5.5.19

[Reseñas] Por el mar de cortés - John Steinbeck


Desde que estuve viajando por la Baja California a principios de año (busca la historia en posts anteriores de este blog), me quedé enamorado de su naturaleza, espacio y gente. Hace unos tres meses que mi mente gira y gira frente a la posibilidad de volverme a subir a la moto y partir, una vez más, hacia la descubierta de nuestra península-isla, hacia ese espacio de jeroglíficos y ballenas, de gente taciturna y solidaria, de Paz. Hoy, presento una breve reseña de un libro de Steinbeck, el premio Nobel de literatura norteamericano. 

Debo agregar que después del viaje leí a Fernando Jordán e hice un post de su genial libro "Mar Roxo". Los personajes eran impresionantes y fueron –además de la aventura marina– lo que más me impresionó del texto. Hace unas cuantas semanas vi "Kino"de Felipe Cazals, ficción un tanto lenta pero rica y valiosa de la Baja antes de llenarse de norteamericanos... estoy pues, como el lector verá, empapándome de la península. "Por el Mar de Cortés" es uno de los pasos adicionales. 

Supe de este libro en mi búsqueda sobre la historia de Jordán. Me enteré que Steinbeck, de quien también hice una reseña sobre "Al este del Edén", una novela brutal, había hecho una viaje por el mar de California o Mar de Cortés en los años cuarenta, justo en el inicio de la segunda guerra mundial. ¿Cómo fue? ¿Cuál era su objetivo? ¿Con quién?

Lo primero que hice fue pedirlo vía Amazon (tristemente no he encontrado quien me intercambie libros por reseñas en Oaxaca) y después de esperarlo casi un mes me encontré con un librillo de unas 230 páginas y formato de bolsillo que comenzó por contarme que Steinbeck no quería aventura: en realidad solo querían ir a ver qué peces había en el mar y recoger muestras para llevarlas a analizar. Primera posible decepción... 

En la medida que fui leyendo me encontré un libro más bien introspectivo de gran calidad literaria y sí, reconozcámoslo, poca aventura. Le salvan la detalladas descripciones y los problemas de a bordo. El inicio es sin duda interesante porque cuenta cómo fletaron un barco en la California norteamericana y de ahí fueron con él hasta el golfo. Era un barco atunero que se contrató en temporada baja, el Western Flyer. Los permisos fueron el siguiente engorro: el Departamento de Estado de su país les dijo más o menos que esperaba que no se metieran en problemas, mientras que de su lado, el gobierno mexicano les abrió la puerta. Dice Steinbeck que el embajador Castillo Nájera les envió rápidamente la respuesta diciendo que les daría todas la facilidades: "El embajador parecía tan buen hombre que creímos que era una lástima que no tuviera un futuro diplomático, que nunca pudiera llegar a ninguna parte en el mundo de la política internacional. Entendimos su carta la primera vez que la leímos. No solo la escribió con claridad, sino que cumplió su palabra." Bienvenido el sarcasmo. 

El texto hace un recuento detallado de cómo era la Baja California, árida y despoblada, pero llena de peces y miles y miles de moluscos. Cuenta –al igual que lo hizo Jordán– cómo los humanos exterminamos a las tortugas, del mismo modo que se recogió camarón y atún a manos llenas. Y quiero ser enfático en el hecho de que hablamos de los años 1940. ¡Cuántos años ha sobrevivido a su propia destrucción! 

Luego relata su paso por el Cabo San Lucas de antaño:
"... nos fuimos a la pequeña ciudad de San Lucas. Era una población triste, porque durante el invierno, una tempestad la había destruído en una sola noche. El oleaje había arrasado las casas, y las calles parecían ríos enfurecidos. [...] La carretera de la ciudad, llena de polvo y baches, nos hacía saltar dentro del camión de la fábrica de conservas. A ambos lados, los cactus y los arbustos espinosos se calcinaban al sol. Al fin nos detuvimos delante de una lúgubre cantina... " (:61).
Foto: loscabosguide.com/old-cabo-pictures/

Eso fue algún día Cabo San Lucas: una pocilga abandonada. Hoy es tal vez lo más triste de la Baja en términos de naturaleza: se ha convertido en el Acapulco - Cancún del Noroeste. Para algunos esa es la única parte que no hay que visitar... o sí, tal vez sea la única a la que deberían tener acceso los turistas llenos de bloqueador y cerveza; dejen el resto, lo intocado, para lo demás.

Steinbeck es muy consciente de lo que ve. Sus ojos, viajeros y literatos, descubren cómo la sobre explotación del área se ejecuta y se pregunta cuánto tiempo podrá durar. Se cuestiona incluso cómo es que el humano no se da cuenta del daño que hace. Es tal vez, uno de los primeros ambientalistas:
"Algunas especies, como las abejas y las arañas, se fabrican incluso hogares complicados, pero lo hacen con los fluidos y procesos de sus propios cuerpos. No dejan mucha huella en la tierra. Pero el mundo es surcado y tallado, desgarrado y volado por la mano del hombre. Su flora ha sido arrasada y cambiada, sus montañas perforadas, sus llanos cubiertos de ruinas [...] Es el único animal que vive fuera de sí mismo, cuyo estímulo son las cosas externas... propiedad, casas, dinero, ambición de poder."(:80)
El hombre que escribe es también – es siempre, debería decir– el hombre reflexivo. Steinbeck huele la guerra mundial que se aproxima y siente la fragilidad del mundo. Ya en "Al este del edén" nota la desigualdad, la avaricia, la lascivia y la animalidad humana que pierde, justamente, toda su solidaridad en pos del bien personal.

Es crítico del modelo de corrupción que ya se establece en México: un modelo que complejiza todo y un sistema corrupto, lleno de sobornos, que está hecho para saltar al primero. Una especie de naturaleza de lo complejo: "no hay duda que todos nos timaron bastante en La Paz [...] además éramos tan increíblemente ricos que no teníamos instinto para saber cuándo nos estaban engañando. Allí éramos muy ricos, pero en nuestro país no."  

Alguien debería agregar la desigualdad entre naciones como recurso de corrupción. 

Steinbeck parte también en un viaje hacia el interior de sí mismo. Se da cuenta que viajar seis semanas en un barco también te hace ver que no siempre es necesario correr de un lado a otro, que la pereza tiene su valor y que no tiene por qué ser mal vista. Como lo planteé algún día: el ocio es la madre del arte. Aunque hoy nuestro mundo nos diga que está mal descansar en la hamaca hay, por suerte, todavía felices perezosos: "solamente en la pereza puede uno conseguir un estado de contemplación que es un equilibrio [...]  Y una nación de hombres contemplativos, sería incapaz de luchar una guerra, a menos que su misma pereza fuera atacada. Las guerras son un producto de la actividad".

Y entonces se da cuenta que contemplar un pez espada nadando o los peces voladores saltando es parte de un aprendizaje, de un espacio de conocimiento. No, reflexionar no es malo y no es únicamente útil para escribir libros, John: es también un espacio para ver a nuestro mundo desde nuestro barco. Un barco puede ser también una abstracción del mundo... 
"Los indios [...] nos ayudaban, pero no lo hacían con la idea del pago material. [...] Estaban tan acostumbrados a la transacción espiritual que tenían dificultad de traducir lo material en dinero. Si queríamos comprar un arpón, inmediatamente surgía un obstáculo. ¿Cuánto valía? Un indio había pagado por él tres pesos hacía varios años. Naturalmente, como él había pagado eso, ése era el precio. Pero todavía no había aprendido a dar al tiempo un valor monetario. Si tenía que perder tres días en una canoa para conseguir otro arpón, no añadiría su tiempo al precio, porque nunca había pensado al tiempo como un medio de cambio [...] Ellos pensaban que el tiempo y la belleza no podían ser capturados y vendidos... " (:211)
A veces parecería que los escritores somos vendedores de arpones...

Los japoneses, en cambio sí que sabían lo que valía el tiempo y el golfo. En algún momento Steinbeck y su equipo logran subir a un barco camaronero y reconocer su forma de operar. No solo es impresionante, sino grosero: los japoneses se llevaban todo y Steinbeck se asombra del mutismo gubernamental: 
"... Había doce en la flota, incluyendo el barco nodriza, y estaban haciendo una labor muy sistemática, no solo sacando todos los camarones del fondo, sino también cualquier cosa viviente. Se cruzaban lentamente con dragas superpuestas, barriendo literalmente el fondo. Si un animal se escapaba debería ser desde luego muy rápido porque ni siquiera los tiburones podían huir. Por qué el gobierno mexicano permitía la destrucción de una valiosa reserva alimenticia es uno de esos misterios que no se pueden explicar." (:215).
¿Que si lo recomiendo? Sin duda. Si eres un enamorado o poblador de la península bajacaliforniana, no deberías ni pensarlo: no solo es formativo sobre lo que fue algún día la Baja, sino que también es un motivo de reflexión sobre lo que te gustaría que fuese esta maravillosa península. Para mí, debería ser un libro de texto obligatorio para universitarios de nuestro noroeste.  

Si lo que buscas es una novela con emoción policíaca, no es el libro recomendado. Decántate por otro texto de Steinbeck... pero si quieres conocer al escritor, a su proceso de pensamiento y a la complejidad de su reflexión, no lo dudes: ve por él en este instante y disfruta un viaje por el alma y la naturaleza. 

John Steinbeck. (2017) [1951]. Por el mar de Cortés. Austral. Madrid. 234pp.





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