Bueno, quería compartir algo: la decantación social. Emanado de la física, la decantación es un proceso mediante el cuál se separan los sólidos de los líquidos o los líquidos de otros líquidos y no consiste en otra cosa que en una separación debida a la gravedad: los más pesados van hacia abajo, mientras los más ligeros se mantienen arriba. Hoy me tocó preguntarme si lo mismo sucedía en el entramado social.
Y mi conclusión es que sí, aunque a su manera. No, no se trata de una pirámide de seres humanos en la que los ligeros quedan arriba y los pesados abajo, sino en un proceso relacionado con el tiempo: como ya bien lo dijo alguna abuela en algún siglo pasado: las cosas caen por su propio peso. Dicho sea de otro modo, decantan. No sé si la gravedad newtoniana se relacione con la gravedad de las situaciones, pero me parece que alguna correlación habrá: lo extremadamente ligero pasa a ser etéreo, lo ligero se sostiene y/o flota, y lo más pesado termina por ser jalado por la fuerza de gravedad hasta que yace tres metros bajo tierra. En suma: se sume.
La diferencia es que en el proceso social, más que la fuerza de gravedad, el factor principal es el tiempo. Puedes llorar muchas horas y muchos días por algún ser querido, pero nada, sino el tiempo, será capaz de hacer que la pena decante y se vaya al fondo de tu corazón. Lo mismo pasa con esos problemas y duras decisiones que tomamos de vez en cuando; o con lo mucho que algunos quisiéramos que el PRInosaurio cayera al fondo del pozo y viniera un nuevo régimen democrático y justo (o que los problemas, plantones y marchas de Oaxaca se terminaran), pero no, no pasará de la noche a la mañana: tendrá que pasar mucho tiempo y una serie de acciones (humanas y de conjunto) para que este país se modifique y resarza las malas políticas. Que los priístas y los mexicanos se decanten para que floten nuevas ideas y se hundan las pesadillas y traiciones.
¿Hay una fórmula de cálculo? -me preguntan aquí al lado. No en este momento. Hasta ahora hay una manera de vaticinar (como quien dice que en un tiempo futuro se extinguirán los seres humanos), pero no existe un cálculo que diga cuánto tomará la transformación. Acaso tenemos indicadores: protesta social, irrupción de nuevos actores, cansancio de algunos, reacomodo de fuerzas y hasta subida o bajada de peso, pérdida de coloración en la cara, irascibilidad, tolerancia al alcohol o medicamentos y hasta cáncer... pero para poderlos observar a todos hace falta un ojo bien entrenado. Acaso los de un laboratorista social (antropólogo, psicólogo, sociólogo, cura, historiador, filósofo) o algo así. Labores muy en desuso y bien devaluadas en los últimos tiempos.
Lo que sí les puedo decir es que las abuelas tienen razón y que no sólo las frutas caen de maduras o infección; también los monos caen del árbol, los más justos pecan... y como decía la mía cuando uno le preguntaba si tal o cual suceso en verdad llegaría: "Uyyy m'hijo, si se acabó La Gavia...!" ([N. de la R.: La Gavia era un rancho que llegó a tener 136,000 hectáreas en sus mejores tiempos -al grado que su propiedad ocupaba lo que hoy serían un par de Estados- y se consideró por mucho tiempo como algo inexpugnable].
No hay duda: todo cambia en el tiempo. Sólo hay que ser pacientes. Mientras, se buscan especialistas en estudios de la decantación social, para que nos ayuden a pasar los tragos amargos del presente cotidiano.
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