- Una cosa lleva a otra, -le dijo. Primero conoces a alguien, luego sigues los hilos y cuando te das cuenta, estás en la red.
-¿La Red? -Preguntó
-No, la red. Simple, llana, sin mayúsculas. El entramado. Eso que te rodea y haces con hilos de todos los colores, de todos los estilos. Esa que tejes sin darte cuenta, cada día. La misma que llenas de nombres, de caras y de objetos, cada mañana y cada noche.
-¿Y la telaraña?
-Es el resultado de tus enredos: tu embrollo con los hilos. Los hilos, los hijos, el amor, la pasión, la política, el dinero, el sueño, la inocencia, los impulsos: tu red... Es una muerte gloriosa o estúpida, llena de pasión o desamor.
-¿Y entonces...?
-No hay entonces. Al final, te mueres. Siempre te mueres. Solo existe el hoy y lo que dejaste ir. No hay mañana: un buen día te vas y listo.
-Maestro, pero...
Nada. Vive y muere lo menos estúpido posible... y disfruta del gozo de haber elegido tu propia pira.
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