Mi relación con Facebook siempre fue un poco tormentosa: hace 2 o tres años decidí entrar por cuestiones políticas y lo dejé un poco en stand-by. La semana pasada me contactaron algunos amigos y pensé en darle un poco de impulso. Pero justo anoche, después de haber solicitado a varias personas "ser mis amigos" en Facebook me di cuenta que ese amor a la banalidad simplemente no es lo mío y listo. Decidí cerrarlo.
En 2012, cuando estaba en Argentina y trataba de acercarme a otros mexicanos por las cuestiones políticas de las elecciones me di cuenta que todos los compatriotas en sus años veinte me decían que la reunión se agendaría "por feis". Así que no me quedó otra que hacer un perfil y comunicarme con ellos por ese medio. Y no hice más que aceptar a ese grupo de personas, a pesar de que un día mi hermana se dio cuenta que tenía mi perfil y me pidió "ser amigos". ¿Amigos? Me dije... ¡Pero si somos hermanos!
Y no lo toqué más sino hasta hace unas semanas. Comencé por hacerme amigo de otros amigos y de pronto alguien de la secundaria me contactó porque mis amigos (mis ex-compañeros de clases de hace 27 años) realizarían una reunión de generación... Y comencé a leer sus biografías y a recibir solicitudes de otras personas que vieron que usaba más y más mi cuenta. Así fue como de pronto me encontré con casi 90 amigos, fotos de niños, de lo que desayunan mis amigos, de los chistes banales y memes sin sentido que la gente "likea" o comparte; de los videos de la señora perturbada mentalmente que baila samba frente a un auto deportivo o del niño que se pone un disfraz de minion (¿así se escribe?) y se cae de frente mientras su padre -cagado de risa- continúa filmando el video que le generará más y más "likes"...
Y así fue como me di cuenta de que quiero a muchas personas y de que es un enorme gusto volverlos a ver, pero que no me interesa saber lo que desayunaron o si vieron a su tía, cumplió años su abuelita o su hijo ganó el certamen de poesía. Lo siento, no puedo ser parte de la agenda de la banalidad cuando este país se cae a pedazos y otros estrenan zapatos, cambian de novia o se divierten con la jodidez del hombre que baila sobre las piedras sin sandalias... Facebook era bueno cuando me entregaba el contenido de personas con las que compartía un sueño, una vida, un ideal, pero deja de serlo en el momento en que me veo forzado a leer aquello por lo que no pregunté.
Lo siento, lo siento y los siento. No soy capaz. Me rehuso a que me "stalkeen", me niego a "stalkearlos" (esa cosa que básicamente es chismear sobre la vida de los demás sin que ellos te vean). Rechazo encontrar al amor de mi vida o avivar el fuego de las cenizas que quedaron, a través de un mecanismo de frase cortas, iconos infantiles y manitas con el dedo pulgar levantado... en una pantalla. Si ya padezco de adicción al trabajo, ir al Facebook para pegarme otras horas viendo cómo cada uno alimenta su ego, me parece más patético que tomar café en Sanborns... Vuelvo a mi viejo blog, seguiré con Twitter, LinkedIn y me esforzaré por hacer nuevos amigos a la vieja manera: hablando con las personas en la calle. Tal vez me cure de mis adicciones y hasta genere nuevos contactos.
En tanto, que los dueños de FB se queden con los contenidos que publiqué y dicen ahora les pertenecen o simplemente los venden a gobernación o el FBI.... Cuidado con las letras chiquitas.
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