16.7.22

[Ensayo] La humanidad hoy: asuntos de escala



A punto de cumplir 49, me pasa con mayor frecuencia que volteo hacia atrás y me pregunto cosas. Muchas sin sentido, o banales, pero otras relacionadas con "nosotros" como humanidad: con nuestro presente y pasado, y sobre todo frente a lo que será de nosotros en un futuro que avanza inexorablemente. 

Pido tu atención para hablar de ello.

Introducción

Por lo que veo y escucho en nuestro medio, me canso de insistir que nos dirigimos hacia la Idiocracia absoluta, o que ya estamos en ella. Por ende, soy pesimista las más de las veces; no obstante, las contadas ocasiones en que veo luces positivas es cuando algún científico, naturalista o sociólogo dice que no todo está perdido, aunque la acción tendría que haber comenzado hace tiempo. 

Por ejemplo, tengo muy grabada la metáfora de Enric Sala que dice que como humanidad nos dirigimos a 120 km/hr hacia el acantilado, pero que si hacemos una serie de cambios, podríamos aminorar la velocidad a unos 110, y aunque eso no me reconforta, me hace pensar que debemos estar aún algo lejos del final, porque no hay humanidad que vea un acantilado y no haga algo por frenar... Aunque luego pienso en todo lo que hemos vivido y dudo: ¿en verdad sabremos frenar? ¿Nos ganará la adrenalina del salto al aire? ¿Sabemos lo que es un acantilado? ¿Qué clase de humanidad somos?

También tengo muy grabada una clase en la universidad con uno de mis mejores maestros, Enrique Bores, cuando nos presentó una cronología del planeta (tal vez solo era de la humanidad, no lo recuerdo) y la fue desdoblando sobre el largo pizarrón. Nos presentó cómo la humanidad había evolucionado tan rápido y creo que ése era su punto: decir que en los últimos años, gracias a la humanidad, el cambio había sido mucho y positivo. Perdón Enrique, si me perdí el punto central, pero tal vez en esa época, yo solo quería escuchar eso.

A los 49 la vida ya no se ve igual. O por lo menos no se ve igual si no la has vivido del mismo modo, y ésa es la reflexión que hoy te traigo, querido lector: una meditación sobre el éxito de la humanidad, y al mismo tiempo, su fracaso.

Punto uno: la escala del tiempo y del planeta

El planeta Tierra se tardó unos cuatro mil millones [Sí: 4'000,000,000] de años en llegar a ser lo que es: con vida, continentes, elementos, naturaleza y esa capa de 10 kilómetros de grueso –entre unos metros de corteza terrestre y poco menos del límite superior en el que vuelan los aviones– en la que se desarrolla toda la vida. 

Se requirieron millones de millones de animales y bacterias, así como otros tantos millones de millones de interacciones entre ellos y los elementos (gases, minerales, y líquidos) para que sucediera esa magia: fueron muchos experimentos sin dueño, en los que el laboratorio fue un planeta. Así se aprendió a entender qué especie sobreviviría y bajo qué parámetros. Casi cuatro mil millones de años para llegar a eso que llamamos hoy "humanos", o técnicamente, "Homo sapiens".

El gráfico de abajo intenta sintetizar la escala del tiempo para darnos una idea del tiempo que tardó el planeta en formarse y tener las condiciones para nuestra vida. Hace tres mil ochocientos (3,800) millones de años, se hacía fotosíntesis sin oxígeno y esto fue evolucionando lentamente: dos mil millones de años después tuvimos células pluricelulares, y más o menos a la octava parte (7/8) de esa escala aparecieron las conchas con un esqueleto exterior, es decir, hace quinientos (500) millones de años. Los dinosaurios aparecieron más o menos hace doscientos cincuenta y dos (252) millones de años. El primer corte del gráfico ("Escala 1") deja atrás tres mil novecientos (3,900) millones de año para ocuparse en el segundo corte ("Escala 2"), de los "últimos" cien (100) millones de años, es decir 1/40 de la historia del planeta.

