9.6.22

[Narrativa del sueño] El tigre y el sueño.


¡Cuánta desigualdad!
Quisiera el león volar, 
y mi tierra, Metepec, un lugar,
frente al mar.
Pero no hay nada qué hacer. Acá nos tocó nacer.

La lluvia es un tesoro en Mazatlán,
pero infame si vives cerca del volcán.
Un día soñé de un lugar imposible, en el que todo era perfecto. 
Llovía para la siembra, sombreaba a la cosecha. 
La luna salía para todos y el sol nos quería con respeto.
Hasta él, Helios, planeaba su salida según la fecha.

Pero desperté y me dí cuenta que era un sueño. Nunca había hecho esa foto del tigre que volaba por el cielo. Creí que lo había seguido con la cámara en ráfaga, pero las fotos del desvelo eran azules de celeste: puro firmamento. No, no era el dios bengalí que juega con esa bola de la India y te mira con compasión. 

Con pasión pensé haber hecho la foto del año,
pero lo que brillaba era solo el destello del anhelo.
Del paraíso que ves en Oniria, un mundo siempre extraño:
¿Será que lo fumas, lo bebes o es un simple desvelo?

En mi sueño había una estación meteorológica cuadrada, con esas aspas redondas como cucharas que siguen el viento; pero el viento no estaba, ni tampoco estaba la estación. Todo había cambiado: hasta el clima que me decía que no hay solución. En el planeta, el humano es todo menos fuerza sinérgica; es, hoy, el espíritu de la destrucción.

Desperté cubierto en sudor, preguntándome cómo había llegado ahí.
Si en 2017 no existía aún la pandemia, lo mío era una triste premonición.
¿Cómo entender que la vida es flor: tulipán, gerberá, alelí? 
y que la tienes hoy y la destruyes, pero, ¿qué será mañana de tu corazón?

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