28.3.20

[Fotos y viajes] De una visita a la mixteca oaxaqueña. Tepelmeme y el Rodeo.


Mixteca norte
La tierra es blanca, seca, el sol cae con todo su peso. Estamos a unos dos mil metros sobre el nivel del mar. Las razones para estar acá no se relacionan con este post. Sí la suerte y la magia de haber llegado. Cada vez que pasé por acá en auto o en moto tuve ganas de pararme, pero nunca antes lo hice, salvo por recorridos esporádicos. Tepelmeme. Vaya nombre. Me suena a telecomunicaciones, a nombre sioux. Vaya ignorancia, la mía. 


Dicen que su etimología tiene que ver con magueyes, yo creo que tiene que ver con la montaña y la aridez de una vida sufrida, como la del gaucho. A unos cuantos kilómetros comienza la Reserva de Biósfera Tehuacán- Cuicatlán, una enorme área llena de cactus, de agaves, de montañas altas y de vistas apabullantes. Quiero conocer la Mixteca y visitarla. Me encantaría entrar por un pueblo y salir por el otro. Ya antes estuve en San Juan Raya, en Yanhuitlán, en Santiago Yosondúa, Teposcolula, Huajuapan, Tlaxiaco. Todos son un poco vecinos, pero en la inmensidad oaxaqueña seguro son como otro planeta dentro de este universo serrano. Bien dijo una amiga que la magia de Oaxaca la hacen sus artesanos y campesinos, no quienes vivimos y migramos a las ciudades.

Uno chico nos cuenta que hizo un recorrido hasta Juquila a caballo, por la sierra. "Once días, nada más", dice con una sonrisa en el rostro. "Imagínate cómo me quedó el culo".  Yo me pregunto cómo le quedó la garganta en la sequía, aunque luego me entero que hay ríos ahí abajo, incluso una cascada. Me hace pensar en mi querido norte neolonés-coahuilense: árido pero nunca muerto. Me dan más ganas aún de recorrerlo, de descubrirlo. Espero que mi pie ya pueda hacer recorridos largos, porque me urge irme de la civilización. Cada día sueño más con ser un ermitaño de este mundo podrido.

 La vista apabullante. Este lugar difícilmente existiría en el mapa si no  hubieran conseguido hacer que la carretera pasara por ahí. Las dos viejas carreteras, antes de la autopista rodeaban esta área: una por Tehuacán y la Cañada, otra por Huajuapan de León. A un avezado ingeniero se le ocurrió hacerla por arriba, no por abajo, y se topó con Tepelmeme. Fue tan frontal el choque que decidió quedarse y traerse a su norteña para vivir a pie de carretera. Yo lo conocí. Su hijo es primo de una amiga.

Fuimos a un curso pero aprendimos más de lo que dejamos: allá arriba en la sierra hay gente con sueños y esperanzas, con ganas de sumarse a algo que no saben bien qué es: viajaron a la Ciudad de México sus nuevas generaciones y ahora vuelven a dejar su aporte. Eso fue lo que más me impresionó. ¿En verdad volverán? ¡Cómo pesan los ombligos en Oaxaca! Dicen que los entierran en árbol de la casa para asegurar que siempre vuelvas. ¿Será cierto? ¿Dónde habrán enterrado el mío? ¿El tío Mariano se lo trajo a Oaxaca?

Coincide nuestra visita con la fiesta de una población cercana: El Rodeo. ¿No sabes dónde está? Fácil: cuando vayas entre Tehuacán y Tepelmeme, busca un restaurante que se llama "Los Tres Morales" y ahí, donde haya decenas de trailers parados, está la desviación. Tomas la salida y llegas a un pueblo perdido y desamparado, pero no olvidado de su Dios. El Señor de Chalma vela por ellos y ahí le hacen un homenaje en estos días de marzo. Todos somos bienvenidos, hasta los invitados de los invitados. Nos reciben en el Comisariado de Bienes Comunales y nos invitan ceremoniosamente una cerveza. En el salón vacío hay solo un escritorio con una vieja máquina de escribir y dos cuadros: Justo Sierra y Venustiano Carranza velan sobre los rodeenses- tepelmemenses (mis intentos de gentilicio). Tras la cerveza nos llevan a comer al salón comunal, desde el que vigila Benito Juárez en litografía de Blanco y negro. Volvemos a comer aunque ya nos habían alimentado una hora antes. Mi gastritis. Auxilio.

