El tema da para un artículo cargado de ejemplos, pero no será el caso de hoy, pues me interesa sólo avanzar una primera reflexión respecto a la necesidad de cuestionar la historia y reinterpretarla como un ejercicio de crecimiento social que rara vez hacemos en este país: tenemos demasiados fantasmas bien fijados y por miedo a ofenderlos, preferimos guardar su memoria impoluta.
1. Sobre la re-interpretación de la historia
Los estudios culturales -de los que Stuart Hall y Raymond Williams son dos de los principales representantes- surgieron en la segunda mitad del siglo pasado y uno de sus aspectos centrales fue cuestionar la forma en que se contaba y planteaba el mundo: los autores insistían que Occidente había hecho imperar su mirada y por ende, las explicaciones históricas y sociales requerían ser debatidas y cuestionadas de forma que el otro, es decir el "no-occidental" también diera su explicación que argumentaban, era igual de válida.
Muchos años han pasado y son muchos los ejemplos de "re-visión" de la historia. Me permito destacar a algunos (que naturalmente no son los únicos, pero sí de los más trascendentes): Wallerstein y sus cuestionamientos sobre el sistema-mundo; Todorov y su análisis de la conquista de América; Latour y la crítica al "acuerdo modernista"; De Souza, Rist y De Rivero sobre el desarrollo, el "tercer mundo" y "la pobreza". Todos los anteriores, de uno u otro modo han mostrado que no existe una sola "verdad", sino que a ésta la construyen las fuerzas dominantes de un tiempo y espacio determinado.
En los últimos años esta reinterpretación de los eventos que han marcado nuestro mundo crece a pasos agigantados. Son los efectos de la globalización: el aumento en la posibilidad de intercambio de información, el acceso a fuentes de estudio y data histórica (archivos, libros, mapas, obras de arte), la facilidad hacer análisis comparativos e incluso la posibilidad de realizar trabajos "norte-sur"; "Este-Oeste"; "Histórico-geográficos" y toda una serie de investigaciones multi, inter y trans disciplinarias.
2. Mediadores: intérpretes y escritores de la historia
En esta reinterpretación han jugado un rol cada vez más importante los análisis históricos/ biográficos de los mediadores culturales: personas que formaron parte del cambio, a veces como actores centrales y otras como relatores del mismo. Gente que además de ser partícipe fungió como "puente" entre culturas y espacios geográficos pero que hoy son vistos con nuevos ojos: han dejado de ser referencias "objetivas" o de credibilidad absoluta, para ser cuestionados a partir del análisis de sus características (formación, experiencia, posición política) y circunstancias del medio que vivieron (época, medio social, geopolítica). El mediador cultural deja de ser una referencia absoluta y se convierte en una referencia relativa: es una pieza más del rompecabezas histórico-político.
En los últimos días he tenido la oportunidad de comenzar la lectura de un largo libro que recupera artículos académicos sobre la "primera globalización" ("Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en el mundo ibérico, siglos XVI - XIX, editado por Scarlett O'Phelan y Carmen Salazar). Serge Gruzinski, una de las mentes que están detrás del libro, plantea que los mediadores culturales españoles y portugueses jugaron un rol muy importante durante el siglo XVI, no sólo por su participación en el comercio y la globalización, sino por sus relatos, que construyeron -para Europa y para él mismo- la identidad del nuevo mundo.
Más allá de que existan otras miradas sobre la globalización y de que no pueda dejar de pensar en aquel libro llamado "1421 The Year China Discovered the World", de Gavin Menzies (bastante criticado por su falta de evidencia científica pero apasionante porque cuenta cómo en esa época China envió 4 grandes naves con sendos capitanes que circunavegaron el mundo mucho antes que los españoles), el libro mencionado es muy interesante porque tomando como base los mediadores culturales, nos recuerda cómo la historia de América fue escrita por los conquistadores, que en más de una ocasión dieron su versión de lo que vieron, desde sus paradigmas y su religión: interpetando y creando ópticas que hoy en día (al fin, 500 años después!) son muy debatidas. Dice Borja:
"Los relatos de los viajeros franciscanos definían aquellas tierras como algo extraño e independiente a sí mismo. Para acercarse a la comprensión de ese Otro recurrían a su acervo de creencias y a las ideas cosmogónicas clásicas absorbidas por la Cristianidad [...] Sahagún, por ejemplo, no tenía más herramientas para entender la idolatría indígena que las disponibles por la tradición clásica: Al describir a sus dioses habla de "Tezcatlipoca, el cual generalmente era tenido por dios entre estos naturales desta Nueva España. Es otro Júpiter". Asimismo a Chicomecoatl lo identifica con Ceres y, en general, todas sus descripciones para entender la cultura del Otro se llevan a cabo desde lo que le es conocido, su "Aquí"". (2005: 39)
Se comprende entonces, porqué Fray García de Loaisa (Confesor del Emperador y presidente del Consejo de Indias), se haya expresado así de los hombres de Indias:
"Los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana, y son sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos; andan desnudos; no tienen ni amor ni vergüenza; son como asnos, abobados, alocados, insensatos; no tienen en nada matarse y matar; no guardan verdad si no es en su provecho; son inconstantes; no saben que cosa sea consejo; son ingratísimos y amigos de novedades; précianse de borrachos; (...) son bestiales en vicios; (...) son traidores, crueles y vengativos, que nunca perdonan, inimicísimos de religión, haraganes, ladrones, mentirosos, y de juicios bajos y apocados..." (en Borja 2005: 33).Los mediadores nos vieron, nos contaron y describieron así. Esta visión persistió durante siglos: no es raro, por ello que aún hoy el concepto de indígena esté ligado al de salvaje, ingrato, borracho e incluso bestial. Los conceptos, como podemos apreciar, toman mucho tiempo en cambiar. Las más de las veces, estas interpretaciones construyen y son construidas en un complejo juego dialéctico que termina por imponer visiones sobre "el Otro", creando modelos y paradigmas que se graban en las culturas como cinceladas en la piedra. ¿Vale la pena escarbar en la historia para reinterpretarla e ir en busca de nuevas imágenes?
