20.11.21

Gentrificación y desarrollo: ¿Cuándo el destino nos alcanza? El caso de Oaxaca


Gentrificación y desarrollo: ¿Cuándo el destino nos alcanza?

El caso de Oaxaca

Samuel B. Morales G.



INTRODUCCIÓN

Si bien el tema del que hablaré no es nuevo para mí, hubo algo que detonó mi ánimo por escribir esta nota acerca de Oaxaca, ciudad en la que vivo hace más de 8 años. Mi interés no es levantar una polémica infructuosa o tomar partido desde lo que he criticado como lo monocromático del “blanco y negro” –siempre he pensado que la gama de grises y colores es más linda que los extremos–, sino hacer aportes al fenómeno claro y evidente de gentrificación de Oaxaca: ciudad, cultura, espacios. 

Tengo claro que opinar en Oaxaca, sobre todo siendo “avecindado”, es un tema espinoso del que es difícil salir bien librado. Correré, no obstante este riesgo, pues considero útil compartir la experiencia propia. El cariño que le he tomado a la ciudad, bien lo vale.

Adiciono tres aspectos adicionales en mi defensa

  1. La vida es paradoja: lo bueno tiene su lado negativo; lo negativo aporta ventajas para unos y desventajas para otros, pero esos papeles también cambian: frecuentemente terminamos por mordernos la lengua. Intento, a lo mucho, plantear el fenómeno y ofrecer un análisis. 
  2. Este texto navegará entre lo ensayístico y lo académico, tratando de trazar un puente. Quienes piensen que falta, pueden acudir a trabajos previos de un servidor, o de  investigadores de mejor nivel; a los lectores no acostumbrados a lo académico, les suplico hacer un esfuerzo para seguir el hilo, que intentaré hacer lo menos complejo posible. 
  3. Busco hacer un texto corto, no mayor a diez páginas, que aporte al debate, sin intentar fijar una verdad. Me quedo, sin embargo, con la idea de que siempre faltará algo y podrá charlarse en un encuentro personal. 
Cierro esta introducción con el texto e imagen de la nota que me motivó a hacerlo: una ex-colega de trabajo publicó un anuncio de una inmobiliaria orientada a público fuereño que decía lo siguiente: “FOR SALE  $2,105,263 USD EX-CONVENT ON GARCÍA VIGIL. Area: 500 m2 Bedrooms: 4  Neighborhoods: Oaxaca Center.  Historic ex-convent for sale in Oaxaca city center. The building was inhabited for [sic.] one of the main religious catholic orders in the city. […] It you are looking [sic.] real estates with a high historic value and a great ROI, this property is for you”
 


Especie de Marco teórico (Desde donde uno mira el tema)


Cito con frecuencia un texto de Vargas Llosa (El Hablador), en particular un diálogo entre un hombre que se refugia en la selva central de Perú, al que después de mucho tiempo de búsqueda encuentra un amigo: 

“Te has metido tan adentro que aquí sí que no llegarán los viracochas" le dije. "Llegarán", me respondió. "puede que tarden, pero aparecerán también por aquí. Tienes que aprender eso, Tasurinchi. Ellos llegan siempre donde estamos. Ha sido así desde el principio.”  (1)

Este párrafo, para mí, es una analogía de cómo el “desarrollo” o el “capitalismo”, en forma del “viracocha” (el hombre blanco, occidental) siempre llega a todos los espacios susceptibles de crecimiento económico. Uso con frecuencia esta perífrasis. 

¿Es bueno o es malo el capitalismo? Depende. Hay de capitalismos a capitalismos, de empresarios a empresarios e –imposible negarlo– beneficiarios, entre los que nos encontramos de una u otra forma. Tal vez no en el eje de las grandes ganancias, pero ahí, tratando de acrecentar el propio peculio, sin fijarnos siempre a quien pisamos. Gilbert Rist, estudioso académico del desarrollo tiene una linda frase al respecto que viene de un antiguo epígrafe español: “El señor don Juan de Robres, filántropo sin igual, mandó hacer este hospital, mas primero hizo los pobres” (2002:11). 

Sobre el sistema capitalista se han derramado millones de litros de tinta en textos, así como páginas, libros, bytes y megas. No seré yo quien intente resumirlo en dos cuartillas, pero me parece que es claro que tiene aspectos tan afortunados como ruines. Me atrevería, a lo mucho, a recordar que cuando está desbocado y sin control, es cuál elefante en vidriera. Trataré, en cambio, de precisar otros conceptos.

