Es un acto espontáneo. Tiene un poder curativo. Acomoda las ideas. Hace a la gente reflexiva. No cuesta. Dura más que un psicólogo. Solo requiere soltar la pluma y dejarla partir. Le da rienda suelta a las fantasías. No ocasiona daño físico. No altera tus neuronas, ni requiere horas y días precisos. Se puede detener cuando te plazca, aunque a veces sea incontrolable. Es inolvidable y una vez compartido, es indestructible.
¡Llévelo! Llévelo consigo. En una pluma y una libreta, en un dispositivo móvil, con tinta de antaño y una pluma de pavorreal... Le tenemos en oferta el único medio que demuestra que usted no es un orangután, chimpancé, rinoceronte, girafa, french poodle o monstruo de la laguna encantada. Le ofrecemos el único sistema para distinguirse del resto de los animales: el que evidencia que usted tiene un cerebro y un pensamiento. Independentista, radical, de izquierda, de derecha, bolchevique, anarquista, doctoral, poético, matemático, voraz, pervertido, emotivo, animado, sumario, contradictorio, soporífero, cómico, novelesco o timorato. Lo tiene y es suyo. Haga uso de ésa, su habilidad humana.
Compártalo en un tuit, en un post, en una pared, en una hoja de amate, o hasta en el Feisbuk, pero no se lo quede. No lo guarde en un cajón, no lo atesore bajo llave, no lo deje debajo de la almohada o herméticamente cerrado con claves en la caja fuerte. Déjelo que vuele, que se sume a las letras de otros y que haga su propia discusión hasta crear un nuevo derrotero, una nueva redacción, una frase sincera o controvertida. Dele alas y déjelo que se le escape de las manos, que cruce los continentes, que suba las montañas o baje a las profundidades; que supere cabos, penínsulas, islas, desiertos, terraplenes, sabanas, junglas, el Ártico, el Mediterraneo o el Medio Oriente. Déjelo que haga su propia cruzada.
Es suyo, y es la suma y multiplicación infinitamente borgesiana de las veintiséis letras más sus símbolos, espacios y párrafos. Es un río interminable de pensamiento que apenas evidenciará el uno o dos por ciento de su capacidad mental, de la habilidad de su cerebro para decir algo. Úselo, úselo, úselo.
Y si puede, aderécelo con agua, o ron, o vodka o ginebra. No importa si lo riega de mezcal o limonada fresca; ¿Qué más da que lo combine con Campari o con Fernet, si lo que se busca es que salga, que se afiance, que se tambaleé, que cobre vida y nos aporte una nota de emoción? No importa si es incoherente o demasiado estricto. ¿Qué hay de malo en que se quede corto o que recorra toda la geografía de los bosques del mal acento ortográfico? Nada, nada, nada. No importa: eso se cura.
Porque si hay materia prima, todo lo demás se puede construir.
Oaxaca, abril de 2019
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