24.5.15

[Reseña] Sobre "decir casi lo mismo", de Umberto Eco

Cada vez que me cruzo con un libro de Umberto Eco tengo esa terrible necesidad de leerlo. Pero por supuesto Eco es muy variado: sus novelas, por más complejas, se entienden; el problema es cuando caes sobre libros académicos que quieren explicar cómo hacer una tesis, hablar del superhombre de masas, darte una cátedra de literatura o confesarte los secretos de un "joven escritor" (por cierto, ¿quién lo tiene, que no lo encuentro?). Ahí el asunto se complica.

Decir casi lo mismo -experiencias de traducción- no es una novela (primera constatación), sino un texto que -como lo indica su nombre- pretende argumentar que la traducción es mucho más compleja que lo que pensamos: pasar de un texto a una película; ir del italiano al ruso; poner un texto en Babelfish (el precursor de Google Translate) o llevar al alemán El Cuervo de Poe... No, no son tareas fáciles y muchas veces ni siquiera lo meditamos: nos damos el lujo de leer a Sartre en español o a Fernando del Paso en francés.


Eco me hizo pensar en la mamá de Libertad, la amiga de Mafalda, aquella que recordaba que el último pollo que habían comido se lo debían precisamente a Jean Paul Sartre. Traductores: seres ocultos tras un biombo o en un cuartucho, donde acumulan humo de cigarro, diccionarios, traducciones anteriores, manuscritos y tal vez hasta grabadoras de cinta, máquinas de escribir o algún pellejo del gato cuya cola se quedó atorada entre dos libros y jamás pudo ser rescatado por esta persona, embobada con un libro que trataba de llevar a otro idioma. 

Pero además de la señora Libertad mayor (su nombre me gusta para Sofía, Atenea o Beatriz), un traductor también puede estar dentro de la cabina desde la que se emiten las señales del casco que hace que el Dalai Lama hable español, o sentado entre Peña Nieto y Obama, tratándole de hacer entender a este último que el sujeto mexicano no es tan imbécil como parece. Va incluso más allá: un traductor es Walt Disney, que tomó la música clásica (la Danza de las horas, de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli), y la convirtió en elefantes bailando en Fantasía, o Elia Kazan, que se atrevió a convertir "Al este del edén" en una película protagonizada por James Dean, quien le dio -para bien y para mal- la cara que recordaremos de Adam Trask, el personaje principal de la novela. ¿O, crees tú que el Yoda de la novela original era verde, pequeño, orejón y feo? Es muy posible que la imagen que no puedes olvidar sea de George Lucas y no de quien lo creó. 

La película no es el único modo de traducción. ¿Qué me dices de la Última Cena? ¿Crees realmente que Leonardo da Vinci tuvo acceso a la foto de Jesús (si es que existió) o a un negativo de los doce apóstoles? No, él simplemente fue un traductor que convirtió una descripción oral -después escrita- en un cuadro con colores, personajes y decenas de arbitrariedades: la comida, el color de las túnicas, el paisaje de fondo, el tamaño de los panes y hasta el corte -y tinte- de los participantes. 



¿Mágico, no? 

En este texto Eco toma ejemplos de sus propios traductores -y de sus propias traducciones- y explica por qué en ocasiones hay que tomar decisiones que cambian el contenido. Y que dichas decisiones están en función de lo que el traductor quiere destacar: el momento, la escena, la historia, la forma gramatical, el verso, la prosa, la cantidad de productos descritos. Decisiones harto difíciles que pueden discutirse con el autor cuando está vivo, ¿pero si está muerto? 

Me gustaría llamar la atención -arbitraria también y sin ningún plan metodológico, pues mi lectura fue de ocio, no de estudio- sobre elementos que llamaron mi atención:

1. 

"Si recurro tan a menudo, como verán más adelante, a la idea de negociación para explicar los procesos de traducción, es porque en el apartado de este concepto yo también colocaría la noción, hasta ahora bastante escurridiza, de significado. Se negocia el significado que la traducción tiene que expresar porque se negocia siempre, en la vida cotidiana, el significado que debemos atribuir a las expresiones que usamos." (p111)

2.

[Habla de El conde de Montecristo:] "Siempre he considerado esta novela una obra maestra de la narratividad, pero sostener la fuerza narrativa de una obra no significa necesariamente decir que se trata de una obra de arte perfecta. En general se aprecian libros de este tipo afirmando que se trata de obras maestras de la "paraliteratura"[...] Sin duda la paraliteratura existe, se trata de abundante género por entregas, novelas negras o rosa para leer en la playa, cuya explícita finalidad es divertir y no se plantean problema alguno de estilo o invención (es más, tienen éxito porque son repetitivos y siguen un esquema al que los lectores ya se han aficionado). La paraliteratura es tan legítima como los chicles, que tienen su función, incluso en términos de higiene bucal, sin que figuren nunca en un menú de alta cocina. Ahora bien, con figuras como las de Dumas es legítimo preguntarse si, a pesar de que escribía por dinero, por entregas y sin duda para excitar y complacer a su público, hacía solo (y siempre) paraliteratura. [Zas! Demoledor, no?] [p153)

3. 