La Escala 2 comienza hace cien (100) millones de años y termina hace cinco (5) millones de años.  Durante ese 1/40 (un cuarentavo) de la historia se extinguieron los dinosaurios –más o menos hace sesenta y seis (66) millones de años– y surgieron (entre muchos más) los primeros caballos. Estos últimos se tardaron cincuenta y nueve (59) millones de años en evolucionar hasta ser como hoy los conocemos. Uno de los últimos momentos a los que hago referencia, es a la creación del Desierto del Sahara, que cuando se creó no era un desierto como lo conocemos: esto sucedió hace siete (7) millones de años, es decir 3,993 millones DESPUÉS de que se formara la tierra. 

La última parte del corte de la "Escala 2" se realiza hace cinco (5) millones de años, cuando aparecieron los primeros seres más similares a nosotros: los Australopithecus. Esto sucede, si lo medimos en la escala de la historia de la tierra, en 1/1250, o sea, un mil doscientos cincuentavo, de ella.

Por favor no te revuelvas, querido lector. A mí me tomó horas entenderlo: trato de decir que lo más parecido al ser humano, nació en la fracción 1249 de 1250 de la evolución del planeta: una cantidad de tiempo imposible de comprender en nuestra escala. Imagínate cómo fue cambiando el mundo, cuántas generaciones de caballos, dinosaurios y plantas murieron, formando parte del ciclo que permitió que se crearan las condiciones para que apareciera algo que caminaba en dos pies y comenzaba a usar uso de sus extremidades como herramienta.

Antes de seguir, permíteme explicar la Escala 3: ya dijimos que representa 1/1250 de la historia de la tierra, pero en ese tiempo (aquí ya hablamos de número más comprensibles), es decir hace "solo" dos y medio millones de años nació el Homo habilis, capaz de desplazarse (se movió entre África, Europa y Asia), usar herramientas y ya medía hasta 1.55 mts., pero no hablaba ni caminaba completamente erguido.

Tuvo que pasar UN millón de años (1'000,000) para que el Homo habilis pasara a ser un Homo erectus: caminaba en dos pies, era más alto, tenía mayor capacidad craneana y también se desplazó por distintos continentes. Después del erectus, nació el primer "Homo Sapiens", aunque de variedad "Neanderthal", es decir que no era aún exactamente como nosotros. Este Homo Sapiens llegó hace aproximadamente doscientos mil (200,000) años. Como verás, ya vamos quitando ceros y acercándonos a escalas más comprensibles... y eso es justamente el riesgo: que nos olvidemos de las escalas anteriores.

Para no perderlo de vista, digamos que los últimos doscientos mil años (200,000) representan un veinte-milésimo (1/20,000) de la historia del planeta. Esta porción está representada en la "Escala 3" como el cuadrito naranja que aparece al final y es la historia del "Sapiens", pero ni siquiera es la de los humanos, que apenas hace ciento veinte mil (120,000) son como nos vemos hoy. Habrá, más adelante, una escala 4.

Debemos recordar que es central NO hablar únicamente del hombre sino también de la naturaleza: sin la evolución de la tierra, no existiríamos. 

* Naturaleza: 4'000 millones para llegar hasta acá
* Humanos: 5 millones para llegar acá
* Homo Sapiens Neanderthal: 200,000 mil años para llegar hasta acá. 

Pasemos ahora a la historia de los hombres. 



Punto 2: La escala del hombre y su tiempo.

Más o menos hace doscientos mil años (200,000) surgieron seres que andaban en dos pies, dominaron el fuego, tenían herramientas propias y migraban. No se tiene registro de agricultura, pues eran cazadores y recolectores. Convivieron con animales y bosques abundantes que se habían creado durante tres mil novecientos noventa y nueve millones ochocientos mil años (3'999,800,000) ANTES que ellos, ¿te imaginas lo que tenían a su alcance? Plantas, aves, mamíferos, reptiles, peces, frutas, volcanes, mares, lagos y mucho más que no conocían y tenían que probar. Sus primeros movimientos y migraciones comenzaron a alterar el ecosistema, a desplazar especies, y mover involuntariamente semillas de un lado a otro. El mundo era enorme, con materias primas inagotables para unos cientos, o miles de habitantes. 

