"Deberías escribir un libro".
¿Cuántas veces han dicho o escuchado esa frase? Son de esas cosas que uno dice (o que nos dicen) cuando escucha(n) algo inverosímil o fuera de su contexto; algo que pasó y que fue raro, que nos hizo pensar que valdría la pena documentarlo: subir el Himalaya, cruzar el Atlántico en solitario, contar la historia de la abuela o del tío revolucionario... Sí, "escribir un libro", por supuesto que suena bien, pero, ¿por dónde comenzar? Permíteme contarte mi historia.
Comencé a escribir tardíamente, no como esos genios de la literatura que hicieron sus primeros garabatos a los dos, armaron un texto a los cuatro y publicaron a los ocho. Me considero una persona normal. Mucho más normal que el estándar del "normal": jugaba de niño, me regañaban, trabajaba en el negocio de mi abuelo, hacía tareas y pasaba los exámenes. Me hacían estudiar y yo sabía que me abriría puertas para salir de casa, así que lo hacía bien y punto.