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Carolina, 34 años, Segundo año del doctorado en Ciencias Sociales. Mexicana en Argentina.
Hasta ahora, el doctorado ha sido para mí:
Una experiencia de vida. Salir de México y enfrentarme a otro lugar, otro clima, otra forma de nombrar las cosas, otras cosas, otro contexto, me ha demandado mucho más que estar dispuesta a cumplir el objetivo de estudiar. Ha sido una invitación contínuaa aprender más allá de lo que se ofrece "académicamente". ¡Hay que vivir! Se necesita conocer amigos, salir y cuidar compañías que se muestran presentes, mirar cine, compartir otros disfrutes, leer al antojo, perderse un rato en la ciudad, caminar por que sí, charlar con quien va en el camino y esas etcéteras que son la vida del día al día.
Una oportunidad para cuestionarme. Hay muchas preguntas que aparecen y siguen ahí mientras hago el doctorado. Tal vez tan importantes como obvias: ¿Qué hago aquí y para qué? ¿Qué hacer después? ¿Por qué me gusta? ¿Cómo articulo el doctorado con los demás ámbitos de mi vida? Sin embargo, más allá de esas preguntas personales que hay que estar revisando, el hecho de confrontar otras formas de ser y de actuar, otras características de la vida cotidiana, de lo político, lo cultural... quedo obligada
a cuestionar porqué somos lo que somos como mexicanos y a re valorar lo que hemos construido, lo que hacemos y lo que queremos para el país. El país te sigue junto con sus problemáticas, herencias, glorias y penurias. Además, en Argentina he sentido la demanda constante de tener que saber más sobre el arte, la cultura, la ciencia y hasta la producción televisiva de México, pues nos aprecian desde diferentes aristas.
Una oportunidad para interesarme en lo nuevo. Nuevas palabras, nuevos amigos, nuevas experiencias, nuevas rutas, nuevas comidas, nuevos aprendizajes en todos los niveles. Es enriquecedor pero puede agobiar si no hay esa apertura y flexibilidad de quien no para de buscar.
Un ensayo de autonomía (¿y soledad?). La forma con la que se plantea la formación doctoral lleva una demanda singular de autonomía. Es uno quien decide y marca el rumbo. Queda en uno abrirse camino, buscar grupos de trabajo, publicar escritos, "hacerse el campo". Veo el doctorado como un tiempo para hacerse un lugar, a través de un proceso (investigación) y una serie de productos (la tesis y derivadas publicaciones). Literalmente es un deber estar solo en tanto leer y escribir son actividades solitarias.
Digo que es un ensayo porque, durante el doctorado se experimenta lo que será después: aunque uno esté en una institución, también pesa sobre uno la responsabilidad de buscar y plantear proyectos, encontrar financiamiento, investigar y comunicar los resultados.
Una apuesta a largo plazo. El proceso que implica investigar hace el camino para que a largo plazo el doctorado sea más que un papel rotulado con el nombre de una institución. Al menos a mí me importan más los procesos invisibles para ir construyendo la tesis (las interacciones, los aprendizajes) que el título en sí mismo. Hallarse entre personas con intereses comunes, hallar un espacio para enseñar, hallar cómo dar a conocer el conocimiento logrado. Todo eso se invierte a largo plazo: esperaría que el proceso de investigación resulte en otros proyectos dentro del mundillo de la academia y por supuesto, otros proyectos en la vida, otros.
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Edgar, 64 años, Doctor en Antropología Social y Cultural, (Etnología General) y Etnolingüística, École Des Hautes Études en Sciences Sociales. París, Francia. Vivo en México.
Tras haber sido rechazado en la Fondation Nationale de Sciences Politiques de París, a la que originalmente solicité inscripción creyendo que de seguro me admitirían. [...] solicité inscripción en la E.H.E.S.S. temiendo ser rechazado por no contar con la formación de antropólogo y porque en esta institución los profesores eran la crema y nata de la intelectualidad francesa: Claude Lévi-Strauss, Jacques Soustelle, Pierre Vernant y Maurice Godelier, por mencionar unos cuantos. Soustelle fue mi director de estudios y de tesis, y junto con el primero, eran miembros de L'Academie Francaise. ¿Por qué estudiar en el extranjero? En principio porque en México, en esa época no existía el Doctorado en Antropología. En seguida, para romper con el incesto académico -cursar todos los estudios en la madre institución-; en seguida porque constituye una experiencia enriquecedora: vivir otra cultura, conocer así los defectos y las virtudes de mi propia cultura; entrar en un ambiente académico sólido y variado; compartir con otros aspirantes extranjeros y nacionales de Francia los enriquecedores contactos del multiculturalismo y el cosmopolitismo. Alejarme también del ambiente nacional que te hace pensar que como México no hay dos -por fortuna- y que en la época empezaba a deteriorarse. Con mi formación inicial -Derecho- ejercí mi profesión y era sumamente próspero, pero el ambiente abogadil era terriblemente inculto y muy conectado con las cantinas, además de corrupto. Cambié de actividad, cambié de vida y si bien el ambiente académico mexicano no es cien por ciento excelente, se alcanzan logros y satisfacciones, especialmente cuando la docencia -he impartido muchísimos cursos y en general mis alumnos han sido muy variados y la mayoría gustó de ellos- y dirección de tesis -he dirigido muchas- resulta de ayuda a la formación de otros académicos. Et... Voilà.
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Guadalupe. Soy mexicana por adopción y venezolana por nacimiento. Doctor en Letras. UNAM.
