22.3.20

[Reflexiones] Todos tus miedos: tiempo de cambiar.


Normalización
Cuentan Lash y Urry, en Economías de Signos y Espacios (2002), que cuando apareció el pasaporte  que llevaba la foto de identidad, por ahí de los años 1900, la gente se quejó amargamente del control social, cuando antes usaban simples salvoconductos escritos. 

En 2011, después de los "ataques" en las Torres Gemelas (un misterio aún sin elucidar),  se hizo común que nos quitaran los zapatos en los controles aeroportuarios, los cortauñas, las máquinas de afeitar y hasta la pasta de dientes. Poco tiempo después hicieron pasaportes biométricos y aunque hay quejas, hoy hasta permitimos que nos revisen las redes sociales para entrar a Estados Unidos.

Foucault, Orwell, Bradbury y muchos escritores o sociólogos han denunciado que el control social es cada día mayor. Bauman advirtió que estamos más enclaustrados que nunca, que estamos generando más desigualdad con nuestros barrios y edificios residenciales hipervigilados; con escuelas y hospitales privados. Para 2060, dice la OCDE, viviremos una inequidad rampante y bajo una segregación absoluta, nada distinta a los escenarios de Blade Runner o Children of Men


Sí, tal vez una obsesión me impulsa y no vengo del futuro, pero leo. Solo lo leo y lo observo a la luz de los sucesos de la actualidad. Lo importante de la normalización es eso: que al igual que la historia de las ranas en una olla que se calienta lentamente, nos adaptamos –y hasta nos sentimos cómodos– hasta el momento de la muerte.  Hoy, seguramente no piensas en quién sobrevivirá la pandemia, sino en asegurarte de estar del lado correcto de la pared que lentamente construyes. 

Con el Coronavirus pasa igual: nos adaptamos como esas ranitas a la nueva realidad: la del encierro, la misma que permitió a los estados totalitarios apresar y golpear a alguien en la calle sin que nadie dijera nada, la misma que hoy acepta el toque de queda. Vivimos una y otra vez el poema de Martin Niemöller:
“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera protestar.”
El comunismo, te recuerdo, también era un flagelo, y entre la clase más conservadora, era un virus que se contagiaba. Sí, también lo era el capitalismo del otro lado de la pared. Por eso se hicieron muros, por eso se impidió la circulación a las ideas, como hoy se le intenta impedir a un virus microscópico. Cuidado, que tal vez el virus del individualismo ya te está carcomiendo desde mucho antes.


Miedo
Quería escribir sobre tus miedos,
pero me dio pereza.
Pensé en criticar tus paranoias,
pero me pidieron encerrarme para no verte.
Ahora soy feliz con mi burbuja y el delivery.

¿Para qué luchar si ya los derrotaste?
Encerrados, en jaula de oro,
felices de ser parte del experimento social.
Vencidos por la ficción. Sin acción.
Exangües, sometidos, jugando jenga.

El miedo anda en virus.
Comunismo, feminismo, homosexualidad
Bahía de Cochinos, Jomeini, Arafat, Saddam.
Alá, sida, el 68.
Miedo, miedo, miedo.
Doctrina que adoctrina.

¿Cuánto más durará este encierro?
Mandela estuvo 33 años,
hoy comienza tu nueva etapa.
Del Mundo Feliz al Mundo Wuhan.
Calla, duerme, trabaja. Soma.

Mexicanos al grito de guerra,
El encierro aprestad y un bidón.
Se terminaron los feminicidios,
se nos olvidó Elba Esther,
quién sabe dónde andará Lozoya o el tren Maya.


Paradojas
Y así como en todos los cambios, la paradoja domina. Te piden que te encierres y terminarás comiendo congelados y latas: nada mejor para empeorar tu salud física y mental. Te exigen que no seas parte de la irresponsabilidad, pero no te recuerdan que hace años que venimos desarticulando el sistema de salud pública y los laboratorios de investigación. Todo se lo dimos al gran capital: hasta las zanahorias se producen en una fábrica y los huevos se hacen con plástico.  Nada más crudo que la respuesta de la epidemióloga a quien exigían la pronta vacuna: "Díganle a Ronaldo que con sus millones de sueldo se las dé, porque nuestro laboratorio no tiene suficiente presupuesto."

Hoy todo es familia y seguridad. Adiós economía, ya pediremos créditos. La salud es para quien la paga, la tierra para quien la compra, la verdad para quien más la repita y la solidaridad, comprarle una bolsa de arroz al sexagenario empacador. El encierro se vuelve comunidad. La contradicción es inherente al ser humano. El problema no es que exista, es que no queramos reconocer que está ahí.