Comenzaría por la gentrificación, definida por la RAE (en Twitter, porque el término no aparece aún en el diccionario oficial) como: “calco del inglés «gentrification». Se usa en sociología y urbanismo para el proceso de ocupación de zonas urbanas deprimidas por clases medias y altas, que conlleva su revalorización y el desplazamiento de sus habitantes tradicionales” (3) . La gentrificación es un fenómeno muy actual de zonas turísticas, aunque no limitada a ellas. El casco viejo de la Ciudad de Panamá, por ejemplo, es una buena muestra de cómo las áreas abandonadas pueden retomar un valor con la inyección de dinero y el desplazamiento de sus habitantes pobres. El centro de la Ciudad de México con la inversión del señor Slim sería otra. 

El desarrollo sería otro de los términos a analizar, ciertamente más complejo. Resumirlo me será difícil, pero podríamos retomar al mismo Gilbert Rist, que nos recuerda que al final de la segunda guerra mundial, este concepto tomó notoriedad cuando el presidente Truman, de los Estados Unidos, planteó la necesidad de “desarrollar” a países que lo requerían, y con ello dio pie al término de los “subdesarrollados” por simple antonimia. Esto motivó el nacimiento de la "Cooperación internacional" en el marco de la geopolítica mundial de la Guerra Fría: los “subdesarrollados” fuimos carne de cañón, y presa de los intereses mundiales. Gracias a esa palabrota llegó por ejemplo la “Revolución Verde”, que planteaba que había que producir masivamente en el campo para salir de la pobreza, o más tarde el “Desarrollo Sustentable”, como el que permite el crecimiento económico “respetando los recursos de las siguientes generaciones”, que se escucha tan bonito en el discurso, pero es casi imposible en la realidad. 

El desarrollo es un concepto que está directamente ligado al proceso globalizador, en tanto “desarrollar” significa llevar nuevos procesos de producción, comercio, industrialización, o infraestructura a espacios que antes no los tenían y estaban lejos del “mundo desarrollado”. 

El turismo, visto como herramienta de “desarrollo” ha sido también parte de múltiples investigaciones. En mi formación doctoral, por ejemplo, estudié cómo el turismo “llega” al espacio rural: ¿quiénes son los que lo vehiculan? ¿Qué conceptos son los que se emplean? ¿Qué transformaciones e impactos se generan? ¿Qué redes lo hacen posible? De hecho, usé el concepto de “producto turístico” para analizar lo anterior y comprender, en temas tangibles, las nociones de globalización y desarrollo. 

En mis conclusiones señalé que el turismo tiende a reproducir e incrementar las desigualdades que ya se encuentran en los sitios, no a reducirlas. Agregué también que

La institucionalización del turismo “sustentable” en el espacio rural es un complejo proceso dialéctico en el que intervendrían al menos cuatro elementos: 1) el discurso dominante sobre el turismo sustentable, que establecería una serie de códigos sobre el deber ser del fenómeno; 2) la manera en que los actores de los colectivos construyen el carácter del sitio: resultado de las negociaciones de poder al interior del entramado turístico y otros que lo influyen; 3) la construcción simbólica del producto turístico, que reflejaría no solo la apropiación local de ciertos productos culturales y el carácter de sitio, sino el reconocimiento que les otorgan los participantes del entramado ajenos a la localidad (visitantes, medios, agentes de viajes, etc.), y; 4) las interpretaciones y experiencias de los actores involucrados, tanto frente al mismo fenómeno, como de cara a los otros tres elementos. (2014: 193) (4)
 
Señalé, del mismo modo, que el marcado (la forma en que se construye simbólicamente) del producto turístico se creaba a partir de tres fases: “1) reconocimiento multi-localizado; 2) mercantilización y estandarización, y; 3) reinvención" (ibid: 193). Lo anterior me permitía debatir las nociones de autenticidad y tradición, más como reflejos de las luchas de poder que como conceptos históricos.

