27.1.14

[Libros] México sin memoria. Inspirado por "Fuerte es el silencio" de E.Poniatowska

Gracias Sra. Poniatowska!

Sigo aprendiendo mucho de la historia reciente de mi país.  La lectura de este libro de Poniatowska me ha hecho pensar que hace mucho que se inició la construcción de México. No digo esto con sorpresa sino con pesar: sentimiento de tristeza porque leer lo que se escribió hace más de 30 años y darse cuenta de que ninguno de los procesos se ha concluido crea un sentimiento de impotencia.

Desigualdad, injusticia, coptación priísta, burocracia, retórica política barata, personas haciendo justicia por su propia mano, nepotismo. De eso se quejaban antes de la revolución, después de la independencia y de eso nos seguimos quejando en la primera década del siglo XXI. 
"Hugo amaneció muerto, su cadáver tirado en la carretera, con sólo un rompevientos. Entonces giro por la casa, no sé qué hacer, una horrible desazón por dentro, estoy sola, tengo que ir a dar la clase, quiero mucho a las de la clase, mucho, camino, qué indignación, qué puedo hacer, me encierro con los periódicos, en el UnomásUno veo su fotografía, risueño, joven, un poco borroneado, una amplificación de alguna foto casera, él no era de los que andan posando, su cara redonda un tanto transparente, qué puedo hacer, se les murió, la femoral, le reventaron la femoral, se les desangró, se les fue en un segundo, un burdo torniquete, lo dejaron vaciarse y luego, espantados, lo abandonaron. Pienso en la bestialidad de... ¿quiénes son estas bestias? Y tengo miedo..." (p125)
Historias de desaparecidos (¿Qué sabemos de ellos hoy?), historias de movimientos sociales, de octubre de 1968 (¿Cuántos ex-presidentes han sido juzgados por su participación en la represión de la protesta?). Un libro que debería estar en todas las bibliotecas, algo que nos deberían hacer leer en la secundaria, en lugar del Lazarillo de Tormes, de Platero y yo o de Juan Salvador Gaviota. Una clase para no olvidar. 

Recuerdo que hace un par de años en el doctorado hablábamos de todo el movimiento que se había hecho en Argentina desde que Kirchner (él) descolgó el cuadro de Videla de la sala de presidentes (carajo! No puedo evitar que se me salga una lágrima de rabia porque en mi país somos incapaces de hacer algo así). Entonces descreí de eso (un asunto político cortoplacista y mediático, me dije) pero ahora entiendo todo (iluso! Sólo entiendes un poco más...), claro: un país que es incapaz de trabajar en su memoria colectiva es un país que no se construye, o más bien que se reconstruye sobre su presente y entierra su pasado, pero deja heridas abiertas que tarde o temprano se infectan, se hacen purulentas y dan choques cada día más fuertes. Hasta que viene la fiebre, el coma, la pérdida de conocimiento, los choques eléctricos y luego tal vez la medicina... o la muerte. 
  
México, el país sin memoria colectiva: la única contemporánea que tenemos en común es la de las telenovelas, la del Chavo del Ocho, la de Chabelo o de Pedro Infante. Allá, por allá, lejos muy lejos están esos símbolos que todos usamos pero difícilmente reflexionamos y son sólo parte de la semiótica gubernamental: "los héroes que nos dieron patria". Morelos, Hidalgo, Zapata, Carranza, Madero, Juárez. ¿Pero qué sabemos de ellos? ¿Cuándo los hemos deconstruido y debatido sus limitaciones? ¿Cuántos nuevos héroes tenemos? ¿Qué hemos aprendido?

¿Cuándo perdimos el respeto por la muerte? Todos los días mueren mexicanos y ya no sentimos nada. Como si fuera un asunto natural que la muerte no fuera natural, que la Parca tuviera siempre que venir acompañada de un cuerno de chivo, de un ajuste de cuentas, de una sobredosis, de una motivación política, del pago de un rescate, de una bala en un ojo con traumatismo cráneoencefácilo, de un documento que muestra tus derechos sobre el terreno que te quitaron. Así nos dijeron que somos los mexicanos, que sabemos convivir con la muerte y no nos asusta, porque así lo hemos hecho desde los tiempos prehispánicos. Y la religión católica que vino a reafirmarlo con la promesa de otro mundo en donde viviremos en paz y para siempre. ¡600 años después y nos seguimos tragando la misma mierda! La misma retórica barata. ¿A qué llamamos evolución?