"En latín, el término translatio aparece inicialmente en el sentido de "cambio" pero también de "transporte", tránsito bancario de dinero, injerto botánico, metáfora. Solo en Séneca aparece con la acepción de versión de una lengua a otra. Igualmente traducere significaba "conducir más allá". Recuérdese que también en la Edad Media se hablaba de translatio imperii como, precisamente de transporte, paso de la autoridad imperial de Roma al mundo germánico." (p304).

4.

"Supongamos que yo produzca una expresión y luego decida reproducirla en esta página muchas veces:

Las mamás aman a sus niños
Las mamás aman a sus niños
Las mamás aman a sus niños
Las mamás aman a sus niños
Las mamás aman a sus niños

Tendríamos la misma Manifestación Lineal, desde el punto de vista lingüístico, y las variaciones físicas de las cinco cadena impresas se vuelven, de hecho, absolutamente irrelevantes (solo con el microscopio se podrían observar variaciones infinitesimales de entintado). Por lo tanto, hemos repetido cinco veces la misma frase. Pero supongamos ahora que reproducimos la frase con tres caracteres distintos: 

Las mamás aman a sus niños
Las mamás aman a sus niños
Las mamás aman a sus niños

¿Diríamos que hemos realizado la misma frase en tres sustancias distintas, y seguiríamos hablando aún de una misma "forma" de la Manifestación Lineal? Desde el punto de vista lingüístico, se trata de la misma forma realizada en tres sustancias distintas. Desde el punto de vista gráfico, un carácter tipográfico es, en cuanto tipo replicable hasta el infinito, un elemento de forma del sistema gráfico. Pero en nuestro caso, el cambio de forma ha producido también tres sustancias gráficas distintas, y ellas son las que deberíamos tener en cuenta si en el texto en cuestión tuviéramos que apreciar o condenar tres preferencias tipográficas distintas, tres "estéticas" distintas por parte del impresor. 

Ahora supongamos que la misma frase la pronuncien Pautaso, campesino piamontés, el abogado napolitano Percuoco y Agramante, actor trágico poco histriónico. Estaríamos ante tres realizaciones en términos de sustancia fónica, realizaciones que tendrían cada una un gran relieve en orden a la connotación de origen regional, nivel cultural y, en el caso del actor, acentos que podrían ir de lo dudoso a lo enfático, de lo irónico a lo sentimental. Ello nos dice que también ante una frase elemental intervienen rasgos que no son lingüísticos y se denominan ya sea suprasegmentales, ya sea tonémicos o paralingüísticos. (p. 335-336)

5.

"El jesuita Ludovico Bertonio publicó en 1603 un Arte de la lengua aymara y en 1612 un Vocabulario de la lengua aymara (una lengua que todavía hoy se habla entre Bolivia y Perú) y se dio cuenta de que se trataba de un idioma con una inmensa flexibilidad, capaz de una increíble vitalidad neologizadora, especialmente adecuado para expresar abstracciones, tanto que avanzó la sospecha de que se trataba del efecto de un "artificio"[...] Estudios más recientes han establecido que el aymara, en lugar de basarse en una lógica bivalente (verdadero/ falso) en la que se basa el pensamiento occidental, lo hace en una lógica trivalente, por lo que es capaz de expresar sutilezas modales que nuestras lenguas capturan solo a costa de esforzadas perífrasis. Para concluir, hay quienes actualmente proponen el estudio del aymara para resolver problemas de traducción automática. Esta lengua podría expresar todos los pensamientos expresados en otras lenguas recíprocamente intraducibles, pero ya hemos dicho que el precio que habría que pagar sería que todo lo que la lengua perfecta resuelve en sus propios términos no podría volverse a traducir a nuestros idiomas naturales." (p. 452).  

Bien, pues el lector que haya llegado hasta este punto debe tener muy poco que hacer o ser un apasionado de la lingüística y/o de Eco. Le agradezco. 

En lo personal, el libro, aunque complicado, me ha dejado una reflexión muy fuerte sobre el papel del traductor, de la traducción y de lo que Eco llama lo intrasemiótico (al interior de un idioma, pero entre diferentes formas de codificación de símbolos: pintura, arte, música...) y lo intersemiótico (entre diferentes idiomas). Más allá de esto, el autor explica y evidencia el cuidado que ha prestado en la traducción de sus textos y permite que se entiendan con mayor detalle las decisiones de traducción que ha debido tomar en su propia obra. Traducir no es un asunto fácil cuando se habla de literatura y se buscan diferentes sentidos en el trabajo de transportar entre códigos semióticos. Como siempre, una lección para legos que buscan en la literatura una buena salida a la ignorancia. 



Eco, Umberto. 2008 [2003] Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción. Random House Mondadori. México. 537pp.

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