Lo anterior servirá, líneas abajo, para explicar porqué creo que es importante comprender los cambios que se gestan en Oaxaca como un resultado de un proceso que tiene mucho más que ver con el proceso globalizador y del “desarrollo”, que con el turismo en sí. Éste, como argumenté, tiene limitada capacidad de transformación: más hacen la revalorización económica de productos culturales (mezcal, gastronomía,  artesanía), y el efecto inmobiliario ligado a las migraciones, sobre todo cuando éstas se dan entre áreas en de enorme disparidad económica como –digamos– Oaxaca y Nueva York. 

Brevísimo (y cuidadosísimo) marco contextual


En lo que sería el marco contextual –aquel donde se plantea el tiempo, espacio y condiciones sociales del caso estudiado– me permitiré escribir desde la percepción personal, pues no soy historiador, ni he analizado a Oaxaca desde la academia. Todo ha sido desde la vida personal, que incluye el ocio y lo laboral:

Oaxaca es un espacio cultural de muchísima riqueza, como ciudad y como estado. Es variado, multicultural, tradicional, apasionado de sus conocimientos y respetuoso de su ancestralidad. Los usos y costumbres rigen a más de 400 de los 570 municipios, para bien y para mal. Aunque muchos se quejen, sin estos usos y costumbres, la globalización habría hecho estragos hace años, del mismo modo que la presión inmobiliaria, que aún es frenada parcialmente gracias a ellos; para mal porque los apologéticos de la globalización o del crecimiento puramente económico, encuentran en ella el mayor freno para urbanizar, hacer negocio, poner fábricas, etc. 

Es una paradoja mayor que debería ser digna del interés de cientos de investigadores:  las cooperativas, los Pueblos Mancomunados, el mezcal, los cultivos no transgénicos,  Nochixtlán –y hasta me atrevo a decir que la Sección 22– no existirían sin los usos y costumbres. 

Esta fuerza de lo tradicional nos motiva a viajeros y migrantes hacia la ciudad y el estado: nos encanta ver sus mercados, apreciar sus artesanías, probar sus maíces de colores, glotonear con su chocolate, café, tipos de mole, frutas, pero también disfrutar de sus alebrijes, textiles, huipiles, canastas, pinturas, barro de todos los colores, y por supuesto, sitios arqueológicos, playas, valles y montañas. Antes fueron unos cuantos comerciantes (en los años setenta, por ejemplo, mi abuelo venía a Teotitlán del Valle a comprar sarapes para llevarlos a vender a Toluca; en los ochenta los alebrijes se comenzaron a exportar a Estados Unidos), pero con el tiempo han sido más y más los negociantes que han apreciado los productos locales y los han comprado para vender fuera de Oaxaca. Por supuesto, muchos productores oaxaqueños (y no solo fuereños) se han beneficiado. 

Desde 2013 que arribé a la ciudad, noto cómo el cambio se acelera año con año. Pareciera que a veces el éxito de ciertos lugares los destina a su propia transformación y en ocasiones, fracaso: los precios de las rentas en La capital se han más que triplicado, la cantidad de restaurantes y hoteles ha crecido de forma impresionante (estoy seguro que no se lleva un récord –o no se quiere compartir– de la velocidad a la que se otorgan licencias de funcionamiento), al grado que más de cuatro empresarios me han contado la triste realidad del agua en el primer cuadro: el sistema es insuficiente y se tienen que comprar pipas una o dos veces por semana.

¿Es esto privativo de la ciudad de Oaxaca? No, en definitiva. Desde hace años, las ciudades intermedias crecen a un ritmo acelerado, máxime cuando tienen particularidades que las hacen únicas: infraestructura, carretera de acceso, conexión a la red de redes, tranquilidad,  seguridad, originalidad, tolerancia, y sobre todo, magia

Como mencioné antes, a veces uno mismo prepara la pócima de su fracaso. 

A partir de 2018, más o menos, se han incrementado las quejas sobre los costos de las rentas de los locales comerciales, pero también de las viviendas en barrios como Xochimilco y Jalatlaco que pasaron de ser espacios en el margen del primer cuadro, a convertirse en sitios-residencia, pues el centro ha cedido estos inmuebles al comercio. Airbnb se ha convertido en uno de los mejores negocios de los propietarios de edificios en estas áreas, que prefieren amueblar y dejar “lindos” sus espacios para recibir los precios de las rentas ya no en pesos, sino en dólares. Los hostales y hoteles boutique están a la orden del día y sería injusto decir que solo los extranjeros se benefician, pero como lo dije líneas arriba: las desigualdades no se reducen con el turismo, se exacerban.

