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1. El hilo conductor: Sí, a pesar de lo que se pueda decir, este momento es único en el país. Si bien tuvimos uno similar en el 2000, con la salida de Zedilllo y la llegada de Fox, fue un giro menos radical. El panista llegó con un congreso dividido y al mismo tiempo era más o menos el mismo grupo de poder: los empresarios lo respaldaron y no llegó con una promesa de cambio a fondo en cuanto al combate a la desigualdad y a la reducción de prebendas a los políticos. Pongamos por un momento de lado al candidato y lo que pueda lograr o no, y pensemos en el electorado: insisto que el voto del 1 de julio fue contra la desigualdad, fue el de una población no solo cansada, sino el de un votante que acalló nuestra crítica contra los insensibles y desinteresados. Esta vez sí salieron a las calles a decir algo, y lo dijeron sin gritos pero con contundencia: "aquí estamos, contamos, y queremos que esto cambie". Para mí, ése es el mensaje que tendrá más peso este sexenio.
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3. Las promesas: Las promesas fueron muchas –como las que hacen todos los candidatos– y varias pondrán los pelos de punta a muchos: la descentralización, la reducción de sueldos, la ajustes a los partidos, las leyes de amnistía. Que alguien diga que son del "viejo PRI" y no "de izquierda", me parece un sinsentido. Me gustan y me parece que miran al largo plazo. En un escenario de un congreso dividido sonaban casi imposibles; en el escenario actual, son una posibilidad muy grande. El reto, digamos, estará en la habilidad operativa-temporal del equipo. Aunque los legisladores son una suma demasiado heterogénea, es posible que acuerden... solo está por verse hasta donde llega su atrevimiento. Otorgo el beneficio de la duda y confieso que me encantaría ver muchas cumplidas: este país ya no da para mirreyes, pero siempre corre el riesgo de los caudillos.
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5. Las elecciones de medio término: Una vez pasado el tsunami de julio, en las elecciones federales de medio término pesarán más los independientes, un poco porque ya nadie querrá ser priísta, pero también por lo que logre decepcionar a Morena a los más radicales (de ambos espectros). Los partidos "clásicos" han quedado fuertemente golpeados y se reorganizarán pintándose de "neutro", pero al mismo tiempo la baja de sus presupuestos los mantendrá débiles. No estoy seguro de que esto sea una buena noticia: la democracia se construye con balances y la ideología política se reúne en partidos. ¿Qué puede venir? Difícil de saber. La atomización de la oposición nunca ha sido buena. Esto me hace recordar cómo a la derecha le salió el tiro por la culata esta elección: hicieron lo posible por evitar la segunda vuelta porque pensaban atomizar a la izquierda, pero fue todo lo contrario: lo que estaba atomizado en 2018 fue la derecha. De nada sirvieron los llamados al "voto útil" y finalmente no lograron contrarrestar la fuerza de Morena.
6. La solución de lo imperfecto: En mi primer post (que leyeron mucho menos personas que el segundo) mencioné que vivíamos una democracia imperfecta y que lo que pudiera venir estaba lejos de corregirla. Dije: "Nos siguen faltando el plebiscito, la segunda vuelta, los límites a las campañas, la fiscalización apropiada, la responsabilidad y castigo al funcionario público corrupto e ineficiente. Nos urge un sistema de justicia efectivo... y mil cosas más." Algunos de estos temas han sido mencionados por el presidente electo, pero otros no; al mismo tiempo, no está claro el "cómo" (y esa fue la crítica más frecuente en la campaña). Dar seguimiento a estos pendientes no será tarea de una mayoría absoluta que pronto gobernará. La tarea es del ciudadano común: tuya y mía. Si el 63% de participación continúa pendiente de su responsabilidad, podremos conseguir muchos avances; si no, continuaremos el mismo camino tan común en México: cooptar, callar y olvidar.
De los seis puntos, me preocupa este último. Aunque mi visión es más bien optimista y expectante, no cierro los ojos ni pongo mi mano al fuego por nadie: la imperfección de la democracia no es un mal menor en este país; el caos que vivimos y la suciedad y corrupción que nos aquejan son un cáncer nacional que no se erradicará por decreto... Hace demasiados años que las malas mañas están permitidas en el país: desde el bolero hasta el empresario; desde el estudiante de primaria al doctorante; desde el abuelo ejemplo hasta el nieto consentido: todos pecamos y hacemos un poco de juego a la corrupción. En todos los fideicomisos, partidos, salas de prensa, oficinas de gobierno, estaciones de policía, tribunales de justicia y calles se hace y se acepta un poco de tranza. ¿Lo vamos a cambiar en seis años? Tengo ganas de que así sea y trabajo en ello, pero es un reto titánico.
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Por lo pronto, la moneda ya cayó al piso, y cada quien debe asumir su responsabilidad en esto.
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