3.9.18

Trabajar en equipo... ¿"No, gracias"?

Cuando nuestros ancestros prehistóricos cazaban mamuts en grupo, el trabajo en equipo era una fórmula de sobrevivencia. Con el tiempo aprendimos que laborar en conjunto no era solo una forma de defenderse, sino una manera de organización, sea para la producción agrícola, la construcción o la elaboración de ropa... e incluso para hacer música o bailar. Esta visión, sin embargo, ha cambiado radicalmente: en los últimos años, el trabajo grupal ha sido desdeñado por el individual que, algunos comentan, es más productivo, eficaz y práctico. ¿Vale la pena entonces seguir insistiendo en trabajar “como antes”, en grupos? Desde la experiencia, presento algunas anécdotas y mis moralejas. 

1. El abuelo: Soy uno de esos afortunados que comenzaron a trabajar a los 9 años. A esa edad, mi abuelo materno me llevaba al mercado como traductor para venderles sarapes a los visitantes extranjeros de mi ciudad natal: él vendía y yo atraía a los clientes hablándoles en francés. Además de nosotros dos, Esteban armaba el puesto con alguno de mis tíos, que apoyaba vendiendo o trayendo la comida. En esa primera formación de equipo aprendí lo que era el trabajo. Para el abuelo no importaba el clima, su salud u otra cosa: había que ganar el pan cada mañana y además había que hacerlo con entusiasmo. ¿La frase con la que me quedo? “A lo difícil hay que hacerlo fácil... y a lo imposible, hacerle el intento”.
2. Un simposio: En la universidad quise organizar un simposio y ser el presidente del mismo. Gozaba del reconocimiento de mis compañeros y experiencia de un evento anterior. Se me hizo fácil convocar a una reunión y presentar el plan de trabajo. Todo marchó bien hasta el momento en que mostramos el organigrama de la organización en que Ale y yo nos proponíamos unilateralmente como Vicepresidenta y Presidente. Se armó una revolución en la que se nos acusó de ególatras y dictatoriales. Frustrados y cabizbajos aprendimos la lección y aunque el evento salió bajo ese mismo organigrama, aprendí que “el liderazgo no se entrega por designio, siino que se gana con esfuerzo”. 
3. El vendedor de flores: Recién graduado, comencé a trabajar en la comercialización de flores de corte. Pasado un año me promovieron y me hicieron gerente de ventas de exportación, a cargo también del área de empaque. Mi juventud de escuela privada me hacía sentirme casi dueño, pero tenía un jefe que me devolvía al mundo terrenal: frecuentemente me recordaba que varias de mis tareas de administración de personal no funcionaban y cuando yo le decía que había que quitar a fulano del cargo porque “no servía”, o que “ya les había dicho pero no me hacían caso”, me recordaba que los equipos no son fáciles de gestionar. De él, me quedé con dos frases: 1) “Lo que es lógico para ti, no es lógico para los demás”, y 2) “Si corres a todos porque ninguno te sirve, terminarás por quedarte solo. 
4. En la cooperación internacional: Después de mi maestría comencé a trabajar en un gran proyecto de la cooperación internacional en Perú. Los trabajadores eran “la crême de la crême”, en el sentido de ser personas con mucha experiencia laboral, amplia formación técnica y años de trabajo de campo. Nos exigían mucho y pagaban muy bien. Los reportes se entregaban cada mes, se nos hacía reflexionar y además estábamos a cargo de la relación con entidades de gobierno. Un reto en el que lograr buenas negociaciones era prioritario. Un día, organizando un encuentro para más de 300 personas, una de nuestras colegas de trabajo nos reclamó por qué no habíamos otorgado un mayor espacio al área que ella representaba. Su reclamo fue duro e intenso, pero mi jefe directo no cedió una vez que le pedí apoyo y expliqué la situación. Ese día entendí que a gritos no se solucionan las cosas. La frase de la experiencia: “No aceptamos la violencia física, pero tampoco podemos negociar cuando hay violencia verbal.”
5. Equipo en tándem: En esa misma época conocí a una de las mujeres más brillantes con las que he laborado. Una senior del turismo que me enseñó muchas cosas, incluso a expresar mi opinión cuando no estoy de acuerdo, de una manera directa y franca. Hace más de diez años que somos compañeros de proyectos, grandes y pequeños. Hemos tenido desaveniencias, pero siempre encontrado nuestro espacio. Deliberamos, planteamos nuestras posiciónes, actuamos y aprendemos de nuestros errores. Un día, en una de nuestras consultorías, la Ministro de turismo de un país sudamericano nos dijo que el trabajo, tras dos meses muy árduos, “Wasn’t what she expected”. Después de la rabia y la impotencia, a punto de tirar la toalla, decidimos ir de nuevo a enfrentar y explicar nuestra posición: conseguimos hacer que el proyecto continuara y llegase a buen término. Con ella he aprendido que hasta un mail se debe preparar con calma y calidad. Su frase: “No enviarás nada hasta estar convencido de que es el mejor mensaje y expresa lo que quieres decir.”
6. No eres tú, soy yo: Las relaciones laborales son como las del amor, uno busca entretenerse y pasarla bien, pero si van “en serio” necesitan tiempo para conocerse, hablarse, verse...  y generar confianza. Recién llegado a Oaxaca me acerqué a un grupo con el ánimo de socializar y buscar contactos laborales. Coincidió que llegué justo en el momento en que se elegía una mesa directiva y entré con una planilla, sin conocer a nadie. El triste resultado no tardó en llegar: después de varias desaveniencias políticas, personales y éticas, decidí que era tiempo de partir. Con algunos de ese grupo mantengo mi amistad; a otros, tomé la resolución de no verlos más. Siempre he dicho que “negociar es ceder para encontrar caminos intermedios, y que en toda discusión debe caber la cordura, pero uno no puede esperar a que ésta venga de los otros si uno mismo no la tiene”. Aunque varias veces he dejado de alcanzar mi meta original, trato de avanzar sin dejar “muertos” en el camino.
7. Tomar el riesgo: Y si no conoces a nadie, ¿entonces no haces equipo de trabajo? El riesgo del fracaso siempre existirá. Lo más que puedes hacer es minimizarlo, ¡y qué bueno, porque es una forma de aprender! En ese camino he conocido a muchas personas valiosas con las que he consolidado excelentes equipos. Uno de los últimos ejemplos fue al conocer a una académica y enterarnos días después que había un concurso de CONACYT en el que podríamos presentar un proyecto. Sin experiencia anterior fijamos fechas y tareas... Días más tarde nos llamaron a la CDMX para presentarlo. Sin dudarlo fuimos y aunque no ganamos –y fue una dura lección– entendimos que compartíamos ideales que nos podían hacer trabajar juntos. Aquella vieja frase de “el que no arriesga, no gana” sigue tan válida como nunca. 
8. Sin confianza, no hay mañana: Construir la confianza toma años, destruirla, segundos. En Mi2U, por ejemplo, somos una empresa joven de 4 años de existencia. El principio fue complicado por nuestras formaciones e historias personales. Por si fuera poco, el núcleo operativo es de 3 personas, lo que hace muy fácil que dos siempre vayan contra una. En nuestro caso ha sido distinto: cuando hay divergencia de opiniones, el tercero trata de mediar entre los dos, a menos de que en verdad sea muy claro el lado de lo mejor para la organización, sus principios y sus clientes, para lo que se buscan acuerdos o se deja espacio a la reflexión para retomar el debate en momentos oportunos. Sabemos también que si el equipo es sólido, se encuentran soluciones a todos los retos, pero que al mismo tiempo, “estamos en construcción todos los días y si dejamos de aprender, ya no tiene ningún sentido seguir.” 
9. ¿Y si todo se va a la mierda?: El problema es cuando el compromiso está firmado o el contrato se consiguió pero llegas a un punto muerto... ¿Qué hacer? Una dura experiencia, la única que recuerdo, la viví con una colega con quien tenía poco de trabajar, y un contratante con el que no logramos acordar hacia donde seguir. Nuestra triste solución fue terminar el acuerdo en el punto muerto donde se encontraba. Nos salvó la honorabilidad de lo que llamamos “Los principios en caso de crisis”, que no son otra cosa que los acuerdos de lo que pasará en el caso más duro de que todos nos mandemos a volar. En nuestro caso, las palabras clave fueron cuidar la honorabilidad de todos y no afectar al contratante. Sí, tener un plan B, siempre ayuda en algo. 
En conclusión, trabajar solos no es fácil, pero trabajar en equipo no es menos complejo: la única diferencia es que los equipos llegan más lejos y tienen más capacidad. Estar en grupo puede ser un terror, la alegría más grande del mundo, o todo a la vez, pero difícilmente te podrás escapar de uno. 
Alguien dijo que de nada sirve ser el primero, si terminas llegando solo. También es cierto que todos somos útiles y nadie es indispensable, pero siempre es mejor compartir la soledad y aprender de nuestros errores, que intentar cazar mamuts en solitario. 

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