Noviembre me ha tenido fuera de casa y con muchas novedades. Después del acelerado paso por Guyana que es aún un capítulo sin terminar, me moví a la Riviera Maya que sin duda es otro capítulo en sí misma. Si bien pienso abordar el tema de sus personajes, congresos e historias pronto, por ahora solo dedicaré un tiempo a un par de recomendaciones bibliográficas de vacaciones. Porque también de vacaciones vive el hombre: Herejes, de Leonardo Padura y Vicio Propio de Thomas Pynchon.
Herejes, de Leonardo Padura.
Vicio Propio, de Thomas Pynchon
Pynchon T. 2011. Vicio Propio. Tusquets Editores.
PS: Ah! Una nota al calce. Mal por la traducción al español ibérico, que en México queda bastante corta.
Leer a Padura es para mí como regresar un poco a Fantomette o Tintin. Es divertido y atrayente, aunque no constituye lo que llamaría literatura de alto nivel. Por supuesto, reconozco que "El hombre que amaba a los perros" es una excelente obra en la que cuenta con lujo de detalle la vida de Trotsky y la enlaza con la de Ramón Mercader, su asesino, pero al mismo tiempo pienso que sus otros relatos pierden fuerza, pasión y contenido histórico.
Su personaje principal, el policía Mario Conde (casi un detective al estilo americano) siempre resuelve líos intrincados en los que las historias de cada libro se entrelazan, haciendo que casi se vuelva una obra de fascículos coleccionables (de ahí mi referencia a Tintin o Fantomette). Y no es que eso sea malo o aburrido, pero digamos que lo lleva a eso que los escritores hacen con frecuencia: repetirse tras haber encontrado una fórmula que les permite imprimir y comer. Nada malo en eso, solo lo considero inversamente proporcional a la creatividad.
En Herejes, Padura hace una apuesta distinta: vuelve a la novela histórica, pero también inserta a su detective habanero y hace que la aventura de un cuadro de Rembrandt, que pudiera ser mucho más rica, se mezcle con relatos de emos, exiliados y amores románticos de carnes sudorosas y apasionadas. Es como si de pronto Tintin hubiese querido resolver el secreto de la vida de Da Vinci mientras el Capitán Haddock juega con el profesor Tournesol a la guerrilla latinoamericana en Alcazaropolis y la Castafiore pervierte a un costeño dominicano. Ni verdad ni ficción, sino todo lo contrario.
Por supuesto, la prosa es rica, el texto entretenido (ronda las 500 páginas) y salta del siglo XVII y la historia de la cacería de los judíos en Amsterdam al siglo XX y las desventuras de los Kaminsky, una familia de refugiados judíos que tuvo la mala suerte de estar en un barco que en 1939 fue impedido de desembarcar en Cuba, luego en Miami y terminó por volver a Europa, donde sus ocupantes fueron puestos a disposición de los alemanes del austriaco Hitler. Todo se encadena gracias al cuadro, que en realidad no fue pintado por Rembrandt, sino por uno de sus discípulos -un judío de nombre Elías Ambrosio Montalbo de Ávila- que después pasa como herencia entre generaciones hasta que cae en manos de la hija de un burócrata corrupto que se lleva la tela -sí, créalo usted, señor lector- en una lancha que huye hacia la siempre salvadora Miami.
En fin, después de leer unos cuatro o cinco libros del hombre que recibía el premio Princesa de Asturias (antes príncipe), me declaro un poco aburrido de los personajes y salvo que lea algo tan bueno como aquella historia de Trotsky, me temo que dejaré a don Leonardo en el anaquel de novelas para las vacaciones y los fines de semanas.
Una última nota: me pregunto si a Padura, no le habrá faltado un acento en el acta de nacimiento, porque a mí, me gusta que suene a Pádura. Solo porque las esdrújulas son más fuertes, son altaneras, valientes, con personalidad... tal vez en su próximo libro.
Padura L. 2013. Herejes Tusquets Editores.
Vicio Propio, de Thomas Pynchon
Elegir un libro cuando estás de vacaciones, has terminado un congreso y lo que menos quieres es meterte en temas serios es complejo; hacerlo con una librería Sanborn's como única alternativa, aún más. La selección fue una especie de libro policiaco, con la imagen de una vieja camioneta de surfers californianos en un crepúsculo costero. Literatura barata en tiempos de gringos en Playa del Carmen. ¿Se podía pedir algo más?
Casualmente, la misma colección (andanzas) es la que editó Herejes y ahora me llevó por una tierra que podría tener paralelo con aquella película de "Malice in Wonderland", esa sátira-parodia de Alicia en el país de las maravillas que había referido años atrás y no deberías dejar de ver (aquí). Y Digo paralelo porque entre fumadas de Cannabis Indica, esnifeadas de cocaína, pinchadas de heroína y deglución de pastillas psicotrópicas, Pynchon consigue hacer una novela policiaca (sí, otra) en la que describe la California de los años sesenta, con todo y su toque de sexo, policías desarreglados mentalmente, empresarios que mezclan los buenos negocios con la distribución de drogas y bandas de rock, jazz y música surf.
Me hizo pensar en esas cosas que leí en mi juventud que podrían llamarse pulp fiction (y me entero después que existe una película basada en el texto, seguramente una "b" Movie). A pesar de todo, algo tiene que en 400 páginas te hace viajar en el tiempo, conocer personajes, pensar en rubias tontas, asiáticas pervertidas y la atmósfera sesentera donde lo único que importaba era mantenerse elevado y sobrevivir entre mafia, billetes falsos con la cara de Nixon y centros psiquiátricos donde las malas esposas dejan a sus millonarios maridos mientras se van de fiesta y follón con sus guardaespaldas.
Doc es un hippie que juega al detective privado y recibe la visita de su ex-novia, quien recibió la propuesta de desaparecer a su nueva pareja, el magnate Mike Wolfmann, en contubernio con la esposa y uno de sus guardaespaldas. No, nada nuevo bajo el sol, pero una trama constante y simple que se puede leer mientras el sol brilla en tu respaldo y dos morenas de pequeño bikini pasan frente a ti sin siquiera constatar si estás vivo o muerto. Otro gin tonic, linda. Por favor.
Pynchon T. 2011. Vicio Propio. Tusquets Editores.
PS: Ah! Una nota al calce. Mal por la traducción al español ibérico, que en México queda bastante corta.
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