Hay algo que no sabemos: Si no se hubiera hecho una cuarentena/ toque de queda, ¿Habrían muerto más o menos personas? Un artículo reciente de El País dice que en España, 4% de los contagiados provienen de los propios hospitales. ¿Qué tal si simplemente depende de una curva de adaptación? Por ahí anda otro artículo que señala las distintas formas de hacer frente al virus por país, y por cierto, no dejes de leer éste, sugerido por Jordi Soler, donde se habla de porqué en China les va mejor con el virus, pero a qué costo.

¿Cuáles serán las repercusiones de largo plazo en el tema económico local en los pobladores que por falta de trabajo no puedan pagar medicinas para la diabetes o tener atención médica por dengue u otras enfermedades que no se paran? ¿Alguien lleva la cuenta? 

Desde hace algunos días leo "Postcapitalismo" de Paul Mason. En este texto, escrito en 2016, el autor insiste que una nueva crisis del capitalismo es inminente... ¿Saben cómo se curan las crisis del capitalismo? Emitiendo más dinero, endeudando países y fabricando más crédito sobre lo impagable. Apostando el futuro de los que vienen.  ¿Y si el coronavirus ocultara la nueva crisis? Un truco de magia: volvamos a comenzar, créditos a las empresas, aerolíneas, turismo. 
"El señor Don Juan de Robres, filántropo sin igual, mandó hacer este hospital, mas primero hizo a los pobres" (Rafael Grasa, citado en "El Desarrollo, historia de una creencia occidental, de Gilbert Rist, 2002)
Lo más paradójico es que el sistema se cae y somos los que miramos más a la izquierda quienes queremos reactivarlo. ¿No deberíamos simplemente dejarlo caer? Algunos hemos decidido que no, porque sin lucha no emergerá otro sistema, sino un capitalismo extremo, como el que ya contó Wallerstein: acumulación absoluta, monopolios, grandes corporaciones, esclavitud posmoderna, hipervigilancia. Nos quedan escasos treinta años antes de vivir con el respirador al estilo de La Matrix, o del Alzheimer global de Dark City.



Vida y sentido
Pareciera que un día, como sin darnos cuenta, probamos la mierda, y nos gustó... al grado que terminamos haciéndola parte de nuestra dieta.  Desde mi punto de vista, cuando la libertad se convierte en un peligro, es tiempo de tomar partido. Hace no mucho, Jordi Soler se quejaba de nuestro extremo cuidado por la salud:
“La moral de la modernidad ha cultivado una arbitraria sensibilería en virtud de la cual todo era preferible a morir”, escribe Ortega en, repito, 1925, y luego añade: “Por otra parte, el valor supremo de la vida —como el valor de la moneda consiste en gastarla— está en perderla a tiempo y con gracia”. https://www.milenio.com/opinion/jordi-soler/melancolia-de-la-resistencia/la-vida-alta
Hace años que insisto que la vida que nos enseñaron en la universidad a mí y a mis colegas Exatecs ni es sana, ni aporta algo concreto a la sociedad: es la formación individualista del criterio del éxito económico sin aporte social o ambiental. Ganar por ganar, acumular, por pensar que el dinero es respeto. Mi visa norteamericana se venció en 2007 y salvo el interés de visitar sus parques nacionales, no tengo ningún otro motivador por ir a que lean mi tuiter o mi feisbuk. 

Sé desde hace años que algo estamos haciendo mal, y no comenzó en diciembre de 2019. Me queda claro que hay muchas personas que si le quitaran a su vida lo superfluo, se quedan francamente vacías. Y eso les da miedo, mucho miedo, por eso no cambian de rumbo.  

¿No te parece sintomático de la enfermedad mundial del capitalismo que tengas que parar porque un virus te lo exige y no porque te das cuenta que el mundo requiere otra forma de entenderlo? Yo creo en la responsabilidad de descreer, de repensar las prioridades, e incluso en el derecho a morir luchando: en el derecho a quejarse del sistema y ofrecer alternativas –tal vez no comprobadas, pero alternativas– frente a la opción de quedarse callado y dejar que todo funcione como nos dicen que tiene que ser. Esta crisis, creéme, podría sacar lo mejor de ti, pero tu mejor yo no es pensar solo en ti y en tu familia. Si lo personal se antepone a lo comunal (mi evento, mi viaje, mi empresa, mi familia), tal vez no estés comprendiendo nada.

Si estás esperando al 20 de abril para retomar tu vida como la llevabas hasta antes del 19 de marzo, es siempre tu derecho, no pasa nada. De mi parte, sigo pensando que los nuevos proyectos son sustentables o no son proyectos; que tenemos que desacelerar, vivir menos a crédito, encontrar una utilidad real a nuestras acciones y como dijo alguien hace mucho tiempo: hacer una pequeña vida feliz, sin pisar a los demás, sin dejar de contribuir –en el mismo nivel– en lo social, ambiental y económico.

PD: En estos días te estaré contando más en términos de acciones concretas. Ésta es #SegundaLlamada. 

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