Los que trabajamos con proyectos de "desarrollo sostenible" nos enfrentamos siempre a una infinidad de contradicciones: ¿es realmente la solución para la mejora de condiciones de vida? ¿hasta dónde podemos realmente contribuir en ello con una visión "desde afuera"? ¿Comprendemos realmente las necesidades de aquellos con los que trabajamos? ¿Qué mecanismos utilizar para lograrlo?
Siempre he creído que es mejor intentar, que no hacer nada. Dejar las cosas como están me parece una idea bastante "romántica" en un mundo en el que TODO cambia TODO el tiempo. "No hacer" también implica tomar una decisión y, como alguien dijo antes, "tarde o temprano el cambio llega", así que mejor estar preparados: es muy fácil decir que no queremos televisión cuando ya la hemos tenido, pero quien nunca la tuvo, siempre querrá probarla.
Mi preocupación ha sido la de aportar una visión: que aquellos con quienes trabajo puedan conocer "otra forma" de hacer las cosas y después decidan qué es lo que quieren. No negaré que el debate da para mucho más (tal vez por eso estoy estudiando un doctorado al respecto) pues estos cambios siempre se hacen en desigualdad de fuerzas: nuestros "socios" no siempre conocen cómo "funciona" (¿funciona?) el mundo "occidental" y por otro lado, tendemos a reproducir mecanismos que terminan por orillarnos a mundos economicistas y de consumo.
Pero justo ahí está el reto: en el intento de entender, en la búsqueda de cambios que no nos lleven a extremos y sí nos permitan al menos prepararnos para los embates del duro capitalismo: quedarse atrás también implica no prepararse para un fulminante golpe del futuro.
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