12.5.21

[Reseñas con spoiler] Nomadland, película de Chloé Zhao



La realidad de los nadies

Anoche comencé a escribir este texto y, ya a punto de soltarlo, decidí darle una revisada esta mañana. Igual, pretendo que lo que diga de Nomadland, de Chloé Zhao, salga del corazón y del alma. Quiero reflejar lo que pasa cuando uno escribe al salir del cine: lo que se piensa de bote pronto, sin tanto análisis. 

Diré para comenzar que la actriz merecería ser un documental, de lo bien que lo hace. Enseguida he de comentar que si algo me sorprende –con signos de admiración causados por el "¡Wow!", es la famosa "Land of the free", los Estates: ¡qué buenos son los gringos para vivir bajo los designios del dios Dinero! El dólar, aunque seas de los más jodidos de la tabla, siempre está ahí: puedes encontrar un trabajo de encargado de limpieza en un parque nacional, de pinche en el pueblo más recóndito, de chalán de mina de materiales para construcción, o de seleccionador de piedras de colores en un lugar perdido del desierto. ¿Cuándo te ibas a imaginar que la señora que empacó tu última compra de Amazon es una dama cuya casa se llama "Van-guard" y es, literalmente, una van? 

Con el trabajo, te haces de unos billetes con los que pagarás la gasolina y hasta el estacionamiento para tu camper, porque sí, hay que pagar para dormir en tu camioneta en un terreno baldío (¡USD 375 por un mes!)... 

Por supuesto, imposible de que esto suceda en el resto del continente, debajo del Rio Grande. Acá la dinámica es distinta: no se paga por el estacionamiento, pero tampoco puedes chalanear en una mina o con un campesino que produce su maíz para subsistir. Son diferentes economías, distintas idiosincracias: nosotros lo damos de gratis; allá, tienes que pagar hasta para cagar en el campo. Estados Unidos debe ser, sin duda, de los pocos espacios en los que cuando se cierra una fábrica, también se descontinúa el código postal que se le había asignado al lugar.

¿Cuándo empieza la ficción?

Por supuesto, es una película y tiene su trama de amor, romance y coqueteo, "aunque sean houseless", como se autonombra Fern, la actriz Frances Mc Dormand. Los personajes son esos norteamericanos que difícilmente saldrán de su país, a menos que sea como soldados de la guerra: por ahí aparece un vet que estuvo en Nam y que quedó tan dañado de los oídos que no puede estar en una zona urbana, así que se va al campo, a un camping de vans, donde los ruidos son menores. Ahora entiendo a los extranjeros del grupo de expats en Oaxaca que se preguntan cada festejo porqué se escuchan tantas balas y cohetes. Seguro tienen reminiscencias de sus vidas pasadas.

Y por supuesto, al mirar la película me acuerdo de Bruce Springsteen y su "I had a girl I had a job, I had something going in this world", de esa canción "Downbound Train", en la que cuenta cómo uno puede también caer hasta el suelo sin poder levantarse, en esa "Tierra de los Libres". 

Es justo acá donde hay algo que no me convence. Es cierto: Estados Unidos es el reino de lo desigual, de los desadaptados sociales (¡Hola Columbine!), pero al mismo tiempo, me parece que en la película se abusa sobre los personajes estereotipados. De hecho, pareciera que todos los nómadas están locos: el Bob, cuyo su hijo se suicidó y que desde entonces lo busca en la carretera ayudando a otros, la Swankie que tiene solo ocho meses de vida por un cáncer diagnosticado y quiere volver a Alaska a ese sitio inolvidable antes de morir... y claro, Fern, cuya hermana sí se quedó a vivir en la sociedad, porque ella sí es normal y se casó con un buen hombre que corre casas y las vende a cambio de deudas de por vida (aunque sí, claro, la socorre y le presta lana). 