Y ahora vienen a decirnos que está bien que haya autodefensas, que si el pueblo tiene que tomar las armas porque su gobierno no lo defiende, entonces está bien. Que hay nuevas Adelitas, que está bueno que los que antes vivían en Estados Unidos regresen a proteger sus campos de limones a punta de balazos de otros estúpidos que a punta de balazos y coludidos con el gobierno y el dinero hacen de este país su coto de caza, su terreno de juego, su base de operaciones. ¿Así que vamos de nuevo a la revolución? Pero... por si no se han dado cuenta, La Revolución no nos trajo gran cosa: seguimos en uno de los países más desiguales del mundo, tenemos un bajísimo índice educativo, la clase política continúa regenteando al país, un puñado de mexicanos pisotea a otros ciento diez millones... y la prensa, ¿libre? El mismo PRI de hace 80 años. Ni las guerrillas se saben organizar, ni los muertos servirán.  

¡Despierta, México! dice una pinta en el centro de Oaxaca. 
La propia Paquita Calvo Zapata cuenta que los del FUZ estaban tan alterados cuando secuestraron a Hirschfield que él tuvo que decirles: "no se pongan nerviosos, yo sé cuál es mi situación y voy a cooperar [...] Cuántos balazos a los loco no tirarían los guerrilleros, cuánta gente muerta a lo bestia, cuántas acciones sin sentido, dictadas sólo por el terror, "no si yo no quería que pasara esto, fue un error, me equivoqué, la pinche chota me obligó, fue el miedo", "la cajera se movió y le disparé, pero nunca pensé en hacerlo" [...] El panorama es tan desconsolador que uno duda del sentido común de cualquiera que se meta en la guerrilla. ¿Para qué? ¿Para emular a los héroes de las películas de Costa Gavras? Dice Paquita Calvo que jamás ha visto una de las películas del griego. Entonces ¿qué? ¿A qué le tiran? ¿A qué? A ver, ¿a qué?... (p153).
Así va México, haciendo caudillos, levantando muertos y enterrando memorias, en un círculo como el que hace el perro que se muerde la cola, incapaz de extirpar sus pulgas y lamiéndose las heridas. Así va México. 

"Estamos fabricando un país de pistoleros" (p122), dijo Poniatowska en 1980. Lo logramos. Y desde siempre nos construyen sin memoria. No, mentira, con memoria selectiva:

Para no saber, para ignorar
Nos construyen para mentir
Nos hacen para reír de nosotros mismos
Nos educan sin miedo a la muerte para que no sintamos la de los demás
Nos enseñan a robar para tolerar los robos de otros
Nos enseñan a gritar para silenciar a los que nos hablan.
Nos educan para ser sordos ante las penas y los sufrimientos de los demás
Nos educan para ganar, para transar, agandallar, chingar, aunque sea pisando y escupiendo al resto
Nos hacen solidarios para dar un pan, una migaja, un mendrugo, pero no para compartir la lucha de los desvalidos.
Nos enseñan a morir, a morir en vida dentro de nuestra burbuja, alejados del resto, alejados de una realidad que siempre nos ocultaron tras una caja boba
Cuando nos comenzaremos a des-educar, cuando comenzaremos a desaprender? Cuándo empezaremos a sentir el dolor ajeno?

¿Cómo ser priísta si has leído a Poniatowska, a Pacheco (ayer se fue), si sabes lo que pasó el 2 de octubre, si sabes quien es el negro Durazo? ¿Cómo...? 
¿O simplemente callas y enmudeces por conveniencia propia y porque piensas que a tus hijos nunca les pasará, nunca se enterarán y nunca se los tendrás que confesar?

La construcción de otra memoria, una memoria contemporánea es urgente, porque los caudillos son hijos de la ignorancia. El perro se muerde la cola porque no sabe que tiene pulgas. 

A trabajar señores y señoras, que hoy es lunes.  

Fuerte es el silencio. Elena Poniatowska. Editorial Era (1980), México.
PS: Acá un lindo texto de Loaeza sobre Poniatowska (de donde salió la foto de Elena joven).

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