3. Lo que somos, lo que queremos ser y lo que nos hacen ser
El artículo que me animó a escribir este texto se encuentra también en el libro antes mencionado. Lleva por nombre "Una doble inserción. Los irlandeses bajo los Borbones. Del puerto de Cádiz a Perú". En su investigación, la autora (O'Phelan Godoy) relata la experiencia de algunos irlandeses en el mundo ibérico. Sobre todo desde su llegada a Cádiz -capital económica desde la que se hacía la mayor parte del movimiento comercial con el "Nuevo Mundo"- y en su paso por el Perú.
O'Phelan refiere que muchos de los irlandeses dejaban Inglaterra debido a la persecusión religiosa de la que eran víctimas: católicos en un mundo protestante. Al establecerse en España se veían frecuentemente en la necesidad de modificar su apellido (Blanco por White, Molone por Molony, Murguía por Murphy, Chía por Shea, Nebel por Neville) y una buena parte de ellos tuvo que pasar mucho tiempo para nacionalizarse -el imperio español requería de 20 años de residencia en España, con 10 de domicilio fijo, fortuna superior a los 4,000 ducados y estar casado con un(a) peninsular (buen dato para reflexionar el lento, pero innegable, avance en las leyes migratorias)-. Adicionalmente, a varios se les denegó el derecho de comerciar con el Nuevo Continente.
La lectura me hizo pensar que con frecuencia en la historia hay una gran diferencia entre lo que somos y lo que "nos hacen ser". Pensaba por ejemplo en la historia que a muchos de nosotros nos han contado sobre el Batallón de San Patricio (para quien no la conozca, acá se puede ver: http://andaryego.blogspot.mx/2011/06/de-la-dignidad-en-tiempos-de-mercado-de.html) en la que nos presentan a un grupo de irlandeses que desertan el ejército americano y se unen al mexicano (durante la intervención estadounidense en México) porque "identifican la lucha de México vs USA como la de Irlanda con Gran Bretaña". Esta historia es una clara construcción nacionalista que permite justificar que la razón estaba del lado mexicano: en ella se enaltecen valores como el honor, la justicia y la lucha del oprimido frente al opresor. Todos buscan fortalecer la cohesión nacional.
Lo interesante, cuando uno cuestiona y busca reinterpretar dicha historia, es que nada se dice del catolicismo de los irlandeses, ni se refiere a los entretelones: ¿Les ofreció mejores condiciones el gobierno mexicano? ¿Quiénes eran: mercenarios, luchadores sociales, aventureros? Algo es claro: ignoramos lo que eran los integrantes del Batallón de San Patricio, pero sabemos que la historia contada por los mexicanos los ha hecho ser héroes (en la de USA son sólo traidores).
4. En conclusión: ¿cuestionar o fijar?
La interpretación de la historia es poderosa y peligrosa, sobre todo en los tiempos actuales: para muchos es mejor no hacerla y dejar que las viejas construcciones históricas que sostienen el statu quo permanezcan porque al final, cambiar es complejo y arriesgado. Es por eso que la mayoría de las revoluciones -a veces sin darse cuenta- no propone nuevas formas, sino un regreso al pasado: "antes estábamos mejor".
Hace unos días tuve la oportunidad de plantear a un amigo la noción que llamo "ruralidad fijada". Grosso modo, sugiero que hay una gran cantidad de conceptos que son capturados por grupos de poder y que sirven para construir una identidad: esta identidad dificilmente es debatida y contestada porque ha sido "naturalizada" (es decir, aceptada sin cuestionamiento alguno). Es el caso de la ruralidad en muchas partes de nuestro país: se nos insiste que ésta forma parte de nuestra tradición y como tal debemos preservarla, aunque veamos que ni social ni económicamente responde a las necesidades actuales de la población o al rumbo que el mundo toma: tenemos que ser "pueblos mágicos", "pueblos rurales", "ecoturísticos", hacer "turismo rural comunitario", porque esa es "nuestra vocación".
¿Somos rurales o nos hacen serlo? La fortaleza del cuestionamiento radica en el replanteo de la pregunta: tal vez lo que nos debemos interrogar es ¿qué es lo que queremos ser? Poderosa y peligrosa pregunta que desestabiliza tradiciones, hábitos y grupos de poder.
En los tiempos que corren (que by the way, siempre han corrido), sería bueno que hiciéramos un rico ejercicio de cuestionamiento y reinterpretación de nuestra historia. Lo más probable es que terminemos todos en la oficina del psicoanalista, porque el asunto es que hace mucho que no nos preguntamos qué queremos ser y que más bien, dejamos que otros nos hagan ser lo que a ellos conviene.
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