Lo cierto es que el dinosaurio del PRI está arrinconado. Pero lo que también es cierto es que a pesar de que su rating se ha desplomado, hasta este momento no ha perdido nada de su poder, es decir, de su peligrosidad. Eso debería ser una razón suficiente para evitar triunfalismos y excesos de confianza. Intenten enjaular a un animal y -a menos de que lo agarren dormido o con engaños- podrán hacerse acreedores a un par de dentelladas.
El día de ayer (viernes, un día después de la histórica marcha del 20NOVMX) la alegría se desbordó y cientos, miles, de tuiteros festejaron la numerosa convocatoria y hasta John Ackerman, uno de los más críticos, se preguntaba qué hacer con el poder que se había logrado. Coincido, se logró algo que no se había visto desde hace muchos años (tal vez desde el 68 y esto representa una alerta porque sabemos qué puede pasar), pero eso no significa que el poder está del lado del pueblo y sí, como bien dice Ackerman, que una vez pasada la alegría de una protesta pacífica y de un gran avance, hay que preguntarse seriamente qué sigue.