7.11.20

[Reseñas] La Región más transparente. Carlos Fuentes


Soy más de viajes por el mundo, que de viajes al pasado, sin embargo retomo aquella máxima de que "quien no conoce la historia está condenado a repetirla". 

La región más transparente nos lleva de forma novelada, pero con una psicología profunda, al México y al mexicano de los años cuarenta y de la post-revolución: ese momento en que se crearon las nuevas élites que sustituyeron -o se mezclaron, o sincretizaron– con las porfirianas.  

¿Nos vamos de viaje al pasado?

Pensar que una revolución traerá un mundo nuevo es una mentira que queda perfectamente evidenciada en este texto: no existe el borrón y cuenta nueva, sino una serie de intereses que prevalecen y una lucha infinita por la supervivencia del poder. El poder de unos con nombre, sobre otros anónimos que se esfuerzan en hacerse de un apellido, de un espacio en la historia como seres únicos que destacan entre los otros  solo para volverse parte de una novela y representar al origen del que emanaron, pero no para borrar su pasado, sino para cargarlo toda la vida. Por eso, no habría mejor ejemplo de un mexicano que "el pípila", ese valiente del que no sabemos el nombre y sin embargo es digno representante de los desconocidos que se sacrificaron por su patria para quedar en el olvido y ser la imagen perfecta del sacrificio por un futuro ignoto, pero esperanzador, que nunca les llegó. 

La prosa de Fuentes es, como el apellido lo justifica, prolífica, fontánea. Minucioso, conocedor, personaje velado de su propio texto –tal vez en Ixca, el hombre que todo lo vive, que todo lo pasa, que sobrevive a sus propios errores pero también teje la madeja social llevando y devolviendo información entre los involucrados en la trama–. Nunca lo había leído y no sé si lo digo con pesar o con orgullo. Tal vez con ambas: con pesar porque descubro apenas hoy una época que no había pensado, o sí, pero desde otra óptica: la de un país que intentaba abrirse paso ante un cambio profundo, como me lo pinté a mí mismo en la vida –o como me lo enseñaron en la escuela – pero según leo fue, en cambio, también una época gris, de venganzas, de cobros de facturas de revolución: los que la soñaron pura, como el espacio para reconstruir al país, versus los que la entendieron como el momento para cobrar su esfuerzo y participación en las batallas o decisiones decisivas ("págueme con ese terrenito y listo, mi General"), los que entendieron que era su momento para hacer fortuna... o para hacer país haciendo fortuna, o para hacer fortuna diciendo que hinchándose los bolsillos le harían un bien al país: el famoso "efecto de goteo": si a unos cuantos les va bien, las gotas se derramarán sobre los jodidos y poco a poco crecerán hasta que vivan en una laguna.... de mierda, será. 

Y también lo digo con orgullo porque de algún modo ya conocía esta historia, porque es la misma que emana de Manuel Payno y sus bandidos de Río Frío, o de José Agustín y sus años sesenteros, de Spota y Casi el paraíso, de Poniatowska y Tlatelolco... de todos nuestros historiadores: el México que se construye de su desigualdad, del individualismo de sus empresarios, del interés personal ("primero yo, y luego yo, porque si yo estoy bien, le puedo dar trabajo a los desarrapados y así, en lugar de comer un pan, comerán dos, pero además se sentirán orgullosos de trabajar para mí"), de sus políticos cargados con el dinero del pueblo y transformados en aristócratas-frecuenta-intelectuales que piensan que la cultura se adquiere por ósmosis social o al compartir unos canapés de caviar con el pobre escritor y poeta que accede a estas falsas reuniones sociales porque podrá tomar champagne o un whisky importado que nunca tendrá con lo que gana. El México que se repite una y otra vez, el que no aprende de su propia historia, pero no solo porque no la lee, sino porque piensa que las vías de evasión son siempre las mismas. Arribistas y oportunistas, siempre presentes. 

Arribistas y oportunistas; siempre hijos de la revolución.


Entiendo ahora con mayor claridad las frases de Fuentes para Peña Nieto, López Obrador o el PRI: ninguno de ustedes remediará a este país, porque está enfermo desde antes y de muchas cosas. Fuentes fue, como todo mexicano, también un poco de todos sus personajes: entró a la literatura por la puerta del México postrevolucionario: hijo de padre diplomático, con oportunidades de estudio –como hijo de diplomático, no con beca CONACYT o sus ahorros personales– en el extranjero y mucha trayectoria de vida en el extranjero. Sin duda en sus textos él mismo se anota como uno de los personajes de buena alcurnia, ora favorecidos por el sistema, ora víctimas de sus arrebatos y componendas políticas; resultado de los cobros de facturas tradicionales. Fuentes no fue ninguno de sus personajes miserables, pero sin duda tuvo la oportunidad de comprenderlos a cabalidad. Fuentes fue también su propio Norma Laragoiti o Federico Robles, personajes centrales de la trama de su libro.

El boom latinoamericano sin duda le debe gran parte de su existencia y es un grande, como todos los de su época. Sin duda algo de lectura obligada para todos los mexicanos, no fuese sino para repetir la historia o para que los ricos o intelectuales comprendan un día su desgracia, o adquieran fórmulas de ascenso social: las mismas que Balzac o Stendhal dieron algunos años antes. No hay duda, los humanos somos un mecanismo de repetición histórica... 

¿Qué parte de ella estaré repitiendo con esta reseña? 

Fuentes, C. [1958] 2016. La región más transparente. Alfaguara, México. 554pp.

2 comentarios: