16.5.21

[Reflexiones] Operación Pandemia. Un año después



Sin el ánimo de hacer un abordaje demasiado profundo, ni netamente conspirador, negativamente pesimista o de plano apologético, quisiera hacer una breve reflexión de lo que llamo "Operación Pandemia" y vivimos desde hace más de un año.  

Insistiré que me interesa, a la luz del tiempo, pensar en esas cosas que han cambiado y que probablemente demos por hechas o hayamos comenzado a normalizar. Si de algo estoy convencido es de que este fenómeno representó un parteaguas en nuestra humana existencia y que sin duda permanecerá en nuestra memoria por muchos años. Lo que no me parece claro, es si lograremos obtener lecciones.

Cómo viví el inicio

En febrero del año pasado, es decir hace unos quince meses, se notaba ya que algo no estaba correcto en el mundo. Europa comenzaba a cerrar fronteras, España se sumía en una crísis y China cuarentenaba a su población. Sabíamos que algo venía, pero no teníamos el juicio correcto de cómo sería. Por coincidencias de la vida, yo leía "Postcapitalismo", de Paul Mason, un periodista británico de izquierda que en su libro desmenuzaba cómo el sistema capitalista está convertido en un hoyo negro que absorbe no solo la economía, sino a nosotros, humanos, haciéndonos no solo más líquidos en términos baumanescos, sino más dependientes de un complicado sistema de créditos infinitos que, insistía, terminaría por devorar a la naturaleza, y con ello, a nuestra esencia. 

¡Descarbonizar!, gritaba Mason a los cuatro vientos, reducir nuestro impacto en la tierra y conseguir una vida más equilibrada para todos. Esta queja, la habíamos ya enarbolado muchos de nosotros: se hablaba del turismo sobreexplotado, de las industrias contaminantes, del exceso de plástico y situaciones por el estilo. 

En ese momento, hice mucho eco de lo que Mason hablaba –y sigo creyendo que él lo tiene muy claro, aunque me sorprende ahora su posición pro-vacunas– repitiendo en muchas de mis redes su mensaje. Incluso lo comencé a seguir y ver sus presentaciones. Me parecía que sabía muy bien lo que decía... e incluso más de tres amigos comenzaron a hartarse de mi insistencia de que lo leyeran. 

Por esos días comenzaron a cerrarse fronteras y de pronto llegó marzo. En Mi2U perdimos nuestros boletos para asistir al Tianguis Turístico 2020, luego uno de nuestros mayores clientes cerró sus comunidades al público y comenzó un estado de shock global. El tema fue uno y no dejó de hablarse y sonar en todo el mundo. En algo coincidíamos todos: no teníamos la más remota idea de qué hacer con ese virus que –decían– venía de un murciélago, o de un laboratorio. Pronto llegaron los comentarios conspiracionistas y se inició un debate mediático que subsiste a nuestros días. Eso sí, la guerra de números entre países y estados se convirtió en el día a día. 

Dejamos de vernos entre amigos y en algún momento tuve la fortuna de coincidir con mi amigo Pablo, quien compartía mis dudas sobre la tremenda exageración de lo que estaban haciendo los gobiernos. Nunca hubo realmente casos masivos de muerte y al día de hoy, aunque se reportan 162 millones de casos de COVID-19 en el mundo, solo hay un reporte de 3'369,222 muertes (además con muchas dudas, para quienes sabemos cómo han sido armadas las estadísticas en cada país), es decir, el 0.04% de la población. ¿Fue todo esto una exageración?

La coincidencia con Pablo nos permitió trabajar en un frente de respuesta frente a la crisis, y sobre todo, generar un espacio de intercambio de información, en el que la incongruencia era lo más común, junto con un manejo fuertemente tendencioso de la data, y sin embargo, no había medio de comunicación que fuera en contra de lo que pasaba. Es más: aquellos que nos atrevíamos a criticarlo y quienes publicaron notas desmintiendo toda la escalada, éramos acusados de complotistas, de negacionistas y hechos de lado. 