En 2019, poco a antes de la pandemia que nos dio un leve respiro, las quejas por la dificultad de encontrar boletos para la Guelaguetza –otrora celebración local, ahora turística– se incrementaron, y la insatisfacción por la saturación del centro en temporadas de fines de semana largos, Semana Santa o Día de Muertos se hizo cada vez más evidente. 

Curiosamente, la imagen generada por los bloqueos, protestas, maestros, y los usos y costumbres, en el sentido de que Oaxaca es una ciudad combativa, luchona, que debate la globalización y las políticas federales –una especie de “sitio revolucionario” al que hay que ver y visitar– atrae a los viajeros extranjeros globalizados que se sienten cómodos en una ciudad cosmopolita que (teóricamente) no lo es. Quienes aún lo dudan, harían bien en leer las guías turísticas como el Lonely Planet o Le Guide du Routard, que ensalzan y ponen énfasis en este carácter de sitio, y sin duda lo venden bastante bien. Contradictorio, como la vida.

De este marco de “antiglobalización”, amor por el patrimonio indígena, y “usos y costumbres”, se beneficia una buena parte del empresariado (mediano, pequeño y micro) que trabaja en el turismo o temas relacionados. Seguimos vendiendo el “Mexican curious”, como en los años cincuenta.

Pero que esto no quede solamente en una diatriba sin sentido. Hagamos un pequeño ejercicio con 3 temas: Los alebrijes, La Ciudad y el Mezcal. Permítaseme, antes, traer de regreso la puntualización sobre la formación simbólica del producto turístico: 1) reconocimiento multi-localizado; 2) mercantilización y estandarización, y; 3) reinvención. Tomo el reto de hacerlo en las cuatro páginas que me restan.

La globalización de Oaxaca: resultados


A. Los Alebrijes.

Dejemos para análisis más detallados su origen en el señor Linares o en la tradición de pueblos como Arrazola, Tilcajete, Tejelapam o Taviche. El Dr. Michael Chibnik (5) ha hecho ya un enorme trabajo de análisis en los años noventa. Vayamos más bien a recorrer de forma breve los cambios que han sucedido: cómo pasaron de piezas burdamente talladas a piezas perfectamente coloridas que dejaron de ser artesanías –al menos algunas de ellas– para convertirse en obras de arte cuyo valor se llega a calcular en miles de dólares.

Los alebrijes –el caso podría ser extensible a otras artesanías– han pasado por un fuerte proceso de reconocimiento local hacia uno multi-localizado: antes vistos como piezas simpáticas y originales que cumplían roles decorativos o lúdicos (juguetes para niños, por ejemplo), los alebrijes han ganado un gran reconocimiento como piezas únicas en las que el tallado, el diseño y la pintura cobran más y más valor. De ser totalmente artesanales, se ha convertido su producción a una manera más bien semi-industrial, en la que las familias e incluso grupos de trabajadores las elaboran en cadena: diseño, corte, talla, detallado, pintura, exhibición y venta.

Chibnik, que hizo su texto original en 2003, elaboró su capítulo 12 como una especie de corolario, en 2017, para la edición publicada en esa fecha. En este apartado reconoce su asombro ante el imponente crecimiento que han generado Jacobo y María Ángeles y evidencia cómo los alebrijes han dejado de ser meras artesanías para convertirse en arte. Sería complejo hablar de estandarización en piezas cuya característica central es la originalidad de colores y trazos, pero también imposible negar que existe una estandarización en términos de acabado, diseño fino, simbolismo gráfico, así como de uso de colores y discurso de venta. 

En cuanto a la mercantilización, también es evidente que las piezas han entrado en un sistema de negocios, en el que se elaboran para ser vendidas, con fines comerciales y ya no decorativos. El paso 3, la reinvención es también  visible: el taller mencionado elabora hoy en día piezas monumentales o con hoja de oro, kits para que uno mismo decore su alebrije, cuadros en relieve, e incluso ha entrado a la producción de cerámica, algo que no es realmente una tradición “actual” de San Martín Tilcajete, si bien sería difícil negar que en algún momento haya sido parte de las actividades en la población. 