Tenían un planeta de quinientos diez (510'000,000) millones de kilómetros cuadrados, de los cuales 148'940,000 era de tierra. El resto era agua, con peces, crustáceos, moluscos, algas y mucho más seres que les proveían alimento. Difícilmente tenían conciencia de la dimensión del planeta y de su forma, o su integración a un universo infinitamente más grande. Es muy probable que su rango de vida no pasara de decenas o cientos de kilómetros; mil o dos mil constituían una empresa arriesgada. Con todo, se seguían reproduciendo y poblando el espacio: solo era cuestión de cuidarse de los depredadores, pero pronto empezaron a ser ellos mismos los más peligrosos. 

Probablemente ésa fue la época de la que más nos deberíamos de sorprender de su habilidad de supervivencia y migración, sin dejar de preguntarnos qué tanto, en ese movimiento y proceso, modificaron su medio. Prestemos ahora atención a los últimos 10 mil años, el cuadrito azul del cuadro llamado "Escala 4". No pierdas de vista que este cuadro representa 1/20,000 de la historia del planeta.



Los últimos doce mil años representan algo así como dos y media unmillonésimas (2.5/1,000,000) de la vida de la Tierra, es decir, prácticamente nada en términos del tiempo de la tierra, pero mucho en términos de los humanos. Son los que se encuentran en azul en el gráfico anterior. 

Aproximadamente hace 10,000 años llegamos al primer millón de Homo Sapiens Sapiens. La última glaciación data aproximadamente del año -11,700 y las primeras evidencias de agricultura de los años -10,000. Podríamos aventurar de manera que una vez terminadas las glaciaciones, hay agua en muchos sitios y la vida está lista para estallar. El humano aprende en esos mil setecientos años a domesticar los granos y a generar modos de producción agrícola: ya se sabe para qué sirven las semillas, cómo almacenarlas y qué hacer con ellas. Son una herramienta poderosísisma para el viajero: los primeros hombres van de tribu en tribu intercambiando cosas, y hasta haciendo magia. Con un millón de pobladores en el planeta se hace más común moverse, y podemos imaginar con más claridad la reconformación que se hace, paulatina pero constante, de la tierra. 

Es así que la agricultura y la ganadería se intensifican para alimentar a una población creciente y cada vez más segura, que se queda sin depredadores ni glaciaciones: aparecen los tiempos para pintar, pensar, el monocultivo, la agronomía y el valor de las personas en función del ganado y las tierras (y acá disculpe el lector si paso sobre la historia de nuestras grandes civilizaciones en unas líneas, pero no es en este momento mi tema de estudio). En este tiempo que nace una forma rudimentaria de "capita-lismo"(cápita = cabeza, en latín), el valor de la acumulación de cabezas de ganado y al mismo tiempo el crecimiento del impacto ambiental sin la necesidad inmediata de comer, sino de atesorar.

Los habitantes del planeta siguieron extrayendo minerales, domesticando el fuego, haciendo herramientas y aprendiendo a producir sus alimentos, adaptando semillas para sedentarizarse y domesticando animales para reproducirles. Los suelos tan fértiles del mundo gozaban de cabal salud. No era necesario preocuparse por devolverle algo a la naturaleza: bastaba con rezar, trabajar y confiar que el nuevo día vendría renovado. 

Me permitiré saltar hasta la llegada de los españoles y portugueses al "Nuevo Continente" –que tiene la misma edad que los demás, pero los avatares de la vida hicieron que fuésemos "descubiertos" y "nuevos"– para contar una anécdota muy explicativa: durante un curso de agricultura regenerativa, Namasté Messerschmidt nos contó cómo al llegar los portugueses al Brasil se sorprendieron de que los nativos americanos "no tuvieran campos de cultivo". "Salvajes" –dijeron. "–No saben producir agricultura como nosotros, en terrenos arados y peleados a la maleza". Lo que ignoraban era que los originarios de la Amazonía entendían muy bien la relación entre el bosque y la agricultura: la cubierta forestal aporta los minerales y materia necesaria para la producción. Los amazónicos aprovechaban los claros que se hacen de manera natural, para producir y sembrar, aprovechando nutrimentos milenarios.

