Ayer soñé que despertaba sin ti. Cuando abrí los ojos, mi sueño se había cumplido.
Me acerqué a mi taller. Ahí, como Cassiel, Damiel, ¿Samuel?, me encontré con esa armadura abandonada. Herrumbrada de la última caída. Recordé que un día tuve alas y volé. Ví a la chica del trapecio y mi sueño. Pensé en Colombo y en mi felicidad viviendo en los márgenes. ¿Cuándo, por qué, decidí que quería ser un ciudadano común y pedestre?
Seguro fue el día que soñé que merecía algo más que un baúl y un amor pasajero. Sin duda fue cuando, obnubilado por el sol del día, pretendí dejar de ser yo; imaginar casa, perro, carro.
Hombre con cencerro.
Hombre con cencerro.
Casa. Lo que tienes cuando no te tienes.
Amor. Lo que buscas cuando no te buscas.
Dinero. Lo que quieres cuando no te quieres.
Ego. Cuando eres lo que no eres.
Nostalgia. Cuando añoras lo que fuiste.
Apego. Un viejo sedentario.
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Escribe. Escribe...
Escribe, dijo ella –aunque no te lea–
Porque escribir es para ti.
Yo solo fui tu musa.
Las letras, revueltas,
ordenan las mentes ausentes.
Las letras, revueltas,
ordenan las mentes ausentes.
La bruma se disipa y en el fondo está la esencia.
Excelente mi querido Andaryego. Abrazos.
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