B. La ciudad. 

No soy la persona adecuada para hacer un análisis histórico de la transformación de la ciudad durante los últimos, digamos, cincuenta años, pero hay temas que saltan de forma evidente y sobre los que me atreveré a poner algunas señales, esperando que quien retome esta propuesta de diálogo haga precisiones. Me parece que el concepto de Tradición Inventada de Hobsbawm y Ranger (6), también empleado por Chibnik, puede ser de apoyo: en breve, los autores mencionados explican que muchas tradiciones son en realidad el resultado de asociaciones temporales y luchas de poder que “crean” tradiciones antes no existentes pero que luego se posicionan como tales. El caso del quilt (la falda que usan los hombres) escocés es uno de ellos. 

¿Cómo ha llegado Oaxaca a ser reconocida por Travel & Leasure como la “Mejor ciudad del mundo” en 2019? (7) Sin duda tiene algo que ver su reconocimiento multi-localizado, es decir el de una buena cantidad de migrantes y turistas fuera de la propia ciudad, que le atribuyen cosmopolitismo, seguridad, así como una gastronomía única. Dicho con sarcasmo, habría que preguntarse si los votantes conocieron también los barrios pobres y riesgosos de la ciudad. 

Otro punto que le hace interesante y digno de análisis es el tema del reconocimiento UNESCO: Oaxaca, como muchas otras ciudades coloniales de México y del mundo, cuenta con la venia de este organismo internacional. Este atributo se otorga a las urbes que mantienen su patrimonio histórico en condiciones específicas: se designan colores, tipos de construcciones permitidas, así como alturas de los edificios y condiciones de alumbrado, cableado, etc. Sin duda el sello UNESCO contribuye a hacerla famosa, pero también a la revalorización de sus inmuebles como inversiones seguras, y claro, al reconocimiento multi-localizado, del mismo modo que a su estandarización y mercantilización. La reinvención, en el caso del patrimonio UNESCO (8), sucede al interior de los edificios: las fachadas responden al siglo XVII o XVIII, y los patios o salones se remozan para hacerlos completamente modernos. 

Sería interesante también, historiadores o urbanistas, realizar un acercamiento al cambio urbano: el surgimiento del andador Macedonio Alcalá o la enorme transformación de los barrios ya mencionados antes de Xochimilco y Jalatlaco. Este último, por ejemplo, pasó de ser un humilde barrio de curtidurías, a un espacio colorido con murales alusivos a la “muerteada”, la tradicional comparsa relacionada con el Día de Muertos (otro tema que sin duda podría ser analizado en su reconformación como producto turístico), y lleno de pequeños hoteles boutique, así como tiendas de diseñador o restaurantes. Es increíble notar cómo la ciudad turística termina justo en la zona de los mercados Benito Juárez y 20 de Noviembre, para dar paso al Oaxaca comercial y popular hacia el sur y oeste. 

C. El Mezcal

Más de diez tesis e investigaciones deberían ser realizadas en torno al mezcal, una bebida ninguneada hasta los años noventa e incluso entrado el siglo XXI: algo que era “para pobres” o para “gente de pueblo” y de pronto saltó por el mundo hasta convertirse en la bebida de moda de los mejores restaurantes del planeta. Esto juega, sin duda para su reconocimiento multi-localizado y por supuesto mercantilización y estandarización: los mezcales “buenos” hoy, son jóvenes (blancos) y de preferencia “silvestres” con una graduación alcohólica mayor al 45%, si bien existe un mercado “comercial” (como si el de nichos o especialidad no lo fuera) que acepta productos de menor contenido alcohólico e incluso favorece todavía los reposados y añejos.

Aún no está evaluado (o divulgado) el impacto ambiental que se genera por la deforestación de los campos sustituidos por los cultivos de agave, ni por el monocultivo creado: años atrás el agave se producía en conjunto con los cultivos anuales y la “milpa” orientada a la autosuficiencia alimentaria. La realidad es que este crecimiento desmesurado no hace sino comenzar y ya se tienen informes de comunidades donde “los usos y costumbres” han sido pervertidos con compras ocultas de terrenos que pasan a manos de grandes capitales. 

En el año 2020 surgió también un nuevo modelo de inversión en el que se vende al inversionista el rendimiento de la producción de la planta… dado que le es imposible en términos legales hacerse del terreno: “Llegarán Tasurinchi…”, como bien lo dice el texto antes citado. La reinvención del mezcal es pues, más que una realidad, una nueva y enorme perspectiva de mercado que en la medida que la presión del dinero se incremente, será un nuevo “oro verde”. 