Vine a México para hacer el doctorado. Por fortuna fui aceptada en la UNAM, Universidad de la que me siento muy orgullosa no sólo por ser "la máxima casa de estudios" como dicen ellos, sino porque allí encontré verdaderas lumbreras, académicos con convencimiento de que son generadores de conocimiento y que les gusta investigar, escribir, publicar y ayudar a los estudiantes. Sin embargo, y ahí entran las contradicciones, ir a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM me provocaba un estado de estrés que aún recuerdo y se me pone, literalmente, la piel de gallina -y perdón por tan prosaica metáfora-. La inmensidad del edificio, la fauna estudiantil, e incluso la hostilidad de algunos funcionarios públicos que, gracias a sus sindicatos, actúan con auténtico despotismo, hicieron de mi doctorado una experiencia un tanto tortuosa. La atmósfera amable la encontré en todo lo que aprendí, en el alto nivel de mi asesora, Liliana Weinberg, a quien estimo y admiro, como bien decía Samuel, como a esos maestros imborrables a los que se les rinde honesta gratitud. Y la felicidad suprema: ya ser doctora y saber cuánto nos proyecta a nivel académico, pero más aún, llegar a ese Everest maravilloso que tanto ha costado subir. Ahí va pues, mi experiencia.
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(Samuel, 37, 2o año del doctorado en Ciencias Sociales, mexicano en Argentina)
Acá algunas reflexiones que, al menos en mi caso, no hice y me hubieran servido de mucho: Comenzaría por preguntarme si realmente sé lo que es un doctorado y para qué sirve. Olvidarse de que es el "máximo galardón" que puedes obtener en el sistema académico puede causarte dolores de cabeza: necesitas tiempo, dinero, paciencia y tener claro que no es lo mismo que una maestría o un curso de verano. Significa que además del aprendizaje por vivir "fuera de tu tierra", requerirás meterte a fondo en una (o varias) bibliotecas, leer artículos en distintos idiomas y debatir conceptos desde posiciones bien "académicas", es decir, fundamentadas, teóricas y coherentes. Olvídate de las discusiones de café y las charlas de sobremesa. Con los académicos no se bromea: es como hablar de fut con un argentino; de violencia urbana con un taxista; de derechos humanos con un policía o de drogas con Calderón (el presidente de México). Si no has definido una posición respecto a un tema, te vas a tardar el triple... pero no worry, eventualmente lo lograrás mientras tu "sponsor" (tú, la beca, o papi) siga creyendo que tienes madera (sólo que hay materiales/cabezas más duras, huecas, con nudos, malformadas).
Me ha costado (porque no venía del campo académico -ahora ya pienso "campo" y miro a Bourdieu hasta debajo de la mesa-) mucho entender que lo mejor sería tener un "doctor admirado", para que seas un buen "discípulo" (sí, la academia es como la magia, la brujería, el medioevo: los conocimientos se transmiten de "maestro a discípulo") y así rescates lo que él dice y eventualmente debatas sus conceptos y pase lo que dice The Police: que en un momento él descubra "that your servant is your master". Si no tienes un director de tesis y un proyecto claro, le vas a patinar un rato y los primeros frentazos serán duros. De preferencia tienes que creer en algo, pero al mismo tiempo dudar de todo. El estudio doctoral es como decía mi profe Rafa Serrano acerca del crimen perfecto: se hace solo, no se dejan huellas para no ser delatado y por humanidad, se debe evitar el sufrimiento.
Te va a cambiar la vida, para bien y para mal. Siempre pensé que cuando me salían canas, se debía al estrés, y entonces decía que ese trabajo no era para mí y me iba. Pero con el doctorado es distinto: si ya lo empezaste, es difícil bajarte sin sentir cierta frustración. No lo podrás terminar antes de 3-4 años y vas a perder vida social, días soleados, reuniones, fiestas y color en los cabellos (y hasta los cabellos mismos). Ah! También vas a aprender, te vas a sentir más útil a la sociedad, darte cuenta que se vuelve muy complejo sacarte esos nuevos-lentes-que-todo-critican, y te darás cuenta que el mundo "normal" no está hecho para nerds... tal vez entonces te preguntes porqué no lo habías iniciado antes. Mi consejo final: corresponde a un momento de la vida: no antes, no después. Buena suerte!
Me ha costado (porque no venía del campo académico -ahora ya pienso "campo" y miro a Bourdieu hasta debajo de la mesa-) mucho entender que lo mejor sería tener un "doctor admirado", para que seas un buen "discípulo" (sí, la academia es como la magia, la brujería, el medioevo: los conocimientos se transmiten de "maestro a discípulo") y así rescates lo que él dice y eventualmente debatas sus conceptos y pase lo que dice The Police: que en un momento él descubra "that your servant is your master". Si no tienes un director de tesis y un proyecto claro, le vas a patinar un rato y los primeros frentazos serán duros. De preferencia tienes que creer en algo, pero al mismo tiempo dudar de todo. El estudio doctoral es como decía mi profe Rafa Serrano acerca del crimen perfecto: se hace solo, no se dejan huellas para no ser delatado y por humanidad, se debe evitar el sufrimiento.
Te va a cambiar la vida, para bien y para mal. Siempre pensé que cuando me salían canas, se debía al estrés, y entonces decía que ese trabajo no era para mí y me iba. Pero con el doctorado es distinto: si ya lo empezaste, es difícil bajarte sin sentir cierta frustración. No lo podrás terminar antes de 3-4 años y vas a perder vida social, días soleados, reuniones, fiestas y color en los cabellos (y hasta los cabellos mismos). Ah! También vas a aprender, te vas a sentir más útil a la sociedad, darte cuenta que se vuelve muy complejo sacarte esos nuevos-lentes-que-todo-critican, y te darás cuenta que el mundo "normal" no está hecho para nerds... tal vez entonces te preguntes porqué no lo habías iniciado antes. Mi consejo final: corresponde a un momento de la vida: no antes, no después. Buena suerte!
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Anímate y pásanos el tuyo!
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