A cambio de eso, españoles y portugueses hicieron lo que ya habían hecho en Europa, Asia y África sus habitantes: tirar los bosques para aprovechar su madera y sustituirlos por campos de agricultura que poco a poco se fue haciendo más intensiva, eliminando en su técnica, toda la "maleza que estorbaba a una buena y continua producción". Nunca pensaron que gracias a ésta se llevaba a cabo una interacción entre el suelo, los minerales y otros habitantes del espacio: bacterias, gusanos, artrópodos, aves, etc. 

La extracción de madera hecha en América es de dimensiones apabullantes, la de los minerales igual. Cobre, oro, plata, minerales preciosos y de alto valor que tomaron millones de años en formarse, fueron extraídos para ser llevados a sitios que iniciaron su desarrollo industrial antes y que requerían más de lo que ya habían extraído en sus propios suelos, siempre bajo la lógica de extracción capita-lista. 

África es uno de los mejores ejemplos de cómo la extracción desmedida terminó por empobrecer los suelos y por consiguiente, a las personas (y a la salud), de TODO un continente, hasta dejarlo en el vacío absoluto de vida. El Sahara, a pesar de lo que es hoy en día, fue quizá el primer experimento de agricultura de explotación que hicieron los humanos: hay quienes lo datan como uno de los sitios donde se iniciaron procesos agrícolas desde el año 9500 a.c. Su desertificación se data entre 9,000 y 5,000 a.c.

¿Dónde estoy hasta acá en mi disquisición? Me interesan dos aspectos: 1) recordar la dimensión del tiempo en la escala del planeta: pasaron cuatro mil millones de años ANTES de que apareciera el humano, y; 2) reflexionar sobre el fuerte impacto y enorme transformación generada por el humano en el medio, en solo 12,000 años, haciendo uso de  condiciones inmejorables para su existencia, que no son casuales, sino  resultado de una interminable suma de procesos en los que participaron millones de seres.

¿Te has preguntado, querido lector, qué había hace treinta, cincuenta, cien o trescientos años en el sitio en el que ahora vives y cómo ha sido el proceso humano de transformación de ese espacio? Para bien y para mal, TODO está conectado en el planeta... el tema es que nuestra humanidad es demasiado joven para comprender cuatro mil millones de años de relaciones, entre los miles de millones de especies que le precedieron.

Punto 3. La escala del hombre en el planeta

Hemos dicho que hace unos diez mil años llegamos al primer millón de homo sapiens. Se calcula que en el año 500 a.c. alcanzamos los primeros cien millones, o sea, cien veces más, en un lapso de 9,500 años. La tabla que sigue lo dimensiona mejor:


Nota: 1) las hectáreas por habitante se calcularon con base en el número de superficie terrestre mencionado arriba; 2) Entre el año 0 y el año 1000 hay una diferencia poblacional mínima. Es posible que existan fallas de origen al provenir la información de distintas fuentes, pero no considero que afecten en la globalidad del trabajo.

Como se observa, el ritmo de crecimiento poblacional es apabullante. En menos de dos mil quinientos años pasamos de cien millones (100,000,000), a siete mil quinientos millones (7'500,000,000), un crecimiento de 75 veces en la población mundial. En términos de la escala de la tierra, es más apabullante aún que en diez mil años nuestra población haya crecido siete mil quinientas (7500) veces. ¿Habrá otra especie depredadora que haya crecido a este ritmo? ¡Vaya que había material disponible!

Es imposible no convalidar la influencia del ser humano en el planeta. De hecho, en el año 2,000 se acuñó el término "Antropoceno" (aunque la idea ya rondaba desde los años 1980), para señalarlo. Hoy, aunque no existe un consenso sobre el momento en que inicia esta época –algunos la señalan con la radioactividad creada por las bombas atómicas, otros con la Revolución Industrial, y otros con la domesticación de los cultivos o a las grandes migraciones–, es claro su impacto: uso del suelo, del agua, de materiales y materias primas, emisión de dióxido de carbono, generación de energías, y pérdida de biodiversidad. 

