Mientras escribo esto pienso en el ser humano y sus grandes habilidades para ir de lo abominable y positivo a lo formidable y monstruoso. Pienso también en lo increíble que supone llorar, porque uno llora de gusto, pero también de rabia. Y las lágrimas son las mismas: se humedecen los ojos, fluye la mucosidad y se siente un nudo en la garganta, pero en una situación hay angustia y dolor que se aprieta en el pecho, desconsuelo; en la segunda hay risa, liberación de felicidad y sentimiento de paz.
Eso me pasó esta tarde de sábado: comencé por ver un excelente documental de SBS Dateline, el programa que no me canso de promover, donde presentan la historia de dos australianos que fueron capturados en Indonesia hace diez años por intentar exportar drogas hacia su isla. La justicia en el país es clara y muy dura: pena de muerte para los traficantes. Por supuesto, el caso tiene mucha importancia en Australia y SBS presenta un documental: está cerca el momento de la ejecución y parece no haber posibilidades de clemencia. El video presenta la historia de la familia, entrevistas a los condenados, a los jueces, etc. Sin duda deja un sentimiento de pesar, pero es una historia que vale la pena conocer.