Cuando viajo tomo notas. Tomo otras cosas, pero lo que más tomo son notas. A veces lo hago en el celular, otras en pedazos de servilletas, en ocasiones grabo audios, hago fotos o vídeos. Me he encontrado notas en la billetera o en una libreta después de años. Pero la vida pasa más rápido que las historias que quieres contar. En mis treinta me dije no era todavía el momento de sentarme a escribir, sino de continuar levantando información.
Luego llegué a cuarenta y pensé que tal vez era tiempo de contar algunas –¿Qué tal si me muero y nunca las escribo?– así que puse varias en papel: cuentos, relatos, una novela, ensayos... el Blog del Andaryego, que me acompaña desde 2006 se ha ido llenando poco a poco, poro a poro. Ahora, a la mitad de la cuarentena (por doble partida: la impuesta por el gobierno y la de los nueve lustros de existencia), siento que hay que jugar a las dos cosas: vivir mientras rescatas pensamientos y los pones a la vista de los demás.