Hago aquí público mi reconocimiento a Pablo, pues sin ese abrazo amistoso y la cohesión de grupo, tal vez habría terminado como el resto de la población: crédulo y mudo. 

El proceso 2020: ¿el año perdido?

Tal vez para muchos lo haya sido en un sentido: se pararon las actividades económicas "normales" y ello nos obligó a buscar alternativas, pero también a reflexionar sobre lo que vendría. Con un grupo compacto, mantuvimos reuniones que nos permitieron reflexionar sobre otras vías. 

Laboralmente comenzamos a hacer nuestros podcasts Mi2U y a tomar decisiones de cambio: el turismo se moría y teníamos que modificar nuestro actuar. En lo personal, escribí mucho (ver aquí mismo en mi blog), tratando de reflexionar sobre las incongruencias que notaba. Hice un post y más de tres presentaciones con colegas a los que les insistí que era momento de cambio y que era un tiempo único para modificar patrones de conducta y mirar, de una buena vez, hacia la sustentabilidad. 




El miedo, dije una y otra vez, es que volvamos a lo mismo de antes, pues no solo habremos perdido una oportunidad única, sino que le agregaremos más plástico, las telas de los cubrebocas, los envases de los envíos a domicilio y, por si eso fuera poco, una enorme cantidad de gel y químicos que terminarán –una vez más– en el mar, o en los sistemas de drenaje del mundo. 

Al final no, no fue un año perdido para mí, pero sí fue un tiempo de cambios. Digamos que, de algún modo en lo personal, me hizo bien: una vez evidenciado que el Dióxido de Cloro servía y que no habría que preocuparse más allá de la higiene levemente más estricta, reduje los miedos y me apliqué en buscar un financiamiento para la empresa, conseguir que nos apoyaran dos grandes amigos en un proceso de fortalecimiento interno, y en general, en ver qué se podría resucitar o cómo se podría transformar la economía personal y la de Mi2U. 

Algo que también sucedió fue que decidí dejar de lado las clases que daba en la universidad, en tanto ésta no abriera de nuevo sus puertas a las actividades presenciales. Lo logré, no sin algo de frustración, pero conseguí no hacer lo que me parecía inútil: dar clases a distancia a grupos grandes. Las sesiones, además, se convertían en largos monólogos y un juego de sordos, al que unos asistíamos para recibir un sueldo e intentar enseñar algo, mientras otros buscaban no perder el año, aunque eso supusiera realmente no aprender. 

Hubo mucha reflexión en 2020 y también llegó Latour, con su libro "Cara a cara con el planeta" en el que proponía una nueva mirada al cambio climático desde la sociología (acá mi post). Latour insistía (el libro es originalmente de 2015) en la necesidad de –¡oh casualidad!– descarbonizar la economía y generar una reflexión interdisciplinaria sobre la que ya se aparecía como una crisis inminente de grandes dimensiones y alcance mundial. No, Latour no predijo la pandemia, pero sí el agotamiento de los recursos naturales, como también lo hacía Mason. 

Me di cuenta que no eran solo palabras o teorías sueltas: en realidad nos acercábamos a una crisis gigante y no la veíamos. A lo sumo, el pueblo en general, y sus nada brillantes autoridades por el mundo, veían números de personas que fallecían, o se asustaban ante las imágenes de un pueblo en Ecuador donde las personas morían como moscas, sin que hubiera ya espacio para enterrarlas o tenerlas en la morgue. Estas noticias alarmistas se repetían una y otra vez en lo que yo llamaría la mejor campaña de comunicación jamás orquestada.

Bien había dicho Goebbels (o al menos alguien lo cita como el autor), que si se "repite una mentira con suficiente frecuencia, se convierte en verdad", y lo estábamos constatando. Sí, claro que hubo muertos, por supuesto que fue una catástrofe que demostró que las grandes ciudades son las menos sustentables y las más complejas para hacer frente a un evento masivo, pero cuando uno mira los números –de nuevo– a la distancia, estamos aún lejísimos de que la cantidad de decesos se convierta siquiera en el 1% de la población. De nuevo: ¿fue esto una exageración?

Y llegó 2021

De pronto, como sacada de la manga de un prestidigitador, apareció la vacuna. Cuando en otras enfermedades aún no se cuenta con medicamentos precisos, o los procesos de verificación de las vacunas toman años y años, en el caso del "coronavirus", se tuvo un producto en menos de un año. No sé si fue una exageración, pero de lo que sí estoy seguro es de que fue un enorme negocio. ¿Cuánto dinero se embolsarán las empresas farmacéuticas, las productoras de gel, de mascarillas, de plástico para delivery, con esta enfermedad relámpago?

Yo no puedo dejar de pensar en la lógica que explicaba una periodista para el caso del México reciente: "en años pasados, el principal negocio y foco de corrupción eran las carreteras o las obras de infraestructura. En los años recientes, los grandes empresarios y los políticos comenzaron a trabajar en otros sectores que antes no habían sido tocados [un poco como la mafia, que en su época "de caballeros", evitaba meterse con la familia de sus contrincantes] para hacer sus fechorías: la educación [léase estafa maestra] y el sistema de salud [léase niños vacunados con agua en Veracruz]." 

¿Alguien dijo la salud? 

Esto, para mí, coincide perfectamente con lo que Mason enunciaba arriba: que el capitalismo es rapaz y busca dinero de donde lo pueda sacar, aunque sea del futuro de la humanidad o de su propia salud. Por supuesto que el caso no es solo mexicano: el mundo entero se vio en la misma situación, porque la "economía" busca esos fondos y requiere de ellos para crecer y no estancarse. El caso coronavirus puede tener la misma función que una guerra: generar nuevas oportunidades económicas y reactivar la economía... aunque sea a costa de los recursos (agua, combustibles, minerales) que les corresponden a las generaciones siguientes. ¿Es esto una exageración?

Lo que hemos visto –para sumarlo a la serie de incongruencias del presente pandémico–  es el surgimiento de nuevos negocios: ¡Zoom creció la friolera de 326% durante 2020! (acá la nota), mientras que las apps de delivery (sí, el que explota a los motociclistas y ni siquiera les da seguro) se han duplicado en este mismo periodo (nota). Amazon ha crecido su capitalización en 570 ¡Billones de USD! y aumentado el valor de sus stocks en 63% (nota). De las empresas farmacéuticas, ni hablar: de acuerdo con PriceWaterHouseCoopers, la salud se proyecta como el mercado que más crecerá en términos de investigación y desarrollo de los próximos años: si bien muchas empresas pararon muchos proyectos por el COVID, pronto volverán a la carga (nota).


De acuerdo con el New York Times, Pfizer, –sí, solo una compañía– hizo, durante los TRES primeros meses del año 3.5 BILLONES de USD (nota). ¿Qué será de los demás laboratorios que la están produciendo también? Este artículo lista al menos nueve compañías y muestra los precios de sus vacunas. UN solo ejemplo, hablando de Pfizer: "Price $19.50 per dose for first 100 million doses". Se aceptan cálculos y viene de nuevo la pregunta, con una variante: ¿EN VERDAD es esto una exageración?

Epílogo: ¿Y ahora qué hacemos?

El negocio del siglo, en el ocaso del Antropoceno. 

Justo cuando algunos pensamos que es necesario asegurarnos de comer bien, de mantenernos sanos y de evitar los químicos, la industria farmacéutica amenaza con ser la que MÁS crecerá en los próximos años. En lo personal, lo que más tengo son dudas, y también una certeza: hay gato encerrado. Si no lo vemos, tal vez sea porque no queremos.

La pregunta central a hacerse es si la pandemia logrará cambios positivos en nosotros, y en la humanidad. Yo, por lo pronto, veo esto: 

  1. Hemos normalizado el miedo al virus y ahora ya usamos cubrebocas y gel sin cuestionamientos. Aceptamos que las noticias ya solo se ocupen del tema COVID y nos hemos olvidado por completo de otros temas cruciales. Ojalá también nos dieran números así para la diabetes, el cáncer, los robos o los desvíos de dinero de los políticos.
  2. El turismo comienza a retomar fuerza y ahora solo viajarán quienes tengan más tiempo y dinero para pagar por una cuarentena, pruebas de PCR y exigencias por el estilo. Es claro que el turismo no se democratizará. Por el contrario, se hará más selectivo y racista.
  3. Los muertos continuarán siendo quienes no tienen acceso a un sistema público de salud, los que viven en condiciones de hacinamiento, quienes tienen que hacer las labores más bajas y no pueden dejar de trabajar. Quienes pueden, estarán encerrados en casa, en sus burbujas-cocoon, viviendo vidas virtuales. La vacuna, como el aire y el agua, serán de quién los pueda pagar. Cada vez más gente vivirá en el Soma de las drogas suaves o las medicinas relajantes.
  4.  La educación seguirá decreciendo en calidad y será de más difícil acceso: quienes tienen Internet, computadora y capital intelectual para interactuar podrán aprovecharla; los que vienen remando contra estas desigualdades, simplemente se quedarán más rezagados, repitiendo socialmente su condición actual. La dicotomía de los espacios ya no solo será rural-urbano, sino con cobertura y sin ella. Esto hará de nuevo que ciertos espacios pierdan valor. Aún con el riesgo de que mis amigos rían de nuevo, estaremos cada día más cerca de Idiocracy (vela aquí)
  5. La cantidad de basura no se reducirá, sino por el contrario. Sí, posiblemente se generen nuevos mecanismos de reciclaje o re-uso de los materiales, pero esto no significará realmente, en el corto plazo, una mejora sustancial al medio ambiente o a la situación de sobreexplotación de los recursos del planeta. Continuaremos hipotecando el futuro de las generaciones siguientes. 
De nuestras autoridades, ignoramos si ya hay más camas de hospital o mejores equipos. Probablemente nos enteremos de algunas cosas, pero no de los enormes y jugosos negocios que harán con nuestros impuestos –incluidas las farmacéuticas–.  Al mismo tiempo, serán muy pocos los gobiernos centrales que tomen decisiones realmente orientadas a resarcir el daño que hacemos al planeta, hasta que lleguemos a una nueva crisis, que lejos de mejorar las condiciones, continuará generando más segregación y desigualdad... y así hasta que llegue el momento matemático donde la mayoría decide por el cambio, aunque éste no sea claro e implique un nuevo camino por un sendero desconocido con fuertes riesgos (si lo dudas, pregúntale a los votantes de USA, México, o Perú, así como a los que se vayan sumando). 

Habrá quienes, con un poco de visión, insistan en la necesidad de un cambio hacia lo más saludable, lo más sustentable y hacia una apuesta de regeneración del planeta. De esas mentes brillantes, innovadoras y con visión de cambio podrán salir ideas para nuevas energías, soluciones con características de innovación social, mejoras en términos de calidad de vida... el tema es que no serán mayoría durante un buen tiempo. Nuestra labor será fortalecerlas, impulsarlas y animarlas a no cejar en su esfuerzo. 

Por ahora, la gran oportunidad que nos dio 2020 parece perdida ante la inminente reactivación económica (seguramente bajo un esquema de crédito de largo plazo que le dará un nuevo –pero falso– respiro a la economía), porque una vez más gana el cortoplacismo y la mirada ego-y-humano-céntrica. El tema es que la moneda sigue en el aire, pero cada vez está más cerca del piso, y cuando caiga, pegará fuerte contra el concreto.  



¿Children of Men o Regeneración?





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