Fern también es "rara": quedó dañada tras la muerte del marido y sin embargo conoce a Dave –otro nómada de van que se reencuentra con su hijo para terminar siendo un buen abuelo cuida nietos, en el rancho del hijo exitoso– y a punto de "readaptarse por amor" decide huir de nuevo en su camioneta.  Por nada y terminamos con una película 100% Hollywood.

Que los "vaneros" hagan sus terapias grupales para contar porqué están en el camino, está bien, pero me hace sentir como si el mensaje fuera que todos están pirados. Seguro se me escapa el sarcasmo (como cuando vi Parásitos, y no noté que el director se mofaba de la sociedad en su conjunto), pero de algún modo siento que todos son vistos como bichos excluidos. Seguro algunos lo son, pero nada se dice de la filosofía y valores que hay en el nomadismo: no solo se trata de huir de sí mismo, también es posible que "solo" estén escapando de la comodidad de una sociedad –banal, materialista, llena de apegos– que exprime, controla, dirige, y termina pagando USD 550 como ahorro para el retiro, tras 20 años de trabajo.

¿Y los nómadas verdaderos?

Buena parte de la película estuve pensando en Bruce Chatwin, que siempre quiso entender las razones para vagar, a los verdaderos nómades de las distintas culturas. También recordé un texto que hice hace años y llamé "Mis razones para vagar", pero sobre todo, pensé que en los nómadas de verdad hay más justificaciones: la experiencia del viaje, el aprendizaje en los márgenes de la sociedad, la búsqueda de una economía alterna, el amor y la pasión por la naturaleza y por supuesto, este asunto de que es mejor estar en los límites, que estar perfectamente adaptado a una sociedad enferma

Pero sea, sé que estoy siendo duro. Quería decir únicamente que no se crean que todos los nómades están  (¿estamos?) perdidos. Tal vez no quieren aterrizar en el pasado y recuperar su recuerdos. Sin duda podemos errar o desear ser abuelos; tenemos derecho a la nostalgia y a la vuelta a casa, a hacernos viejos, tanto como tenemos la posibilidad de ser jóvenes viajando, como Derek (Endres), el jovencito que dejó a la novia en el norte y a la que no sabe qué escribir. 

Es eso, hay nómades de muchos tipos y no vi esa diversidad en Nomadland: también están los que viajan en esas enormes casas rodando por La Baja, aunque sepamos que en realidad no han terminado de dejar sus apegos, ni sus casas en sus lugares de origen. En fin... tal vez estaba esperando un estudio académico del nomadismo, ja, pero ojo: que también lo pinta un poco así, la directora. 

Habemus Oscares

Tal vez, en el fondo, lo más interesante está en preguntarnos cómo es que esta película llegó a ganar dos desangelados Óscares (sufrieron el revés más alto de su historia, perdiendo enorme audiencia). Me parece extraño que una película que intenta presentarse como un documental sea la gran ganadora. ¿Será que el público reflexionó mucho en la pandemia?

No sé. Me atrevo a pensar que como en toda ficción, ahí están esas cosas que hemos querido ser pero no nos hemos atrevido a ejecutar. Al mismo tiempo, me digo que siempre es mejor tranquilizar nuestra vida llamando inadaptados a quienes finalmente sí rompen los moldes: siempre es más cómodo ser la hermana que se queda, que la que vive en el viaje.

En fin, sin duda merecidos los premios, grandes actuaciones. Solo insisto en cuestionar.

Sí, ¡por supuesto que me dieron ganas (¿más?) de tomar la carretera y recorrer los parques nacionales del vecino del norte. Porque así como la sangre llama, el viaje también lo hace... y también llama la libertad de hacer lo que uno quiere, aunque lo llamen marginal o desadaptado, que al fin y al cabo uno lo es, ¡pero a mucha honra! 

Tal vez un buen día me levante siendo mi propio Fern y decida, de una buena vez por todas, tomar el volante y admirar paisajes con pluma en mano. Como dijo Bob, "See you on the road!"


Nomadland, 2020, Chloé Zhao. Búsquela en su streaming favorito.

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