¿Por qué un artista, un creador ha de sufrir hambres y miserias? Aquí descansa, entre nosotros, el secreto del fracaso de la cultura de México como pueblo. Somos un país de descamisados y de zánganos. Se desprecia al músico, al pintor, al poeta, por considerarlos como a los bufones que cabriolean en los banquetes de los burócratas. Pero es que se les hace bufones por la fuerza del hambre. Aunque muchos nos rebelemos, la rebeldía es la soledad, la soledad infecunda, el abandono, la miseria.
Por eso amo los libros. Son ventanas a nuevos mundos, y no únicamente eso: son también la oportunidad de viajar por dimensiones, de hacerte preguntas, de acuñar nuevas ideas y, sobre todo, de conocer personas que escriben haciendo magia al pasar, como hoy, que te quiero hablar de José Revueltas.
¡Qué Revueltas, José!
Ocurrieron nacerlo en 1914, en Santiago Papasquiaro, Durango. Vaya usted a saber porqué, su padre, frío y calculador comerciante, llamado José, decidió trasladarse con su docena de vástagos a la gran ciudad de México en plenos tiempos revolucionarios. El punto es que en 1920 el pequeño José (el hijo) y su familia ya estaban en la capital.
Si uno se imagina esos tiempos turbulentos, el momento era el menos indicado para migrar al ojo del huracán, a menos que tuvieras poderosas razones. ¿Por qué Don José? La hipótesis menos válida, pero más literaria, sería que lo llevó el apellido: para estar en su ambiente, habría que vivir donde sucedían las mayores ídem. Sí, supongo que en Durango no pasaba mucho, pero también podría haber optado por Eagle Pass, o Nuevo León, en cambio, apostó por la grande.
Y así, don papá Revueltas puso un negocio de abarrotes. ¿Vendría huyendo de los saqueos del norte? ¿Era lo que le quedaba de la tienda de ralla familiar? ¡Cuéntenos, señor Revueltas, de dónde sacó esa loca idea de pensar que sus hijos podrían ser artistas y no comerciantes, como usted!
Con el buen negocio que le daba su tiendita, metió a los hijos al Colegio Alemán von Humboldt... ¿en plena Primera Guerra Mundial? Dicen que en las reuniones de familia se hablaba el teutón. Qué marcial, el patriarca.
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Don Revueltas, con sus revoltosos y revoltosas |