Yo tenía veintitrés años cuando vi la primera Trainspotting. Claro que fue impresionante: era un mundo totalmente desconocido para nosotros, pequeños provincianos toluqueños que apenas llegábamos a escuchar hablar de mariguana y nos quedábamos atónitos ante heroína, coca, sexo, abortos y pastillas. Y sin embargo era parte de nuestra vida porque teníamos la edad de los protagonistas y nos identificábamos en ellos, sobre todo en esa escena donde aparece por primera vez Born Slippy, de Underworld y te dicen una cruda y dura verdad de la vida a los veinte: escoge un futuro, una carrera, una novia y sé parte del sistema porque si no serás un completo fracasado. Eran los tiempos en que, como ellos, soñábamos con futuros más allá de la vida Godínez y la pedida de mano de la novia linda del pueblo.
Ver la parte 2 de Trainspotting diecinueve años después es casi como ver a la Princesa Léa, de Star Wars en el episodio 7: te sientes viejo, te recuerda que el tiempo ya pasó... Pero Trainspotting 2 golpea con más rudeza: Star Wars era ciencia ficción, Trainspotting es la realidad cruda, es una evocación de tu juventud y es un espejo para tu presente: ¿te sientes Spud, Mark, Simon, Franco o sus papás? ¿Lograste escoger tu vida, tu novia, tu carrera, tu refrigerador o tu celular? ¿Eres exitoso o un simple soldado más del sistema? Ouch!
Lo dice Franco: "Tengo 46 años y no he sido exitoso como tú: tú tuviste tu vida, te fuiste a Amsterdam, te casaste y además nos robaste, a tus mejores amigos y nos deshiciste la vida: veinte años en la cárcel". Entiendo que exija venganza: a los cuarenta ya tienes amigos muertos; algunos hicieron sus millones y otros siguen igual de jodidos; unos son esbirros de la máquina capitalista, otros siguen escapándose e intentando refugiarse en vidas fuera de lo común. La ex bonita ya es abogada de una firma importante y te puede defender pero también cagar y recordar que aún te cela: "Esa chica es muy joven para ti". El drogadicto sigue siéndolo y está apunto de suicidarse. Las amistades cambiaron y al mismo tiempo, en el fondo, los quieres tanto como entonces: si con ellos viviste todo el camino que te tiene donde estás.
Cuarentón, te acuerdas de esas viejas canciones, llegas a los bares que ya no son los mismos porque ahora la gente canta en coro y se emociona con Radio Gaga; las mujeres te tiran la onda en el antro y están listas para brincar sobre tu sexo y a ti... bueno, a ti ya te hace falta la ayuda de la pastillita azul. Fuck! El tiempo no ha pasado en vano, pero tal vez tú ni siquiera lo notaste. Qué crudo es verse en el espejo Trainspotting: ¿Escogiste vida, zapatos de tacón, un novio, Instagram, twitter o Facebook, para comunicar tus emociones en forma de data? Elegiste tu futuro o el futuro eligió por ti?
Bien por Danny Boyle: también el director maduró con nosotros. Es una película más ordenada, más fina, más reflexiva, que también muestra la transformación desde la mirada de quien dirige: Edimburgo cambió, el mundo es otro: ahora ya no haces pequeños robos, sino grandes transacciones digitales, ya no buscas dinero con tus tíos y amigos: presentas un proyecto con iniciativa social para transformar el viejo bar de tu tía en una ancla del nuevo barrio, aunque en el fondo quieras hacer tu burdel para la novia búlgara que terminará encontrando la oportunidad de devolverte el Karma de los entuertos que causaste. Sí, el mundo ha cambiado
La secuela del viejo Trainspotting tiene además la maravilla de que todos los actores originales están ahí: igualitos, pero más viejos, con más arrugas, con las heridas y las cicatrices que traza la vida en nuestros cuerpos y nuestras mentes, Los errores se pagan después, que por eso es causalidad y no casualidad.
La música, bien seleccionada; las evocaciones al pasado muy finas y apenas como ligeras referencias, pues no necesitamos más: ¡sí fue nuestra película de culto y basta una nota de la canción para que sepamos de qué estamos hablando! Son dardos finos a nuestra memoria o pequeñas ondas eléctricas que, sin abuso, llegan directamente a ese recuerdo clavado: la tasa de baño asquerosa, el cuarto de Mark, Franco lanzando el tarro hacia el piso de abajo, la aguja que toca medio segundo del soundtrack de 1996. Plum! Directo a la neurona adecuada.
Anoche que le conté a mi hermana que había visto la película y que le recomendaba refrescar la memoria viendo la primera antes de asistir a la pantalla grande me dijo lo más grande: "Pero si la vi ochenta veces y la primera fue suficiente para traumarme, ¿necesito en verdad volver al 96?" Tiene razón: la respuesta es NO. Puedes ir directamente al cine.
Trainspotting 2 también nos recuerda que se han acabado las épocas de lo políticamente incorrecto y vienen las de la mojigatería; que los blogs, junto con la rebeldía, pasan de moda, pero las venganzas y las memorias siguen ahí. No se han ido ni se irán: es nuestro archivo personal quien crece; nuestro cuerpo el que se marca de recuerdos. Hemos aprendido, pero siempre hay algo nuevo que te recuerda que jamás será suficiente porque te pueden volver a cagar. Como dice la reiterativa frase de Spud que será tal vez el único sobreviviente porque se tornará escritor y "el último indígena originario del barrio", first comes opportunity, then betrayal. Una y otra vez.
Nada, recomendarte que, si estás en los cuarenta, corras a verla, pero con cuidado al subir las escaleras, porque los reflejos ya no son los mismos y aunque nos sintamos como de veinte, el cambio es -afortunadamente- como una demoledora: no perdona a nada, ni a nadie. Prueba de ello, serán las imágenes que cierran la película. Sí, aunque no sea tan rápido como uno lo piensa, todo se derrumba. ¡Buena función!
Trainspotting 2 (T2). 2017. Dirige: Danny Boyle; Actúan Ewan Mc Gregor, Ewen Bremmer, Jonny Lee Miller, Anjela Nedyalkova, entre otros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario