En mi intento desesperado por no sucumbir al peso del trabajo, continúo buscando mis espacios personales, robando unas pocas horas a la interminable labor diaria, para seguir haciendo eso que es mi pasión: leer y escribir.
Leer tiene dos funciones: aprender y verse en retrospectiva. Reflexionar. Si lo dejas de hacer, te conviertes en una suerte de perro que se muerde la cola, dando vueltas sobre sí mismo, encerrándose en un círculo infinito y destructivo. “Nunca dejes que te pase”, me dijo mi abuelo.
Justamente hoy termino la lectura de Tristes Trópicos (Ed Paidos, 2006 -en español), un clásico de Claude Levi-Strauss, antropólogo y etnólogo francés.