Es, en términos de la escala del planeta, sorprendente que en menos de cien mil años el humano se haya expandido para no solo poblar toda la superficie, sino para incluso sobrepoblarla. Un cálculo rápido que sin duda contiene el error del promedio y no contempla áreas no habitables es, aún así, ilustrativo: la disponibilidad percápita de tierra por número de habitantes ha pasado de 149 hectáreas en el año 500 a.c., a menos de 2 en el año 2020, lo que según ciertos investigadores nos pone en el límite de la extinción.

La tierra es un tema, pero el agua es más evidente hoy. Sabemos que hemos alcanzado puntos críticos: el 70% del agua potable (no olvidemos que no podemos consumir el agua de los mares y que vivimos de los ríos, de los deshielos y de los pozos) es empleada en sistemas agrícolas, mientras que el resto es usado en buena parte por una industria que le emplea para embotellar otros líquidos, desarrollar minería extractiva y otros procesos. Por si esto fuera poco, otra enorme cantidad es usada en el sistema urbano, para los baños por ejemplo, que se sirven de agua limpia para eliminar desechos que podrían ser reaprovechados.

Cuando descargamos nuestros WC se pierden al menos 15 litros que fueron traídos desde ríos o mantos acuíferos lejanos. Si multiplicamos esta cantidad por la de nuestros vecinos, o habitantes del municipio, el número es exorbitante. Pero no solo el modelo urbano evidencia muchas falencias y egoísmos humanos frente al planeta: las fábricas y el uso de pesticidas hacen que los ríos transfieran este vital líquido hacia el mar, contaminando los océanos. Por si esto fuera poco, extraer el agua de su manto freático y enviarla por el río hacia el mar, hace un trabajo inverso para la salud de la tierra: se arrastran los sedimentos (minerales y nutrientes), evitando la recuperación de los pozos y empobreciendo la tierra. ¡Y decimos conocer el ciclo del agua desde la primaria! 

Los ríos (buena parte de ellos formados al final de las glaciaciones) dieron origen a muchas ciudades del mundo. En México, por ejemplo, somos expertos en convertirlos en drenajes. De los políticos que quieren bombardear las nubes, mejor ni hablemos, pero ciudades como Querétaro, Monterrey, el centro de Oaxaca o la Ciudad de México evidencian muy bien nuestra fallida política de gestión del agua. 

Como podemos constatar, nos gastamos por adelantado –al menos desde la época industrial– los recursos de las generaciones que vienen detrás de nosotros, como si fueran un crédito financiero, con la salvedad de que en el planeta (a diferencia de los bancos, que inventan moneda), la materia no se crea o destruye, solo  se transforma: no tenemos más material que el que está disponible en la tierra. La basura se compone de materias primas que obtuvimos de algún lado y arrumbamos en otro sitio donde no se vuelven a emplear... y además contaminan.

Punto que cierra. ¿Inicio y fin del Antropoceno?

¿Existe una solución, antes de que el último humano selle con su muerte el fin del Antropoceno, del que ni siquiera somos capaces de acordar su fecha de inicio? Desde esta trinchera proponemos tres. 

1) La primera debería ser el uso de la racionalidad: es controversial y contradictorio que siendo lo que nos distingue de otros seres vivos, la "racionalidad" capita-lista sea la que no esté llevando a nuestra propia destrucción. La reflexión es nuestra primera solución: he mencionado antes a filósofos como Bruno Latour, que plantean preguntarnos qué actividades son realmente necesarias a la humanidad y deberían prevalecer frente a otras superfluas o innecesarias. Recientemente, Latour sugiere un ejercicio práctico y simple: escribir en un trozo de papel cualquiera, las que consideramos condiciones de habitabilidad necesarias para cada uno, en lo que llamo nuestro "metro cuadrado" y el entiende como nuestro espacio mínimo de vida. 

