13.12.15

[Escribir] De la hoja blanca a la hoja llena: ¿es difícil escribir?

Libretas, recortes, historias, cuentos y tecnología para escribir
Mi historia se remonta a los diecisiete años, dicen que un poco tarde para comenzar, pero eso siempre será una cuestión de enfoques. Borges publicó a los 16 por primera vez, aprendió a leer a los 3 e hizo su primer poema como a los diez. Pero Borges era Borges. Yo solo quiero contar cómo uno se inicia en la escritura y deja de lado el miedo de la hoja blanca

Decía que comencé antes de ser mayor de edad: mi madre, un poco antes de que yo hiciera mi primer y único viaje de mochilero a Japón, me regaló una libreta con un logotipo que sería por muchos años el de mis libretas favoritas. No, no era Moleskine, era un símbolo de la Universidad de Tamkang, en la que trabajaba mi viejo. Dato curioso: mi padre es quien siempre estuvo más cerca a las letras y la intelectualidad, pero fue mi madre la que me dio la libreta e inició este proceso. 


Antes de la libreta, siempre tuve recortes: de periódicos y de revistas; etiquetas, caricaturas, cosas que me llamaban la atención y que me inspiraban. Leer siempre fue una pasión y afirmo, sin dudarlo ni un segundo, que para escribir hay primero que leer, y que si no tienes la idea clara es porque no has leído suficiente: no tienes algo interesante que decir. Es, además, un vaivén constante: lees y plasmas; plasmas y luego lees. Una especie de ying y yang; un círculo interminable y sin inicio. Tus lecturas influyen tus textos y tus textos definen tus lecturas... Aunque siempre hay que darle espacio a la espontaneidad y a la oportunidad de sorprenderte. No te claves.

Leí, leí, leí. Eso mismo dijo Werner Herzog en una entrevista que le hicieron, respondiendo a la pregunta "¿De dónde saca usted la inspiración?". El tipo dice "read, read, read..." unas veinte veces seguidas. Éste es el link al post que hice sobre esa master class. 

Recuerdo también otra fórmula, de García Márquez, ésta. La leí en un libro acerca de un taller que lo había tenido por exponente principal y al que los participantes habían llegado tras haber sido seleccionados sus textos. Su recomendación era simple: escribir todos los días y a toda hora, porque "así, cuando llegue la inspiración, los agarrará sentados y con la pluma en mano". Eso dijo El Gabo, quien no tuvo problema en escribir libros con más de 400 páginas. "Poner culo en silla", decía uno de mis tutores en el doctorado, de forma menos elegante pero más pragmática.

Los borradores de Borges
Y ahí entramos a otra cosa: el proceso. Dicen que cuando uno escribe un cuento, tiene muy claro el final. No recuerdo quién lo dijo, pero era algo así como "el cuento tiene que durar lo que uno se tarda en escribirlo: una sentada". En el camino podrás modificarlo, pero en lo grueso, está listo. Una novela es otra cosa: escribes y los personajes cobran vida. Se pueden morir en el camino, cambiar de pareja o volverse contra ti. De una tesis, ni hablar: sabes (a veces) cómo inicias, pero no tienes idea de cómo terminará (o si lograrás finalizarla). Me encantaba, en Buenos Aires, en el Centro Cultural Borges, ir al primer piso y ver un par de páginas de sus borradores: taches, adiciones, nuevas frases, pero todo en corto. Borges buscaba la palabra, García Márquez una frase. Uno hacía novela y el otro, cuento. Sajón frente a Latino.

Uno llega a la hoja blanca tarde o temprano y lo mejor que puede hacer es comenzarla a llenar. Mi máxima es que cuando algo sobra se puede eliminar; pero si algo falta, es porque aún no está hecho. Siempre pensé que el peor crítico es el que tienes en el espejo. Hay que dominarlo: autocensuramos las primeras frases y olvidamos que son ideas iniciales, lo que otros llaman "lluvia de ideas". Déjalas salir, ponlas ahí y permíteles que poco a poco hilen con el resto. No importa si no te gustan: lo más probable es que regreses a por ellas y las muevas de lugar o las elimines, pero siempre habrán servido para iniciar. Escribe, que ya habrá tiempo que otros lo deshagan; la hoja blanca es como la vida: hay que llenarla.

Por supuesto, después viene la calidad, el contenido, la trama, la coherencia y más, pero eso se hace en el camino. De gran importancia, la apertura hacia los comentarios, y las habilidades de escuchar y observar, que se adquieren con los golpes de la vida. En suma, después de la hoja blanca no hay fórmulas, todo es contenido y tiempo. Y algo más: nadie que yo haya leído, no está al menos subrepticiamente reflejado en su obra. Quien escribe debe estar listo para desnudar una parte de su ser.

Posts del Andaryego por año 
Después del problema de la hoja blanca viene el de la hoja llena. ¿Cómo darse tiempo suficiente para escribir todo aquello que a uno le gusta? Cualquiera que vea la imagen de la actividad de este blog podrá constatar que 2015 corre el riesgo de ser el menos productivo de la historia del Andaryego y que si lo logra, apenas superará al 2009, cuando estaba en sus correrías en la selva del Perú. Ése es el problema de la hoja llena: además de este blog, quien suscribe mantiene un blog del trabajo y las redes sociales del mismo. 

Y por si fuera poco, básicamente vive de escribir todo aquello que hace en la vida práctica: artículos sobre investigación, informes finales de consultoría, estrategias de comercialización, etc. ¿En qué momento puede otorgarle a su pasión un poco más de su tiempo? Escribir es una ocupación de tiempo completo. Eso sí, no olvides que unas cosas son las que alimentan (el espíritu) y otras, las que dan de comer.

Así que si estás preocupado(a) en este momento por la hoja blanca, sigue leyendo un par de cosas más y pon manos a la obra. Olvídate de los demás y de ti mismo. Simplemente deja que la pluma te lleve, que las ideas se conviertan en palabras y escribe. Escribe, escribe, escribe, escribe, escribe. Escribe. 

Ya después recortarás. 

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