Vemos los partidos de basket ball que otorgan un premio de algo así como veinte mil pesos al equipo ganador. ¿Sabes de dónde hay dinero en el pueblo? Un abusado se fue al DF y puso allá una refaccionaria, y luego otra y luego más... deben ser aprendizajes de ver tanto camionero pasar. Volvemos a Tepelmeme para tomar un trago y conocer gente, pero por la noche regresamos al Rodeo para el Jaripeo que habrá. Nunca había visto uno, menos en un sitio como ése. 

El Rodeo-Jaripeo.
El coronavirus ya es una amenaza pero todos están ahí. La mayoría visten sombreros y botas. Había que pagar 100 pesos por la entrada y lo hicimos. El rodeo está tapiado por láminas de aluminio alrededor. Solo una entrada, con hombres ensombrerados y mujeres que ayudan a revisar por seguridad si no llevas armas o bebidas embriagantes: las chelas se venden adentro.  Me siento como citadino en el mundo vaquero. Lo soy, de hecho. Pero no importa, llevamos buenos guías. Y locales, qué lujo. Nos ubicamos en las gradas y comienza el espectáculo. 

De un lado la banda de música de banda –qué difícil acostumbrarse a esto– y unas dos osadas parejas que se animan a bailar mientras comienza el espectáculo y calienta la banda (yo digo que nunca calentaron, porque cantaban bastante mal). Un rato después aparece el presentador y cuenta cómo será la noche: tenemos a una ganadería de Taxco, Guerrero con diez toros. Hay tres jinetes (¿Debo decir rejoneadores? ¿Montadores?) y cada uno montará a tres toros. El décimo será en realidad el primero (los últimos serán los primeros) y será una especie de monta de cortesía: el Zorrito, jinete local, lo montará para darnos la primera cátedra. Los otros tres, los montarán los otros jinetes (tres cada uno) y se llevará el premio el que se caiga menos veces de los tres. Fácil.

El presentador –amigo de nuestros anfitriones– da inicio. Presenta a cada uno de los jinetes, luego al payaso del rodeo (al fin entendí la canción!) y a los de la ganadería. Todo es muy formal y cargado de símbolos religiosos y propios del grupo. Me decido a hacer video en lugar de solo fotos. Lo puedes ver acá abajo. 


Así, uno a uno, los jinetes hacen sus montas: dos toros, uno tras otro, y luego el tercero después de las otras dos rondas de sus oponentes. El Kikis, de Hidalgo, muy bien; el segundo -cuyo nombre he olvidado- también se defiende bastante aunque cae. Esos toros son enormes. Deben tener unos setecientos kilos al menos. El tercero, el Llavero del Rodeo es además local y hace una gran faena... pero no dejes de verlo en el video. 

El evento se termina casi a las dos de la mañana y aún tenemos que volver a Tepelmeme, porque la actividad real, la de trabajo, es el día siguiente a las 9 de la mañana. Por suerte solo bebimos un par de cervezas...

Y así, después de bucear en ese mundo, salimos de él tan fácilmente como llegamos. Mañana será otro día y esperemos que pronto vayamos de vuelta a explorar esa sierra. Sigo preparando mis pies para una gran excursión.  Para ver las fotos del evento, es por acá (Dale clic a la imagen y te lleva al álbum): 


Al día siguiente, después de una sesión de trabajo larga, pero por demás interesante, volvemos a la ciudad, solo para darnos cuenta que el Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, está haciendo estragos en el mundo. Desde entonces no he podido escribir y estoy sumido en discusiones sin sentido. 

Necesito otro viaje. 

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