Reflexiones finales

Podríamos hacer un análisis similar a la gastronomía, el barro, o los textiles, solo por mencionar a algunos de los elementos patrimoniales del estado. Hay pocas razones para pensar que los resultados serían distintos: Oaxaca está de moda y no solo sus productos turísticos se adaptan al mercado, sino que su patrimonio cambia de manos, de estética, de simbolismos. Oaxaca está absorta en el proceso de globalización, la mayor parte de las veces sin darse cuenta de la paradoja que construye. “¿Toda?” dirían Goscinny y Uderzo, parafraseando la historia del pequeño pueblo de la Galia que resistía al invasor romano. “No, definitivamente no: no toda. Solamente las partes que son útiles al sistema de mercado: el Primer cuadro, Tlalixtac, El Tule, San Felipe del Agua, San Agustín Etla, Huayapam.” El resto de agencias y municipios tienen todavía que solventar sus problemas internos antes de entrar de lleno a la globalización y a la posibilidad del negocio de venta de sus terrenos y productos. Por suerte.

El capitalismo es selectivo y, como lo insistimos en la tesis antes mencionada, está en manos de quien maneja los flujos de capital y de personas: los grandes capitales, los medios de comunicación globales. Los demás solamente somos un tipo de pez que aprovecha el bocado del tiburón para alimentarnos y hacernos la ilusión de que crecemos en este sistema. Más de diez autores han probado que vivimos en un mecanismo económico de acumulación en el que quienes más tienen, más podrán acaparar, y que detrás de ellos irán otros pequeños que se harán menos pequeños, pero que no, el sistema no genera equilibrios, sino desigualdades.

El sistema de libre mercado no se autorregula: se requieren frenos, organización, agrupaciones, debate, mesas de diálogo… Sí, hacen falta maestros Toledo y personas con miradas locales que defiendan –aunque muchas veces esto solamente signifique una nueva lucha de poderes– sus espacios y derechos ante la mancha voraz del capitalismo, a veces disfrazada de turismo, otras de mezcal y otras de alebrije… que terminará por ponerle un precio al aire que respiramos. 

Yo, que vivo ante la paradoja del enorme respeto hacia los pueblos de usos y costumbres, y el debate de la modernización, siempre he pensado que Oaxaca tiene algo más que enseñar al mundo. Más allá de sus alebrijes, mezcal, textiles o barro, tiene una esencia de comunalidad que nos cuesta mucho entender, pero es la que realmente podría hacerle frente al capitalismo que nos devora. 

El problema es que no lo está enseñando, ni preocupándose por mostrar el valor de su localidad en la globalidad. ¿Estaremos condenados a que el destino nos alcance?


REFERENCIAS

(1) (2011:154) Aguilar, Bs. As 272pp.
(2) Rist, G. El desarrollo: historia de una creencia occidental. Ed. Catarata. 2002.
(3) https://twitter.com/raeinforma/status/1280818038875570176?lang=en
(4) Morales S. 2014. La Sherezade del Desarrollo. Redes y actores en la construcción del entramado turístico en el espacio rural. Dos casos de estudio en Perú y Argentina: el Valle del Colca y Tafí del Valle. Tesis Doctoral, FLACSO, Argentina. Publicado en Las Ediciones del Andaryego.
(5) Chibnik, M. 2017. Tallando una tradición. El trabajo y comercio de alebrijes y otras tallas en madera en Oaxaca. 1450 Ediciones. 349pp.
(6) Hobsbawm y Ranger (Editores). 2002. La invención de la tradición. (1983) Crítica, Barcelona 318pp.
(7) En 2021, fue San Miguel de Allende la que recibió este reconocimiento, un claro ejemplo de que los parámetros de evaluación tienen una fuerte relación con la migración norteamericana.  https://www.travelandleisure.com/worlds-best/cities-in-mexico  
(8) Al respecto del tema UNESCO en Oaxaca, un artículo de mucho interés y contrapunteo: Lira Vázquez, C. El Discurso Patrimonial: una coartada para frenar el desarrollo de la Ciudad de Oaxaca. Urbano, vol. 17, núm 29, mayo 2014, pp. 72-87. Universidad del Bio Bio, Chile. 


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