17.5.20

[Viajes] Yosondúa. Molinos de agua, cascadas e historia.


Cuando viajo tomo notas. Tomo otras cosas, pero lo que más tomo son notas. A veces lo hago en el celular, otras en pedazos de servilletas, en ocasiones grabo audios, hago fotos o vídeos. Me he encontrado notas en la billetera o en una libreta después de años. Pero la vida pasa más rápido que las historias que quieres contar. En mis treinta me dije no era todavía el momento de sentarme a escribir, sino de continuar levantando información. 

Luego llegué a cuarenta y pensé que tal vez era tiempo de contar algunas –¿Qué tal si me muero y nunca las escribo?– así que puse varias en papel: cuentos, relatos, una novela, ensayos... el Blog del Andaryego, que me acompaña desde 2006 se ha ido llenando poco a poco, poro a poro.  Ahora, a la mitad de la cuarentena (por doble partida: la impuesta por el gobierno y la de los nueve lustros de existencia), siento que hay que jugar a las dos cosas: vivir mientras rescatas pensamientos y los pones a la vista de los demás.

5.5.20

[Reflexiones, poesía] Antropoceno, Roboceno, aún podemos cambiar

Roboceno

Cuando lo más cercano a un beso es devorar un mango con ansia,
lo más parecido a un abrazo es el roce de la esponja con tu propia piel,
y lo más cercano a una fiesta es una llamada a través de la pantalla,
es el momento de preguntarte qué hiciste mal.

Cuando lo más similar a la agricultura es cultivar en una maceta de balcón,
hacer el viaje de tus sueños desde un cómodo sillón,
y la comida más sabrosa viene en lata, conserva o motocicleta,
ha llegado el tiempo de hacer algo. Algo.

En el momento en que nos impulsa el miedo, y no la esperanza,
cuando miras al vecino con temor, a tus apegos con adoración,
es cuando te das cuenta que la era de la humanidad ha terminado,
y entramos de golpe a la del robot, al roboceno.