15.3.09

[Reseñas] Le Clézio - La cuarentena


En una de sus últimas páginas, Le Clézio escribe lo siguiente:

"no hay que olvidar nunca a los primeros inmigrantes que llegaron a Mauricio, procedentes de Bretaña, huyendo de la hambruna y de la injusticia, buscando un nuevo Eden [...] a todos los que la compañía más cruel que jamás haya existido engañaba y abandonaba en las islas lejanas, y a expensas de los cuales se cobraba cada año su libra de carne.

No hay que olvidar a los barcos negreros de nombres espantosos, el Phénix, el Oracle, el Atenor, el Prince Noir, cada uno con su cargamento de medio millar de hombres, mujeres y niños capturados en las costas de Mozambique y en Zanzíbar, en Madagascar. Encadenados de dos en dos, transportados en el fondo de la bodega, en un espacio de cinco pies y cinco pulgadas de largo por quince pies de ancho, y de de dos pies y seis pulgadas de alto. [...] Tampoco hay que olvidar jamás a los culis indios, los peones embarcados mediante engaños en Calcuta, en Madrás, en Vizagapatnam, a los jóvenes raptados en los poblados por los arcotis [...], no hay que olvidar tampoco el Hydaree, que zarpó de Calcuta en enero de 1856, cargado de inmigrantes, procedentes del Oudh y de Bhojpur, que huían de la hambruna y la guerra, de la represión inglesa contra los cipayos insurrectos, y que fueron abandonados durante meses en los peñascos desnudos de Plate y Gabriel..." (clic a seguir leyendo)


La historia del mundo: explotadores contra explotados. ¿Cómo no ponerse a pensar, cuando se lee este libro, en la forma que occidente le ha dado a nuestro mundo: moviendo la mano de obra y las materias primas de un lado a otro con el único interés de satisfacer el beneficio económico de unos cuantos europeos que hoy descansan sobre sus sólidas economías creadas a costa del esfuerzo de millones de hombres esclavizados a una vida miserable de la que apenas unos cuantos han escapado?


Hace ya más de quinientos años que estamos a la merced de los movimientos económicos, que el mundo se ha impregnado de injusticia, sobreexplotación y abuso colonial: trabajar para llenar las arcas del primer mundo.

La prosa es mágica, descriptiva, clara, viva y contundente. Podría ser una influencia de Camus, con esos personajes tan humanos, con sentimientos que afloran en todo momento y cuentan lo que sienten, sin tapujos, apenas trazando los límites entre el instinto animal y la consciencia humana; es también un libro de viajes y de aventureros que van por el planeta en busca de su pasado, de un escollo del que se puedan agarrar para no sentirse extraños al mundo; hombres que necesitan saber de dónde son.

Estamos en principios de siglo, un barco parte desde Europa hasta las Islas Mauricio, llevando a unos migrantes que terminarán por ser obligados a hacer una estadía que durará más de cinco meses en una pequeña isla llamada Plate debido a un brote de viruela que los forza a una cuarentena. A partir de ahí, Léon narrará la historia de esos cinco meses en que el animal sustituye lentamente al ser humano, un tanto por la necesidad de sobrevivencia, pero también un poco por esa búsqueda de las propias raíces y termina por permitir las condiciones de vida más deplorables.

Dos hermanos, Jacques y Léon, acompañados por la esposa del primero, Suzanne comenzarán a darse cuenta de las grandes diferencias que, en el fondo, existen entre ellos y que nunca habían aflorado sino hasta el momento en que los aspectos cruciales de la aventura surgen (la necesidad de exiliar a los enfermos en una pequeña isla de nombre Gabriel, sin las mínimas condiciones humanas, o la protesta ante la toma del poder por parte de uno de los pasajeros que más carecen de ética). Es entonces que notarán cómo les une un pasado común, pero su futuro se separa más y más, sobre todo cuando el benjamín de la familia conoce a Suryati, esta india de raíces europeas que ignora ella misma su linaje.


Seguramente algo de lo que me identificó con el libro tiene que ver con el hombre que deja atrás su pasado para ir en busca de una nueva aventura, que decide abrir sus brazos al mundo y los ojos ante las nuevas expectativas: son Léon, el hermano de Jacques y Léon, el sobrino del primero quienes se encargan de contar la historia en primera persona: el primero buscando su tierra de nacimiento y el segundo a su tío-abuelo desaparecido después del rescate que los llevó a la Isla de la Reunión una vez terminada la Cuarentena.

Finalizo este post para ir en busca de otro libro del mismo autor, con otro extracto: "..Y yo me he convertido en Léon, el que desaparece, el que da la espalda al mundo, con la esperanza de regresar algún día y de gozar con la ruina de quienes lo desterraron. Al igual que Léon en el gélido internado de Rueil-Malmaison, sueño con el mar deslumbrante, con el batir del mar contra las rocas negras de Anna. Un día regresaré y todo será uno de nuevo, como si no hubiera transurrido el tiempo. Volveré, y no será para poseer la fortuna de los azucareros ni la tierra. Será para reunir lo que fue dividido, los dos hermanos, Jacques y Léon, y de nuevo se unirán en mí los dos ancestros indisociables, el indio y el bretón, el terrateniente y el nómada, esos dos aliados míos que viven en mi sangre, y, con ellos, toda la fuerza y todo el amor del que eran capaces."

¡Buena lectura!

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