada regulación los países alineados, al poco rato los nacionalsocialistas y finalmente el restante 30% del planeta. Las rasuradoras desaparecieorn de las maletas de viaje y dieron por crecer las áreas capilares: barbas de más de tres días, axilas erizadas, tobillos oscurecidos y bigotillos masculinos y femeninos. 

23.5.15

[Cuento] Isla

Desde que llegué aquí perdí la brújula. Yo no era nadie... no era más que un humano desplazado por sus sueños. Trasladado por sus sueños. Me movían como un barco sin ancla. Un tiempo en la rada, luego un golpe de ola y de nuevo en alta mar. Así viví durante cincuenta años.

Pero un buen día me encontré una isla. Con cocos y palmeras; musas y langostas. Era como el sueño del pirata abandonado por el capitán de pata de palo y parche en el ojo. Mejor solo que fregando la cubierta mientras recibes patadas en el culo. Las musas abrían los cocos con las manos y una pequeña cuchilla. Parecían muy diestras en el arte de recibir náufragos. Me faltaba un poco de ron, pero lo encontré en un barril que seguramente había logrado tirar por la borda filibustero abandonado. Como Jim el del cáñamo, el que se olvidó amarrar el cañón antes de la batalla y luego tuvo que rescatarlo para evitar que el barco se volteara. Inolvidable escena: el capitán le entrega una medalla por su honor y arriesgar su vida para detener el cañón. Todos le rinden pleitesía y al finalizar la ceremonia se instala la corte marcial: Jim es enjuiciado por no haber amarrado el cañón y haber puesto a la tripulación en peligro. La única decisión, la del capitán, es ineludible: debe ser fusilado. Por el honor de la tripulación. Sublime, Umberto Eco. 

28.4.15

[Reflexiones] Sobre el arte de callar. Cuento-realidad

Mis dos abuelas eran especialistas. Sabían abrir la boca en las ocasiones apropiadas: nunca antes, nunca después. Eran tan diferentes y no obstante, compartían esa habilidad de callar y bajar mirada y orejas como Yoda frente a Luke, o como niño regañado que enfoca al piso contando las hormigas mientras registra todo en aquella imborrable parte del subconsciente. 

Y sin embargo no dejaban de decir lo que pensaban, un poco como Galileo que capituló pero les dijo que sin embargo, se movía. Así eran mis abuelas: vaticinaron la desintegración familiar y la llegada del anticristo familiar como el oráculo dijo que Roma ardería. Sabias, sabias, viejas sabias. Pero nunca lo dijeron en voz alta porque no querían dejar de ser las dulces abuelas. Sólo un par de miradas cómplices o una tarde acompañándolas frente a las novelas podían hacerlas hablar. Cuando entendías sus expresiones te dabas cuenta que dialogaban -literalmente- hasta por los codos. Pero nadie, salvo un par de observadores, lo sabía.

5.4.14

[Cuento] Ficción

Un buen día calló.
Tiempo antes cayó. No hay golpe más fuerte que el descrédito. Que digas que eres transparente y que te respondan que el silicón también, "y no por eso carece de químicos" es como un atentado a tu amor propio.

Y eso de que lo propio nunca sea tuyo es como una mentada al capitalismo. En los tiempos de mercado? Pero no, no era de ella. O de él. Él no sabía qué quería ella, ni ella qué esperaba él. Todo era un criptograma. Como hoy. Sólo sabía que lo que escribiera sería siempre un posible epitafio. Bastaba con darle la retórica de un buen tango. 

26.10.08

[Cuentos] La historia de las dos torres

Esto sucedió en algún momento entre el siglo XIX y el XX: en Francia se festejaba el 100 aniversario de la revolución francesa y alguien ofreció un monumento para festejarlo. Gustavo fue llamado para hacer los planos y dar su idea.

Al mismo tiempo, a miles de kilómetros, en un lejano lugar del nuevo continente, un hombre, Miguel, tuvo una idea similar de construcción: pensaba edificar una torre muy alta para vigilar la pradera de su pueblo y así poder evitar los continuos ataques de los zorros que se comían las gallinas de la comunidad.