2) En el entendido de que será muy difícil decidir por nosotros mismos qué actividades desaparecer, vuelvo al tema de la escala: ¿Cómo hacer lo que hacemos sin impactar de forma irreversible nuestro espacio de vida? ¿Cuántas botellas debería producir la cervecería, Coca Cola o nuestro mezcalero favorito? ¿Cuántos kilos de jitomate son realmente necesarios para que vivamos? La preguntas sobre nuestra forma de vida deberían estar mucho más frecuentes: viajes, compra de ropa, insumos, y más. No es un asunto de eliminar el capita-lismo, pero sí de ponernos nuestros propios frenos, y comprender que las economías circulares deben estar mucho más presentes. Desperdiciar es el error más grande.

3) ¿Qué hacer para revertir nuestro impresionante impacto ambiental? Sin duda hay acciones básicas que no tendrían que costarnos gran cosa y harían grandes diferencias: a) medir y cuidar nuestro consumo de agua; b) analizar nuestra huella ecológica, y; c) contribuir a la regeneración del planeta: sembrar vida, aminorar la producción de basura, reutilizar y recuperar materiales, y por supuesto, eliminar mucho de lo suntuoso. Aunque nadie habla de dejarlo todo y volvernos sembradores de árboles, es claro que de hacerlo, en cincuenta años tendríamos otro planeta; solo se insiste en la necesidad de ser más conscientes y de comprender que las escalas que manejamos –incluida la del tiempo– no son las apropiadas para la humanidad: requerimos entender las escalas del planeta en su interacción con los seres vivos: lo que le toma generar la vida, cumplir el ciclo del agua y recorrer el proceso cíclico de traslación – rotación. Si lo comprendemos, podríamos tener planeta para millones de años más. 

4) Finalmente, es necesaria la acción global. Trabajar en nuestro metro cuadrado es central, pero comunicar esta información a quienes aún no la conocen, o insistirla a quienes deciden ignorarla, es neurálgico: mientras los gobiernos y grupos de decisión mantengan la economía como motor principal, nuestro deber será recordar el riesgo que enfrentamos con una mentalidad obtusa concentrada en las ganancias y la acumulación.

Hace varios años leí el concepto de "Umbrales de sustentabilidad" y lo entendí como aquello que se acumula sin que lo notemos hasta que causa un fenómeno complejo. Pensemos, por ejemplo, en las miles de fugas de agua que ignoramos hasta que un día colapsa el sistema de agua potable, o en la invisible protesta social que solamente se evidencia cuando todos los manifestantes crean una crisis que paraliza al país (James C. Scott habla de las Armas de los Pobres). Hay otro ejemplo más básico: la cuchara que se mantiene en equilibrio sobre la orilla de la boca de un vaso y a la que vamos agregando minuciosamente granos de sal, hasta que termina por perder el balance y caer regando todo su contenido a su paso.

El problema de traspasar el umbral es que no hay vuelta atrás: es un punto de inflexión donde todo cambia. Mientras la crisis no estalle, tenemos oportunidades de buscar soluciones y hacer nuestro aporte, pero cuando lleguemos al límite, habrá sido demasiado tarde y todos, sin excepción, sufriremos las consecuencias. 

Insistamos que ha llegado el momento de dejar de pensar en términos de acumulación de cabezas de ganado (capita-lismo) y trocar esta filosofía por una en la que el éxito se alcanza en la medida que se aporta a la regeneración del planeta, desde cualquiera que sea la trinchera.

Volviendo a la analogía inicial del auto que corre hacia el acantilado (acá el podcast donde lo escuché), y pensando que en el mejor de los casos desconozcamos la distancia real hasta él, sería mejor reducir la velocidad hasta el límite seguro, porque si tenemos la oportunidad de verlo en el fondo, tal vez aún podamos frenar y meter reversa, pero si vamos demasiado rápido, ni siquiera eso podremos hacer. 

Mazatlán, Julio 2022

Fuentes: experiencia personal, muchos archivos de wikipedia, la BBC en algún artículo y una buena navegación por la web. / Los gráficos son de mi creación. Adelante con su uso libre, reconociendo al autor. Gracias!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario